El conflicto magisterial ha
regresado a su campo de origen: la política. En consecuencia, la secretaría de
gobernación se ha encargado en las últimas semanas, al menos, de paliar para
llegar a una solución alejada del encono. Hay contención contra viento y marea,
a pesar de los orwellianos dos minutos de odio que los noticiarios televisivos
a diario propinan a los maestros disidentes. De nuevo a poner el acento en el
fondo político inhábilmente cubierto con una envoltura educativa.
El objetivo no explícito de la
reforma, es y ha sido, desposeer de poder político a una organización gremial.
Sólo así se entiende el tamaño de la confrontación. Una reforma comprometida
por Enrique Peña Nieto ante la cúpula del Consejo Coordinador Empresarial durante
la campaña por la presidencia (Sólo con los empresarios Peña firmó compromisos
de formato macro) Llegado a la presidencia, el hoy Presidente articuló el Pacto
por México para darle viabilidad legislativa a la reforma. No obstante, a la
reforma le faltó un acuerdo ineludible: el consenso de los profesores. Elba
Esther Gordillo, entonces interlocutora oficial del gremio, se negó a la
reforma porque sabía de lo que se trataba, por eso está en la cárcel, en
calidad de presa política, lo cual por cierto le resulta indecible al actual
gobierno.
El gobierno con estadísticas y
encuestas, avanzó el consenso de la reforma del sector, sin asegurarse el
respaldo y la fuerza de los profesores. Se actuó con soberbia, obviar el
análisis político fue la norma. Se encarceló a la profesora Gordillo y de
inmediato se ungió a Juan Díaz al comando de los profesores. No se evaluó la
naturaleza dual de la organización del magisterio en la estrategia: el
Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y la Coordinadora Nacional
de los Trabajadores de la Educación, de la cual se benefició el gremio para
sumar conquistas, derechos adquiridos concedidos por el presidente de turno.
Negociación tras negociación, Salinas, Fox y Calderón apuntalaron el poder del
magisterio. Concesiones a las cuales el actual secretario Aurelio Nuño
equívocamente considera privilegios. A caso las exenciones o créditos fiscales
de los cuales millonariamente se benefician las grandes empresas no son una
concesión ¿O son un privilegio secretario Nuño? Y qué decir de los privilegios
de algunos políticos que disponen de recursos fiscales y los usan a
discrecionalidad para su beneficio.
En todo esto de manera alevosa y
premeditada se ha mezclado el entuerto político con los propósitos de la
educación pública. Difícilmente se encontrará persona que se oponga a mejorar
la educación, el caso es dar con las medidas pedagógicas para tal efecto. Pero
mejorar la educación no sólo concierne de manera destacada al sistema educativo
sino al sistema social en su conjunto. Los profesores, sus esfuerzos, se tiran
por la borda cuando en el hogar los niños no son acompañados por sus padres en
la orientación de sus estudios, cuando los niños hacen la tarea desde la
ajenidad de los padres. Todavía peor, cuando los tutores le encargan a la
televisión comercial a sus propios hijos. Esta información debería indagarse y
detallarse para advertir e interpretar las estadísticas educativas. Por eso es
simplificador achacar de manera generalizada a los profesores el insuficiente
aprendizaje de sus alumnos en lectura, escritura y matemáticas, cuando el
sistema social resulta parcialmente adverso a los propósitos de la educación.
Como inexacto es afirmar que el acceso a los dispositivos de las tecnologías de
la información asegura por sí mismo una mejora una mejora en la educación. El
“facilitar” las tareas mediante el cortar y pegar, el recurso de la calculadora
para realizar operaciones, no mejoran precisamente las capacidades y
habilidades adquiridas en la educación básica. Parafraseando a Umberto Eco, los
dispositivos de las tecnologías de la información también hacen “legiones de
idiotas”.
Frente a la complejidad que
significa mejorar el sistema educativo, la secretaría encargada se esmera en el
contenido de la promesa mesiánica con la propuesta de un nuevo modelo, como ya lo hicieron Justo Sierra, José
Vasconcelos y Jaime Torres Bodet lo hicieron en su oportunidad. Nada de malo tiene, pero no puede obviar el
entramado en el cual se desarrolla, convive y se relaciona el sistema educativo
¿Qué dice al respecto?