Este domingo primero de diciembre
se cumple un año de la entrada en funciones del gobierno de Andrés Manuel López
Obrador. El aniversario es motivo de fervorín entusiasta de millones, para
otros en la derecha, el aniversario será como un gancho al hígado. El júbilo es
consentido, bienvenido y no proviene de la casualidad. Si uno se atiene a lo
que se ha manifestado como el fenómeno del obradorismo, lo que se muestra a la
luz de los ojos, evitando la chapuza del balance entre lo bueno y lo malo del
gobierno, el esbozo de un apunte de lo que se muestra palmariamente con guiño
de incontrovertible se plantea así.
López Obrador, una fuerza en
ascenso con la forma de movimiento cívico-político. Redondeando cifras, AMLO no
dejó de acumular simpatías en cada justa electoral federal: en las elecciones
de 2006 con catorce millones de votos; en 2012 agregó un millón para alcanzar
los quince; lo espectacular ocurrió en 2018 ¡Duplicó las preferencias a su
favor! Treinta millones de votos. La cifra se dio en la confluencia, por un
lado, de un estilo de que hacer político cercano a la gente, nada más recorrer
todos los municipios del país, privilegiando el contacto cara a cara, sin la
mediación de organizaciones corporativas. Todo un ejercicio ciudadano en el
cual la ciudadanía es el medio, la que divulga de boca en boca. Los medios
tradicionales no sustituyeron la participación ciudadana, fueron complemento. A
esta explosión de ciudadanía se unió el desprestigio de la clase dirigente.
Por otra parte, el voto masivo no
dejó duda de a quién se le concedía el poder para ejercerlo a plenitud, sin el
lastre del gobierno dividido, para de este modo operar cambios puntuales y
acomodar las fichas del nuevo gobierno. Ese voto apabullante se manifestó para
fortalecer desde las instituciones, como si fuera una palanca de doble
propósito. Esto es, contener el modelo depredador promotor de la desigualdad.
En seguida, dar un giro en la dirección del país. El servicio público tiene en
el foco de su atención a los que menos tienen y el año 2020 contará con una orientación
presupuestaria acorde con el mandato popular.
Los treinta millones de votos
cimbraron el ecosistema político, a los partidos en especial. Las tres fuerzas
que negociaban y mangoneaban vieron reducidos sus espacios. La alta burocracia,
los entes autónomos diseñados para los expertos, líderes de las corporaciones
de masas, las organizaciones que se arrogaron la representación de la sociedad
civil (incluyendo despachos de servicios varios y empresas de comunicación)
Con treinta millones de votos, la
suma del respaldo popular, López Obrador ha construido tres líneas que confluyen
en el conjunto de la política del actual gobierno: una inesperada convivencia proactiva
con el gobierno de Estados Unidos encabezado por Donald Trump. Consolidación del
apoyo de las fuerzas armadas en una serie de servicios más allá de los
estrictamente militares y con la reducción de su función como fuerza letal, al
tiempo que se incorporan legalmente al combate de la delincuencia. La tercera
línea son los acuerdos con la iniciativa privada, el corporativismo empresarial
en el barco de la cuarta transformación.