martes, 2 de diciembre de 2014

Que hable la Corte


Vaya manera de conmemorarse dos años de vida de la actual administración federal. La agenda pública es otra, la del 26 de septiembre de 2014, enmarcada en la consigna “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”. Sin concluirse el esclarecimiento de hechos nefastos, se combinan con diversos motivos de inconformidad y la errática actuación de las fuerzas del orden, se abre cauce a la histeria sobre la que se desplaza el oportunismo.

La Escuela Normal Rural Isidro Burgos en Ayotzinapa tiene una larga narrativa “épica” de movilización estudiantil. Ni los gobiernos de izquierda han contribuido a mitigar la beligerancia de los normalistas. Para no ir tan lejos -material proporcionado por el buscador de Google da para una interesante exploración- el 27 de noviembre de 2007, Luis Hernández Navarro apuntaba en La Jornada el desencuentro entre el gobierno de “izquierda” y los normalistas: “Ayotzinapa es, entre otras muchas cosas más, la muestra del fracaso de la descentralización educativa, pero también de cómo un partido que quiere a toda costa hacerse del poder se divorcia de su historia y su programa”. El próximo 12 de diciembre se cumplirán tres años del enfrentamiento por la toma de la autopista del Sol llevada a cabo por estudiantes normalistas, la cual fue reprimida por la policía ministerial del estado de Guerrero y la Federal. Dos estudiantes muertos y un empleado de una gasolinería, que incendiaron los normalistas, fallecería posteriormente al primero de enero siguiente (Cronología de El Universal, 24-01-2012)

Ahora, tenemos una movilización estudiantil en al menos 60 ciudades del país según reportes de la marcha del día de ayer lunes 01-12-2014. Iguala se mantiene como un caso de averiguación judicial en espera de las definiciones penales, sobre la que se despliega un caso político de complicada resolución. Es importante, diría que inevitable, la continuidad de la protesta. No menos importante y de contenido ético, que los normalistas presenten por escrito a la autoridad el relato profusamente descrito de su verdad sobre la tarde noche del 26 de septiembre y los preparativos de su expedición a Iguala, aunque sea indigestible para su mediatización. Lo importante es contribuir a cerrar el ciclo judicial, sin el cual no se podrá avanzar en el tramo político, a menos de que se quieran enredar las cosas, muy al gusto de Andrés Manuel López Obrador. Hasta donde estoy enterado, los normalistas de Ayotzinapa son apartidistas.

A dos años de asumir la más alta responsabilidad del país, recién el presidente Enrique Peña Nieto reconoció la carencia de justicia que impera en México. Justicia que no estuvo en el centro del proyecto reformador. La prioridad sigue siendo atraer inversiones y éstas todavía no han sido suficientes para impulsar el crecimiento económico.

Desde que estalló el descontrol gubernamental, cuando tardíamente por primera vez Peña Nieto decidió poner ojos sobre los desgraciados acontecimientos de Iguala, cada vez que quiere emparejar el terreno sobre el cual reconstruir su relación con la sociedad, el terreno se agrieta. Peor aún, se forman socavones cuando el aparato de coerción actúa sin profesionalismo y al margen de la legalidad (Le ha fallado su consejería jurídica, su dirección de comunicación social, no lo sé)

Peña Nieto es un animal político, en el entendido de que su instinto lo guía para enfrentar la realidad y hasta hace dos meses seguir a su instinto lo mantenía “invicto”, hasta que encontró su situación límite y no le alcanzó. Su herencia política –grupo Atlacomulco- le impele a ritualizar en cada evento un llamado para hacer las paces con los inconformes, pero ningún llamado será suficiente hasta que físicamente no se dé con los 43 desaparecidos de la Normal Rural de Ayotzinapa.

En los primeros dos años de su gobierno, el Presidente ha tenido en los legisladores un aliado efectivo. El 27 de noviembre los volvió a convocar para realizar nuevas modificaciones de ley que, mirando hacia el principio, faltaron al inicio de la administración federal en curso. Inciertos serán los foros encargados al CIDE para encontrar salidas a la condición de corrupción e impunidad en las que chapalean franjas del servicio público. Difícil tarea sortear la coyuntura y desmontar estructuras al mismo tiempo.


Si Peña Nieto al fin ha encontrado en la falta de justicia, el lastre de la falta de desarrollo y la principal fuente de la indignación de la sociedad, por qué no convocar a la Corte, quien en su carácter de poder público independiente, se pronuncie sobre el estado actual de la justicia en México,  nos diga hacia dónde se tiene que avanzar para superar el déficit de justicia que lastima y ofende a los mexicanos. Ignoro si un pronunciamiento de esa naturaleza esté dentro de su competencia. Supongo que los jueces, en tanto profesionales de la justicia, bien podrían hacer un esfuerzo por franquear la muralla de sus magníficos emolumentos y asomarse al México real.

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Las ilustraciones provienen de los Relatos Proféticos II de Wiliam Blake, Atalanta, 2014.
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