El lunes 18 de enero, como si no se tuvieran cosas más importantes que hacer, Felipe Calderón anunció el programa de televisión Discutamos México. Acaso una nueva tentativa que desde el gobierno se quiere impulsar en medios electrónicos. Se acuerdan de Fox en vivo, un programa sin pena ni gloria, que se apagó conforme las exigencias le hicieron entender al presidente en turno que nada aportaba su programita radiofónico. Aunque el antecedente que sobrevive es la sempiterna Hora Nacional, que encadena a las radiodifusoras de todo el país desde los tiempos del PRI.
Antes de salir al aire Discutamos México se puede anticipar su inutilidad, no tanto por contenidos o por las personalidades que participen, sino porque se tratará de formar una verdad oficial aunque se niegue de inicio. Sigue existiendo la verdad oficial, lo que no existe es la disposición social a aceptarla. La gente no cree a las autoridades, sean estas federales, estatales o municipales. La gente no pide verdades oficiales, sólo quiere vivir con dignidad. A falta de ello adopta las verdades existenciales de la religión, se sumerge en la industria del entretenimiento, toma el camino de las adicciones o se deprime. Si tiene suerte, el mexicano desarrolla su propia empresa o encuentra un trabajo, o se dedica a robar, el delito más extendido entre la población según la SSPF, pero no quiere saber de verdades oficiales.
Discutamos México como si no existiera el Congreso, las aulas de educación superior, diarios, revistas, libros, internet, que juntos mantienen la discusión sobre México. Una discusión en la que no participan todos, en la que discutirán los de siempre o casi. Por el formato y las ínfulas de “un foro resonante para que el pueblo mexicano conozca, reconozca y confronte diversas ideas sobre nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro” no se encontrarán en la fórmula propuesta el Discutamos México que ocurre sin promoción oficial en el barrio, ejido, comunidad, ranchería, centro de trabajo, transporte público, el lavadero o la cantina.
La propuesta en sí misma evidencia falta de legitimidad de quien lo propone, convencido de que gobernar es levantar una puesta en escena efímera, maniobra de distracción para desviar la atención del sufrimiento real de millones de mexicanos, para ocultar que en julio pasado el voto adverso a su partido lo desplomó y desde entonces el interregno que nadie osa nombrar está ahí.
Discutamos México, sí. Pero bajo condiciones parejas en alimentación, educación y salud. Élites todas, escuchen a México, salgan a la calle, al campo, conozcan al México real que no se reflejan en cifras o indicadores, tampoco con programas televisivos que a pocos atraerán.