Concluye el proselitismo por la
conquista del voto. Los candidatos nos quedaron a deber y de su lista de
promesas lo mejor es no hacerse grandes ilusiones. Lo mejor ha sido una
competencia feroz en la que el puntero demostró resistencia a los ataques
constantes de que fue objeto. Bien lo ha resumido hoy en El Universal José Carreño Carlón, fueron dos campañas: la de Peña
Nieto y la que se construyó en contra del candidato priísta. El resabio
antipriísta sigue vivo y parece que ha sido heredado de padres a hijos. Pero no
nos dice mucho más allá de la víscera expuesta. No es suficiente para decidir
mi voto, no comparto la aversión por el pasado. El pasado se acepta, en lo
bueno y reconociendo lo negativo. El pasado es parte de nuestro
autoconocimiento e identidad.
Ha sido una contienda donde el
Revolucionario Institucional fue puesto en la irreal posición de partido
gobernante por sus adversarios, en cambio, el partido oficial se comportó como
partido opositor. Cosa rara. Si el PRI se ha fortalecido no es por un afán
restaurador reconocido como intención ciudadana del voto. Eso es suponer mucha
elaboración. La cosa es más sencilla.
El candidato Peña Nieto se acercó
a la ciudadanía en los términos que dicta el llamado mundo del espectáculo,
además de que respondió a lo que quería oír cada grupo o segmento de la
sociedad con los que tuvo interlocución, nunca se plantó en pie de guerra. Es
una incógnita lo que hará como gobernante, pues como he dicho, una cosa son las
promesas y otra su realización. Eso se sabrá en el momento impostergable en el
que dibuje su idea del Estado (idea que por cierto ningún candidato elaboró) y
en el que aparezcan los cuadros que han estado a la sombra o de bajo perfil.
Josefina Vázquez Mota no pudo
sacar la revalidación de doce años de gobiernos panistas, la violencia desatada
por la lucha anticrimen y la errática procuración de justicia del gobierno de
Felipe Calderón no le permitieron despegar en las preferencias. López Obrador
hizo su mejor esfuerzo por reinventarse, se dijo amoroso y procuró ser
incluyente con los empresarios. Muy celoso en la conducción personal de su
campaña, no constituyó un equipo cohesionado para la misma y se conformó con la
estratagema de su gabinete sentimental.
Pero el meollo de la
inconsistencia de la derecha y de la izquierda es la reproducción en el
ejercicio del poder de los vicios que han caracterizado al PRI. Corrupción,
abuso de poder. En cambio, PAN y PRD no se han esmerado en la creación de nuevas
instituciones, salvo el Instituto Federal de Acceso a la Información y la
pensión vitalicia para los adultos mayores.
Pensar el Estado, la reforma de
la institucionalidad vigente es el desafío del próximo gobierno. La anarquía
del funcionamiento empresarial de la realidad en su conjunto, pero de la
administración pública en particular, tiene que llegar a su fin, legitimarlo
con el placebo del consumismo no es sustentable.
Por mi parte, desde que las
elecciones se hicieron creíbles he votado por el PRI y esta vez lo volveré a
hacer.