Durante la actual administración de Felipe Calderón ha sido reiterada la mención de que la economía del país está blindada y pese a ese recurso retórico, sacado del lenguaje de la guerra del siglo pasado, el blindaje no fue suficiente para que nos alcanzara la recesión, se perdieran empleos y se devaluara el peso. Ahora el endeudamiento acordado con el Fondo Monetario Internacional sirve para de nuevo blindar a la economía sin que se nos explique si funcionaron o por qué fracasaron los blindajes establecidos con anterioridad. Y no lo van a hacer quienes fungen hoy como autoridades.
Algo no encaja en una lógica sin aristas, roma, y es la apuración por los blindajes con su postulación antiproteccionista. Si se avala una economía abierta a escala global, cómo entender medidas que se proponen protectoras, a fin de cuentas blindar es entendible como un sinónimo de proteger. El asunto es definir si el gobierno está dispuesto a proteger la economía nacional. Sus acciones y resultados nos dicen que Felipe Calderón no está dispuesto a transigir con el proteccionismo y así lo dijo en la reunión del G20 de la semana pasada en Londres. Y cómo lo han padecido los industriales mexicanos, pero sobre todo los asalariados, muchos de los cuales no sólo no tienen prestaciones, ni siquiera contrato que los ampare.
No es ingenuidad oficial, es astucia que se confía en una imaginada estupidez de los ciudadanos. Los empréstitos emplazados, ya lo sugirió el gobernador del Banco de México, estarán dispuestos para apoyar a grandes empresas que enfrente problemas de liquidez y ayudar a saldar sus cuentas en dólares, al menos los que aporte la Reserva Federal de los Estados Unidos. El recurso, lo puede sospechar el querido lector, son dólares frescos para sellar la alianza del gobierno con el capitalismo de las corporaciones financieras o de otro tipo. El gobierno no quiere más pleitos entre grandes empresarios, a todos les ha de tocar si se portan bien, si son dóciles. La chequera estará disponible, pues la cuenta la pagará la mayoría de las pequeñas y medianas empresas, de los profesionistas y la clase media en general, de todos aquellos que aportan con sus impuestos al ingreso fiscal.
A cambio de qué los capitanes del capitalismo corporativo criollo trabajarán para Felipe Calderón. A cambio de su apoyo mediático orientado a exaltar la figura de Calderón, a cambio de ocultar las deficiencias de su gobierno, de desprestigiar a la oposición con giros informativos, de utilizar mensajes subliminales que identifiquen a las grandes empresas con el Pan gobierno y de repente se pinten de azul como el siempre rosa Liverpool o se diga que con WaltMart se vive mejor. Ahí está el mismo juego que ha funcionado desde el 2000 y el 2006 durante las elecciones federales. La actual administración no quiere que le pase lo que le sucedió a Fox en la intermedia del 2003 y no consiguió la mayoría parlamentaria para gobernar.
La estrategia está cantada, no importa que arrasen con la constitucionalidad electoral y el sistema de partidos, el objetivo es preservar al país como coto exclusivo de los potentados, nulificar a la política y someter a la ciudadanía y, de paso, que se los agradezcan.
Si algún blindaje cabría considerar con esta estrategia ése sería el de separar al poder plutocrático de la expresión de voluntad popular. Eso sí lo tienen claro. Lo que todavía está por resolverse es sí Carlos Slim será integrado a la alianza de los corporativos o le harán la guerra, si abrirán Banamex a la participación accionaria de Roberto González Barrera.
Con este panorama de por medio hay que reiterar la invitación a no votar a favor del PAN.