martes, 23 de marzo de 2010

Post - colombianización



Colombianización es una expresión coloquial con la que se describió la situación de desintegración social y deterioro institucional que padeció Colombia en las décadas de los 80’ y 90’.

Durante años, desde el sexenio de Miguel De la Madrid, la disputa por la nación siempre ha sido ocasión para deslizar la hipótesis de la colombianización de México. Hipótesis que, por cierto, siempre ha sido negada por las autoridades en la sustanciación de lo que significa: empoderamiento del crimen organizado sobre las instituciones del Estado. El legendario Rancho del Búfalo en Chihuahua, Caro Quintero y el agente de la DEA Enrique “Kiki” Camarena, articularon el caso seminal para dar rienda a la hipótesis mencionada. Siguieron eventos sonados como el de Tlalixcoyan, Veracruz, el famoso enfrentamiento nunca aclarado entre judiciales federales y miembros del Ejército mexicano. Después, en 1993, el crimen del cardenal Juan José Posadas Ocampo y sus implicaciones con las bandas del narcotráfico. El caso del General Gutiérrez Rebollo, titular de la agencia antinarcóticos en tiempos de Ernesto Zedillo, fue destituido y consignado por sus vínculos con el crimen organizado. En 2001, ya con Vicente Fox, se da la fuga del celebérrimo delincuente conocido como Joaquín “El Chapo” Guzmán.

Este es un recuento breve y leve, sobre el cual apuntar el proceso de colombianización de México. En marzo de 2005 (La colombianización de México) el Instituto Cato –nada que ver con la izquierda- ya nos adelanta lo que es nuestra realidad presente de irrupción despiadada de la lucha entre narcotraficantes. Ted Galen Carpenter afirmaba que existían “crecientes indicaciones” de que México estaba en vía de colombianizarse. Esa eventualidad ha traspasado la conjetura de la mera hipótesis para convertirse en realidad. Lo que nos informa todos los días la prensa durante lo que va del actual sexenio encaja en la expresión coloquial apuntada al principio. Es incontrovertible que la declaración de guerra en contra del crimen organizado, lanzada por Felipe Calderón, nos permite asegurar que la colombianización de México es ya realidad cuya autoría intelectual y práctica corresponde al Presidente. Desde diciembre del 2006 el país ingresó en una espiral de violencia no vista durante décadas. Una colombianización intensiva es lo que se ha vivido. Por ello es significativo que este martes 23 de marzo, la reunión en la ciudad de México, del gabinete de seguridad del gobierno mexicano con sus homólogos estadounidenses comandados por Hillary Clinton, nos depare una variante táctica de la estrategia.

¿Qué se puede esperar de la reunión? Bueno, es probable que el gobierno de Estados Unidos esté dispuesto a construir la salida a la espiral de violencia que indujo en el territorio mexicano. No olvidemos, ellos tienen la información y son los principales beneficiarios del negocio del narcotráfico, de manera que también pueden inducir la despresurización de irracional confrontación. Es decir, pueden dar las indicaciones para iniciar la post – colombianización que incluye una mayor subordinación del Estado mexicano a los intereses norteamericanos, de tal manera de imponer la pax americana. Esa paz que significa reforzamiento del autoritarismo como medio para minimizar la de por sí minimizada protesta social y de la oposición política partidista. Vendrán tiempos a modo para las anheladas reformas estructurales que permitan a Felipe Calderón alcanzar el fin de la guerra contra el crimen organizado y declarar al año 2010 el año de la desindependencia y la cancelación de los derechos sociales.

domingo, 21 de marzo de 2010

La violencia no se detiene



El gobierno, sin medir alcances, desde un inicio puso a la violencia en la agenda mediática, su guerra contra el crimen organizado se encargó de mantener esa prioridad que le dan los medios. La extensa crónica de una mortandad estimulada desde la autoridad federal persigue al gobernante y, por atracción, suceden otras desgracias ataviadas de negligencia o por la furia de la naturaleza. La foto de la agencia Reuters difundida por la prensa mexicana y comentada en la opinión impresa, en la que Felipe Calderón muestra una mirada que no se dirige a ningún sujeto del auditorio en el que está, pues es la suya una mirada de introspección que lo aísla de la dura franqueza de los juarenses que zarandean a su gabinete de seguridad. Calderón arquea las cejas por no poder decir ¡trágame tierra!

La violencia ha alcanzado a personas que trabajan para el gobierno norteamericano y la administración de Barack Obama se siente impelida de manera pública a expresar su molestia e irritación, como si no fuera desde los Estados Unidos donde se ha promovido y alabado esta absurda guerra. El crimen organizado no sólo se resiste sino que embate a las fuerzas del orden con maniobras como las realizadas en Nuevo León, donde desquiciaron el tráfico en Monterrey y su zona conurbada bloqueando las vialidades con automotores secuestrados. Y la lista de muertos ya cobró cuota en el Tec de Monterrey.
Parece fuera de control, salvo que se trate de eventos premeditados de quienes le vendieron la estrategia al gobierno.

La violencia se ha posesionado de la escena nacional y hace insuficiente la compra de primeras planas por parte del gobierno para modificar su estelar presencia. Se inauguran hospitales y nada, el gobierno sigue ensombrecido. Si éste propone reformas, ya la política, recién la laboral, no se modifica la primacía noticiosa por la nota roja. Si el gabinete económico irrumpe en un salón de Los Pinos para declarar el fin de la crisis y el inicio de la recuperación económica, como lo hizo el viernes al mediodía, sus dichos carecen de resonancia en la mayoría de la población.

Ante la impotencia que produce una conducción política que se guía a la deriva, colgarse del mundial de futbol y de los pies de la oncena nacional por parte del gobierno no tiene rendimiento asegurado para distraer a la ciudadanía por mucho tiempo, pues todos sabemos que antes de que inicie julio los seleccionados regresarán como de costumbre, lejos de la final. Las televisoras y los patrocinadores habrán hecho su negocio y Javier Aguirre, repleto de dólares, podrá dejar junto con su familia este país de desgraciados –él dice jodidos (Qué tiempos aquellos en los que el Vasco jugaba cascarita con la comandancia indígena del EZLN) Para entonces, la desilusión anunciada se encontrará con el proceso electoral de mitad de año, entre el desaire de los votantes y la rijosidad de las fuerzas política contendientes.

Tal vez la conmemoración de la violencia instituyente de la guerra de independencia y de la revolución logren un punto de quiebre, contención y disminución de la violencia criminal.
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