El gobierno, sin medir alcances, desde un inicio puso a la violencia en la agenda mediática, su guerra contra el crimen organizado se encargó de mantener esa prioridad que le dan los medios. La extensa crónica de una mortandad estimulada desde la autoridad federal persigue al gobernante y, por atracción, suceden otras desgracias ataviadas de negligencia o por la furia de la naturaleza. La foto de la agencia Reuters difundida por la prensa mexicana y comentada en la opinión impresa, en la que Felipe Calderón muestra una mirada que no se dirige a ningún sujeto del auditorio en el que está, pues es la suya una mirada de introspección que lo aísla de la dura franqueza de los juarenses que zarandean a su gabinete de seguridad. Calderón arquea las cejas por no poder decir ¡trágame tierra!
La violencia ha alcanzado a personas que trabajan para el gobierno norteamericano y la administración de Barack Obama se siente impelida de manera pública a expresar su molestia e irritación, como si no fuera desde los Estados Unidos donde se ha promovido y alabado esta absurda guerra. El crimen organizado no sólo se resiste sino que embate a las fuerzas del orden con maniobras como las realizadas en Nuevo León, donde desquiciaron el tráfico en Monterrey y su zona conurbada bloqueando las vialidades con automotores secuestrados. Y la lista de muertos ya cobró cuota en el Tec de Monterrey.
Parece fuera de control, salvo que se trate de eventos premeditados de quienes le vendieron la estrategia al gobierno.
La violencia se ha posesionado de la escena nacional y hace insuficiente la compra de primeras planas por parte del gobierno para modificar su estelar presencia. Se inauguran hospitales y nada, el gobierno sigue ensombrecido. Si éste propone reformas, ya la política, recién la laboral, no se modifica la primacía noticiosa por la nota roja. Si el gabinete económico irrumpe en un salón de Los Pinos para declarar el fin de la crisis y el inicio de la recuperación económica, como lo hizo el viernes al mediodía, sus dichos carecen de resonancia en la mayoría de la población.
Ante la impotencia que produce una conducción política que se guía a la deriva, colgarse del mundial de futbol y de los pies de la oncena nacional por parte del gobierno no tiene rendimiento asegurado para distraer a la ciudadanía por mucho tiempo, pues todos sabemos que antes de que inicie julio los seleccionados regresarán como de costumbre, lejos de la final. Las televisoras y los patrocinadores habrán hecho su negocio y Javier Aguirre, repleto de dólares, podrá dejar junto con su familia este país de desgraciados –él dice jodidos (Qué tiempos aquellos en los que el Vasco jugaba cascarita con la comandancia indígena del EZLN) Para entonces, la desilusión anunciada se encontrará con el proceso electoral de mitad de año, entre el desaire de los votantes y la rijosidad de las fuerzas política contendientes.
Tal vez la conmemoración de la violencia instituyente de la guerra de independencia y de la revolución logren un punto de quiebre, contención y disminución de la violencia criminal.
La violencia se ha posesionado de la escena nacional y hace insuficiente la compra de primeras planas por parte del gobierno para modificar su estelar presencia. Se inauguran hospitales y nada, el gobierno sigue ensombrecido. Si éste propone reformas, ya la política, recién la laboral, no se modifica la primacía noticiosa por la nota roja. Si el gabinete económico irrumpe en un salón de Los Pinos para declarar el fin de la crisis y el inicio de la recuperación económica, como lo hizo el viernes al mediodía, sus dichos carecen de resonancia en la mayoría de la población.
Ante la impotencia que produce una conducción política que se guía a la deriva, colgarse del mundial de futbol y de los pies de la oncena nacional por parte del gobierno no tiene rendimiento asegurado para distraer a la ciudadanía por mucho tiempo, pues todos sabemos que antes de que inicie julio los seleccionados regresarán como de costumbre, lejos de la final. Las televisoras y los patrocinadores habrán hecho su negocio y Javier Aguirre, repleto de dólares, podrá dejar junto con su familia este país de desgraciados –él dice jodidos (Qué tiempos aquellos en los que el Vasco jugaba cascarita con la comandancia indígena del EZLN) Para entonces, la desilusión anunciada se encontrará con el proceso electoral de mitad de año, entre el desaire de los votantes y la rijosidad de las fuerzas política contendientes.
Tal vez la conmemoración de la violencia instituyente de la guerra de independencia y de la revolución logren un punto de quiebre, contención y disminución de la violencia criminal.
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