El destino del negociante Diego Fernández de Cevallos, evasor empedernido de responsabilidades públicas –por algo desertó de hacer campaña por la presidencia y ha preferido ser legislador y litigante- no es personaje clave de la transición, es coautor del desastre nacional producto de una modernización fallida. Su desaparición es cortina de humo, el negociante es ahora objeto de una negociación de la que nada sabemos. Vivo o muerto Diego, México seguirá siendo un país de jodidos, como sugiriera para otros efectos otro personaje ya desaparecido definitivamente, Emilio Azcárraga Milmo, “El Tigre”.
Lo importante es hacer la paz, no precisamente de la falsa guerra en contra del narcotráfico. Hacer un acuerdo nacional para una redistribución de recursos, pues los recursos mal distribuidos son la causa del ánimo beligerante que invade al país y razón por la cual la minoría ridícula decidió delinquir para salir de jodidos.
Pensar la paz, convocar la paz, desear la paz, soñar la paz, no en el sentido limitado de ausencia de guerra o de conflicto, sino como alegría vital que no requiere del placebo del entretenimiento personal o del disfrute del sufrimiento o fracaso del otro. Acceder a la paz es construir reglas que produzcan convivencia pues muchas mentiras hemos sacralizado.
Libre mercado, libre empresa, sí. Sin trucajes o enjuagues que facilitan la concentración de la riqueza. Nulificar los favores políticos de la autoridad que se encubren con el manto de la normatividad o el aprovechamiento del exfuncionario que explota información privilegiada para realizarse como empresario.
Democracia, sí. A prueba de chapuzas, que no requiera de una costosa burocracia y que sea tan evidente que haga innecesaria la protesta poselectoral.
Sindicatos, sí. Con renovación efectiva de sus líderes y que éstos no tengan acceso al disfrute privado de las cuotas sindicales.
Subsidios, sí. Que se apliquen con efectividad, que lleguen a los que más necesitan por padecer carencias económicas y que no se los roben los servidores públicos y los líderes que tramitan dichos subsidios.
Derogar la reforma salinista que promovió en los hechos la intromisión de las Iglesias en los asuntos públicos en detrimento del Estado Laico.
Demandar al gobierno de los Estados Unidos a que retire su actual embajador en México y lo sustituya por uno que sea experto en Estados felices.
No depositar en once pares de piernas el humor de un país ¡Ya bájenle panboleros! Y ese Javier Aguirre, que se moche con unos dolarucos.