jueves, 6 de noviembre de 2008

"Accidente"


El martes cuatro de noviembre, los ojos del mundo estaban puestos en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Barack Obama, el candidato demócrata, como el centro de atracción del primer presidente negro de EUA. En México, el “accidente” de un jet la tardenoche de ese martes, en el que viajaban dos funcionarios de primer nivel, el secretario en gobernación Juan Camilo Mouriño y José Luis Santiago Vasconcelos, reposicionado en el organigrama de la seguridad, perdieron la vida junto con otras seis personas que venían en la unidad. Un “accidente” espectacular, parecido a la caída de un meteorito, acaecido en una zona de la ciudad de México caracterizada por el alto promedio ingreso de sus habitantes, al lado de una vialidad de mayor ocupación, el periférico norte, en una de sus horas pico.

Dos orientaciones de la opinión no se podrán modificar al respecto de esta desgracia.

Una cosa fue la idea que se formó la opinión pública de Mouriño como encargado de despacho en gobernación, una idea lejos de la admiración, todo lo contrario a lo expresado por el presidente Felipe Calderón. Si se hace una revisión exhaustiva de la prensa escrita, el puesto de secretario de gobernación fue demasiado para el joven empresario que incursionó en el redondel de la política.

El otro asunto es la interpretación de contexto que la gente en su mayoría hace. El contexto de la guerra contra la delincuencia organizada que se libra en México es la especulación favorita para ver el “accidente” como un atentado o sabotaje.

Muchas cosas se dirán y no tiene caso abundar a lo que se da con demasía.

Lo sucedido debería ser un acicate para la clase política, para constituirse en la conducctora de un México en paz y productivo. Reconstruir la imagen de la clase política que hoy se encuentra desvirtuada por las aspiraciones personales de riqueza material en oposición a la vocación de servicio.

Recurrir al Mosaico de la Torre Annunziata (siglo I a.C.), al que por otros motivos Peter Sloterdijk aborda en su prólogo de Esferas II. Una imagen tal, suponerla en la clase política, de talante filosofante, de actitud reflexiva, disposición deliberativa y prolija de armonía. Lo no visto.
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