viernes, 4 de diciembre de 2009

¿Dónde están?



Ni-Ni no es un nuevo virus de influenza. Es una especie de acrónimo que nombra a los jóvenes que Ni estudian, Ni trabajan. Así lo ha dicho el Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, José Narro Robles. Son siete millones de jóvenes mexicanos los que ni estudian, ni trabajan. Esta condición los hace candidatos para incorporarse al crimen organizado. Eso dice el Rector. La cuestión es el país que los pone en esa condición. http://www.eluniversal.com.mx/primera/34037.html

La información de la nota periodística es magra, mucho hay que investigar al respecto. Aquí sólo se sugiere indagar, plantear preguntas que cuestionan las fronteras de lo dicho por el Rector.

¿Los Ni-Nis tienen una expresión cultural? Son “Emos”, “Punketos”, “Cholos”, teleadictos, cibernautas de tiempo completo, expertos en videojuegos. Están recluidos las veinticuatro horas del día en su casa o la calle es su hogar. Cuántos son pobres, cuántos no tienen problemas de ingreso, cuántos tienen una patología física o mental. Falla el diseño de las dependencias: la Secretaría de Educación Pública en su vertiente media y superior, la Secretaría del Trabajo en la capacitación o se trata de la marginalidad necesaria para el óptimo funcionamiento de los mercados.

Para decirlo crudamente: son la gente que sobra, que no tiene lugar ni en las aulas, ni en el mercado laboral. Un rezago social más, como el de la pobreza o los relacionados con la equidad de género. Una nueva clasificación estadística que masifica, que no admite nombre propio, ni domicilio. Estadística que no nos dice cómo se llaman, ni dónde están, pues eso sería el inicio para concederles respeto. Respeto que les es negado.

Los Ni-Nis son jóvenes mexicanos sin identidad que los inserte socialmente, ni voz reconocida en la escucha de la audiencia del poder. Son la dilapidación del bono demográfico. La caridad y la filantropía no los alcanza. No sabemos si están al amparo de una política pública o están a merced del crimen organizado o de la policía. Son resultado el desvanecimiento de los derechos sociales en aras de una competitividad que comprime y exprime el factor trabajo. No tienen esperanzas. El aquí y ahora tiene en ellos aspecto delincuencial. No se ve por donde desde su condición surja el clamor por sus derechos sociales, pues no se asumen portadores de esos derechos. Si eso ocurriera serían sujetos activos del estallido social.

Hoy, los Ni-Nis son la hendidura de un país fracturado entre trabajadores que salen a reclamar sus derechos y una élite que se le desgarra el corazón por lo niños que padecen alguna discapacidad.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Exequias



Lo opinión generalizada sobre el gobierno de Calderón constituyen exequias para un gobierno muerto. Entendido gobierno en la restricción de su significado a la evidencia de rumbo y a la vitalidad del apoyo popular (no confundir con las encuestas) Cada vez son más los que no le ven rumbo al gobierno y son mucho menos los que están dispuestos, a voluntad, a salir a la plaza pública para celebrar al presidente constitucional pues no hay motivo para ello: más desempleo, más pobreza, más delincuencia. Todo acto público presidencial está blindado del contacto con el pueblo.

Felipe Calderón sabe que se le fueron tres años pero no tiene la humildad de la autocrítica. Se justifica aduciendo a la proclividad, no dice de quien, de preferir el debate estéril. Se le olvida que el debate lo hacen cuando menos dos. Se le olvida que él ha preferido las campañas publicitarias al debate. Recordemos el tesoro escondido, la desaparición de tres secretarías o el 2% de impuesto al consumo para combatir la pobreza, por mencionar algo de su repertorio publicitario. Antes de concluir el debido acuerdo y alcanzar la definición legislativa se tañían las campanas de la publicidad. Ahora el presidente Calderón se dice dispuesto a reiniciar y vuelve a los temas de la reforma energética, fiscal y política.

El gobierno ha muerto y el país vive gracias a las instituciones del Estado construidas en el siglo pasado, gracias a la sociedad que pese a su desesperación y sufrimiento no se ha rebelado para exigir la renuncia del gobernante. Cierto que la solicitud existe, no con la fuerza suficiente para ser un reclamo popular. Las condiciones están dadas, a la explosión la detiene el pretexto que colme la desmesura del encono.

La pregunta vital para el país no es saber en qué falló Felipe Calderón. Eso ya lo sabemos: falló en todo. Como sociedad se ha fallado en la ejecución de la transición hacia la democracia. El autoritarismo quedó intacto pues las instituciones de la democracia electoral sustituyeron al pacto social. Así como en el pasado el pacto social, que dio identidad y fuerza a la nación, fue desvirtuado por el corporativismo que dio pie al ejercicio autoritario del poder. Hoy la democracia ha quedado desvirtuada por el rejuego de los poderes fácticos, poderes que han reinstalado el ejercicio autoritario. Sólo asociando la democracia al pacto social se podrán generar mejores condiciones para confrontar y evitar el autoritarismo.

En esta situación el PRI ha dejado de ser promotor del pacto social, lo ha echado al olvido y ha preferido ser el principal sostén político de Felipe Calderón, a sabiendas de que el gobierno está muerto, pues el reconocimiento y el liderazgo sólo alcanza para su familia nuclear, según lo agradeció Calderón en el aguado festejo del tercer aniversario del gobierno fenecido.

El país se le ha ido de las manos, son las instituciones del Estado y la sociedad las que han evitado el caos. La pregunta es hasta cuándo. Será hasta que todo el territorio se convierta en campo de batalla de los tres ejércitos (Javier Ibarrola dixit) y la sociedad quede sometida a alguno de ellos: al del narcotráfico, al del verde olivo o al inventado por Calderón, el ejército negro de Genaro García Luna. ¿Será necesario llegar a tal extremo? Y sólo entonces la movilización popular opere el cambio de manera extraparlamentaria y a pesar de los partidos.

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