lunes, 29 de julio de 2019

Coneval, un contexto


Todos los días tenemos que liar con dos versiones del presente político mexicano que devienen de un gobierno con gran legitimidad de inicio. De un lado la versión regeneradora que parte del nuevo gobierno, su movimiento y de la ciudadanía que ha hecho suyas las acciones del cambio para atender a las mayorías rezagadas, con carencias, en condición de pobreza. Núcleo de un proyecto explícito. La otra versión es la narrativa del equívoco, del señalamiento de la improvisación y la falta de datos que sustenta un conjunto heteróclito al cual no alcanzan a unir los partidos que están hoy fuera del gobierno federal. A falta de ello se erigen en representantes de la oposición organizaciones civiles. El núcleo, al que se denomina conservador, es un conjunto de intereses que se sienten afectados por la cuarta transformación. Éstos no pueden llamarse sorprendidos: AMLO está llevando adelante el proyecto que propuso.

Cada semana surge un asunto para acerar el disgusto referido a propósito de la austeridad hecha ley. La Biblioteca José Vasconcelos, Conacyt, INBAL, IMER, Notimex. Ahora los reflectores han caído cobre la Comisión Nacional de Evaluación de la Política Social – Coneval de aquí en adelante. Sin un documento soporte se recurre la especie de que el gobierno quiere destruir instituciones, incluido Coneval, por medio de la austeridad.
El Coneval es una institución mandatada por la Ley de Desarrollo Social del año 2004. Su decreto fundacional se publica en 2005: medir la pobreza y recomendar mejoras en la política pública condensa su justificación, como organismo público descentralizado adscrito a Sedesol y autonomía limitada. En el año 2018 se perfeccionan los lineamientos del 2010 en los que desde entonces se basa la medición de la pobreza, su metodología y la fórmula para una medición multidimensional. El ingreso ya no es el criterio único para medir la pobreza, como ha sido tradicional en el mundo, se agregan las variables de educación y salud, entre otras. La información que analiza y ordena -los datos- es proporcionada por el INEGI. Podría decirse que el Coneval es un laboratorio higiénicamente instituido, que con orientación metrológica basada en cifras censales y de encuesta le dice al gabinete social hacia dónde se tienen que enfocar las políticas sin que ñor ello el organismo tenga que mirar o escuchar a los pobres.

Lo que ha saltado, a resultas de la austeridad, son las directrices de las estructuras burocráticas del personal de confianza de la administración federal de los últimos años. Se volvieron rígidas, muy difícilmente Hacienda acepta modificarlas para su ampliación, por el contrario, las llegaba a reducir para crear un puesto superior, el caso de las direcciones generales adjuntas. Ha sido un tabú administrativo engordar las estructuras. Se recurrió al deporte de darle la vuelta, contratar eventuales, prestadores de servicios por honorarios -asalariados disfrazados de empresarios- contrataciones de empresas de servicios para evitar la creación de plazas nuevas que operan los sindicalizados. Así permanecían las estructuras casi sin modificaciones, al tiempo que se incrementaba el gasto corriente. Desde hace años Hacienda ha ordenado esta simulación de no crecer el aparato burocrático. Claro, llega la Ley de Austeridad y afecta a los empleados no reconocidos en la estructura formal. Coneval no es ajeno a esta situación. Esa es la fuente de la insuficiencia escondida en la administración heredada que la austeridad vino a detonar. Una austeridad con el propósito de acopiar recursos para apoyar a los que menos tienen.

Y si uno lee las opiniones desaparece esta relación íntima entre el Consejo y la Austeridad Republicana como si fueran opuestos, entre el objeto pobreza y los sujetos pobres.

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