domingo, 14 de diciembre de 2008

Economía

El proceso electoral del 2009 es de interés de los partidos participantes pues se trata de una oportunidad para redistribuir su influencia en la Cámara de Diputados y en otros procesos de carácter estatal. Lo que no se ve claro es si estos procesos del año que viene serán del interés de la ciudadanía. La seguridad y la economía afectan el ánimo de los electores y éstos no tienen incentivos mayores para salir a votar, a excepción de que la ciudadanía decida manifestar con la abstención masiva su desprecio por los escasos rendimientos de la democracia electoral como factor de la prosperidad y de la paz social. La crisis productiva del sistema económico y el incremento de la violencia de parte del crimen organizado están cuestionando las ventajas atribuidas a la convivencia democrática.

En lo que se refiere a la inseguridad, su combate es una estrategia que verá frutos a largo plazo, pasando por el reordenamiento legal y la limpieza a fondo de las instituciones encargadas de combatir la inseguridad y producir justicia.

Lo que va adquiriendo una centralidad en la agenda pública es el curso de la economía. El gobierno no ceja en poner por delante su optimismo frente a la adversidad económica global, recurre en voz de su secretario de Hacienda Agustín Carstens, para decirnos que todavía no entramos en recesión mientras no se tenga crecimiento negativo de manera consistente durante tres trimestres.

El asunto no es de una consideración técnica en medio de la actual coyuntura económica. En el fondo está el historial de un crecimiento magro durante los últimos ocho años, cuando lo deseable sería un crecimiento de 7 por ciento del PIB. La alternancia en el poder no tuvo ese valioso acompañamiento en el comportamiento económico, muy a pesar de la disciplina fiscal y la confianza en el juego libre de las fuerzas del mercado. Independientemente de la crisis, la situación económica que ha privado en el país ha sido adversa desde antes de que se considerara irrupción de la crisis, al menos por parte de la opinión especializada.

David Ibarra, en su colaboración reciente para El Universal, ofrece los siguientes datos de la actual década perdida: “En México, el 10% de la población con las rentas más altas toman para sí alrededor de 40% del producto. En contraste, el 10% más pobre percibe apenas algo más de 1%. Cada año emigran 400 mil ciudadanos carentes de empleo. El sector informal absorbe 30% o más de la fuerza de trabajo en actividades de bajísima productividad y carentes de toda protección social. De los 70 a la fecha, los salarios mínimos reales se han deteriorado más de 60% y los contractuales alrededor de 25%.”

Si así están las cosas, qué se puede esperar para cuando la recesión sea reconocida.

Para el gobierno no hay advertencia que valga. Ya esta semana el empresario Carlos Slim señaló lo que la sociedad, no sólo la opinión publicada comenta, la necesidad de que los Bancos del sistema financiero nacional reduzcan sus tasas de interés que prevalecen hoy por las alturas si se les compara con las de otros países por el otorgamiento de créditos. Los legisladores coincidieron y apuraron una propuesta para poner topes a las tasa de interés. El presidente de la Asociación Mexicana de Bancos se opuso rotundamente a la sugerencia de Slim. El gobierno, a través de Luis Pazos, se sumó a la posición empresarial.

Lo que no han justificado los Bancos es el porqué de su decisión más allá de su consideración dogmática y opuesta a la regulación estatal. ¿Por qué no tienen voluntad para decidir ellos mismos una reducción de las tasas? ¿Por qué repartieron crédito sin considerar las capacidades del acreditado? La respuesta no es dogmática, la respuesta es perversamente pragmática. Ellos saben que si sus clientes caen en el no pago el gobierno vendrá a rescatarlos. Así hacen de su negocio un paraíso sin riesgos pues el gobierno vendrá a salvarlos con recursos fiscales, asumiéndose la irresponsabilidad de los banqueros como deuda pública.

Junto con el crimen organizado, los bancos están preparando las condiciones de una gran protesta social. Están advertidos.
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