La semana pasada terminó el
cierre de precampañas, un eufemismo legal para referirse a la campaña
permanente de todo político que se aprecie en el formato de la competencia
democrática, aunque al pueblo no le gusta tanto trote. Con mucha pena y sin
gloria, el entramado electoral, de autoridades y partidos queda a deber o
cumplen con más de lo mismo. Ya se verá en la participación ciudadana por
verificarse este año electoral. El partido oficial como un nuevo agregado de “ambiciosos
vulgares”, no pudo solventar con decencia el proceso de selección de
candidaturas a puestos de elección popular. El poder por el poder se impuso a
una oficialidad esmerada en retener el poder. Parlantes militantes alegan la obligación
de respetar los resultados de las encuestas, como si el proceso en sí fuera un
modelo de respeto. El daño se lo propinó MORENA y sigue sin reconocerlo.
La oposición, sin presentar
mejores credenciales, desde la coalición formada por el PRI, el PAN y el PRD,
evitando emplastar un maquillaje ideológico atractivo, negaron sus orígenes y
sólo quieren recuperar las ventajas personales extraídas de la posesión del
poder. Sus propios liderazgos no lucen, tan es así que siguen siendo
coordinados por un activista de intereses empresariales formado en la anti
política, en el esquema de los años setenta, de la fundación de Consejo Coordinador
Empresarial y asociaciones de empresarios agrícolas (En ese conservadurismo
destacó Manuel J. Clouthier del Rincón, Maquío, antes de integrarse al
PAN durante el proceso de neoliberalización de ese instituto). Oposición sin
identidad ideológica, es natural que tenga desprendimientos de personajes en
busca de acomodo político y se integren al partido oficial.
Tener en cuenta, transformar el
estilo de vida imperante llevará generaciones. Sin olvidar -sucede- el hecho de
que la delincuencia fue un socio fundacional de la acumulación capitalista y
ahora lo sigue siendo como socio oscuro.