miércoles, 18 de noviembre de 2009

Desvelo y presupuesto



Pocas veces la prensa escrita es tan unánime sobre un tema noticioso. En esta ocasión, la aprobación del presupuesto 2010 hecha en San Lázaro ha formado un coro condenatorio sobre la clase política mexicana. Tan aplastante es la opinión adversa que se pierden los matices ante un hecho vergonzoso, de pena ajena. Y los diarios tienen la razón, el espectáculo fue de reparto de botín.

No es que antes no haya sido así, nada más que antes la disputa por el presupuesto la controlaba el presidente de la república y la actuaban los titulares de las dependencias a su cargo. La Cámara de Diputados tenía una clara mayoría priísta en términos absolutos. La rebatinga era discreta. Pero desde que llegó el gobierno dividido y después con el arribo de la alternancia, la fuerza de los gobernadores se impuso. Que no se diga que esto es producto de la democracia. Eso sí, es resultado de tener élites que parasitan a la democracia y a su principal activo, el ciudadano.

Y no se trata de hacer una discusión técnica sobre la hechura del presupuesto. Lo que molesta es la actuación de rapiña que brindan los legisladores. Ya quisiera la ciudadanía ver en los legisladores el mismo celo y desvelo por la rendición de cuentas. Eso sí nomás no se les da. Una clase política que lleva al país a situarse en los índices de la africanización en cuanto a alimentación, competitividad y transparencia.

Una clase política que no garantiza con el presupuesto aprobado mejora en la educación, crecimiento económico, creación de empleos o reducción de la pobreza. Lo suyo, lo que se dice lo suyo son las campañas, darle manga ancha a los gobernadores, satisfacer al corporativismo. El ciudadano común es lo de menos, allá él y su tristeza, su apatía. Rumiando una sed de justicia que no se apaga (Los mexicanos padecen un cuadro agudo de desánimo - El Universal - Sociedad)

Los legisladores y los gobernantes no ven esa realidad porque ni siquiera se asoman a verla. Su arrogancia es tal que no están dispuestos a ver por el prójimo, sino a verse a sí mismo en el amplio espectro del espejo mediático de 360 grados, con toda la falsedad de lo que es editado. El copete, el bigote y sin abucheos. No están dispuestos a abandonar su zona de confort, diría Gómez Mont. Aumentando los impuestos sin mejorar los servicios que están obligados a prestar. Todos, toditos, ya están pensando en la sucesión del 2012.

Ya se pueden incendiar guarderías, decretar despidos masivos, penalizar a la mujer que toma la dolorosa decisión de abortar, los políticos no se conmueven. Sólo los mueve la disputa por los recursos, les quita el sueño, los pone a trabajar en días de asueto. Sacar cuentas para que al día siguiente se consigne en la prensa decir quien ganó, quien perdió de entre ellos. Al fin y al cabo hay un perdedor absoluto: la sociedad.

Que no se diga que esto es democracia, que se topó con la mala suerte de la crisis económica. No han brotado los frutos de un orden democrático: amor, paz y bienestar.
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