jueves, 25 de enero de 2018

Una chica nada palacio

El miércoles 24 de enero de 2018, en el Hemiciclo a Juárez de la Ciudad de México, se desarrollaba la verbena para recolectar firmas en apoyo a la candidatura independiente de María de Jesús Patricio Martínez: Marichuy. Nada más pasaron las cinco de la tarde y el aguacero dispersaba a la gente reunida. Llegaba Marichuy despuesito de las seis de esa misma tarde, los congregados se volvieron a reunir, la lluvia amainada se les hizo soportable.

Los símbolos militares asociados al subcomandante Marcos y sus guerrilleros, los símbolos religiosos unidos a la imagen de Samuel Ruiz y la catedral de San Cristóbal, que irrumpieron al primer día de 1994, no estuvieron presentes en la lluviosa tarde noche. El evento de Marichuy vistió a la organización indígena con un ropaje cívico y laico que desde hace años se han esforzado por construir a través del Congreso Nacional Indígena y el Concejo Indígena de Gobierno.

Marichuy, indígena nahua de Jalisco, no requiere disfrazarse de Chamula (Meade), tampoco tiene una colección de rebozos (Zavala) combinables con ropa de alta costura o de marca. Ella ejerce medicina tradicional (herbolaria) no hace limpias chamánicas como a las que recurre otro precandidato (AMLO). Quiere ser candidata a la presidencia sin aspirar a gobernar desde palacio nacional. Quiere que los pueblos indígenas sean escuchados y respetados, la base y el inicio para construir un México justo.

Desde que inició el movimiento indígena de Los Altos de Chiapas, éste se deslindó de los partidos. A solicitud expresa de una consulta ciudadana, la cual contradijeron, rechazaron convertirse en fuerza política, en partido. Parece que su ejemplo ha impregnado la política nacional. Hoy existen los candidatos independientes que niegan a los partidos. El mismo aspirante presidencial del PRI se dice apartidista. Qué copiones.

Los pueblos originarios de México son pueblos en resistencia, dan contenido a una peculiaridad de la lucha anticapitalista: la defensa de la tierra. En tanto dueños de bosques y selvas, de apetecidos recursos minerales y codiciados terrenos para el establecimiento de empresas productoras de energía, el capitalismo se ha declarado su enemigo, de los pueblos y del medio ambiente del cual son protectores.

Así resumo la gesta que ha emprendido Marichuy, sin florituras ni excesos retóricos que me llevarían a confundirla con los políticos de siempre.

Me resulta un contrasentido el hecho de una reunión convocada por indígenas al lado del monumento de un liberal. Desde que México se hizo independiente el liberalismo ha fungido como un agente destructor de las comunidades indígenas en dos etapas. En la segunda mitad del siglo XIX con la legislación agraria que desconocía por igual la propiedad eclesiástica y la de las comunidades indígenas. Por eso en 1910 se levantó una revuelta en el campo para restituir de sus tierras a las comunidades y algo más, a los campesinos sin tierra. En las últimas décadas del siglo XX, el renacido liberalismo se ha convertido en amenaza para las comunidades. Algo tienen que revisar los liberales en tanto hijos del humanismo.


Todavía es tiempo de firmar por Marichuy, la dignidad y respeto a los indígenas es impostergable, en ello va nuestra propia dignidad y respeto.

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