Eso de las precampañas es un
eufemismo ¡Son campañas! Por eso no escribiré sobre ellas, ni de las encuestas,
ni de las estrellas en las que titilan, las redes. Es lo mismo y sin ahorro.
Prefiero extender mi comentario
sobre Hacienda y los empresarios que hice en la primera entrega de este año*.
Ha quedado a la vista la
intervención de SHCP en pasados procesos electorales. Ahora tenemos la promesa
de José Antonio González Anaya de no hacer política electoral. Hacienda no sólo
cobra impuestos y controla el presupuesto, entre otras funciones. Hoy en día se
ha convertido en el instrumento de sometimiento, avenimiento político más bien,
capaz de sumar “voluntades” de a cómo no, tanto de gobernantes estatales,
municipales y de legislaturas locales. A punta de billete sincronizan a la
clase política, lo cual no se refleja plenamente en la mejora de la
administración pública.
El logro de las reformas
estructurales, consideradas por el presidente Enrique Peña Nieto su trofeo más
preciado, sería impensable sin la mano del sector financiero gubernamental. Lo
que no pudo ni Ernesto Zedillo, ni los dos gobiernos panistas que le sucedieron.
Se dispuso de la chequera, si pudieran confirmar los responsables, para que
gobernadores y el Congreso de la Unión se alinearan. El reparto alcanzó para
obtener los votos requeridos y aprobar las reformas. También es impensable que
sin el “descuido” de la autoridad hacendaria las historias sobre gobernadores y
altos funcionarios acusados de corrupción no vendrían a cuento en los medios.
Como en las competencias olímpicas, las medallas ganadas pueden ser impugnadas,
en el tenor de esta analogía, por “dopaje” hacendario, si es que eso existe.
En relación con los empresarios a
veces me creo una imagen monolítica en su actuación política. Como si fuera una
máquina bien aceitada, supongo que las cúpulas y los grandes consorcios tiran
línea y esta es seguida obedientemente por la masa empresarial (no niego que su
poder de propaganda se extienda más allá del gremio, influyen en todos los
estratos sociales)
En el 2018 la coyuntura se presenta complicada. Muchos empresarios están molestos por la reforma fiscal, la
inseguridad, por la elevación de precios en energéticos, por no tener acceso a
créditos blandos, por no tener las ventajas de los grandes como las millonarias
devoluciones fiscales, entre otros nutrientes del malestar. La desregulación
con la forma de rutilante carroza se convirtió en calabaza. Hágase la
competencia en los bueyes de mi compadre. Todavía más, la fórmula de empobrecer
a los asalariados debilitó al mercado interno, fomentó la economía informal y
creó un ejército de reserva para el crimen organizado. Peor imposible.
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