viernes, 2 de marzo de 2012

Y sin drenaje





La lluvia de la que platiqué no para. Eso no es todo. Llueve mierda y no hay drenaje. Se empieza a chapalear  en el excremento. El periodo de intercampañas que pone en veda la propaganda de los que se registrarán como candidatos a la presidencia (Enrique Peña Nieto, Andrés Manuel López Obrador, bla-bla-bla) no detiene la propaganda. Tenemos las encuestas sobre las preferencias electorales, tenemos la gráfica de la prensa, tenemos los encuentros con tal o cual gremio.


Más allá de las florituras de la ley, el hecho es que la restricción no detiene el flujo (des)informativo sobre los candidatos. Las campañas están embozadas, enmascaradas, sin decir su nombre, en marcha y haciendo daño. Los afectados no sólo son los candidatos, también el país.  La prueba para los presidenciables será sobrevivir a esta ficción. La prueba para la ciudadanía será llegar a las casillas el primer domingo de julio del 2012,  pues puede terminar desentendida de las elecciones, harta de una contienda en la que unos a otros se empeñan en exhibir negativamente al adversario. El futuro colectivo no se dibuja. Eso sí, quedan plasmadas las ambiciones insolentes de una minoría.


Para colmo, la publicidad de la autoridad electoral no es acompañada de acciones que demuestren que la ley se cumple y pone a temblar a los actores políticos. Nada de eso, el Instituto Federal Electoral encogido en el pánico, ha preferido incorporarse al guión del presidente Calderón de que las elecciones están amenazadas por el crimen organizado. Con esa estimulación, la gente preferirá guardarse en sus casas. Y con razón, pues efectivamente los hechos de violencia siguen incontenibles. La cruzada iniciada por el gobierno en contra del crimen organizado es ya frustración en el rostro de Felipe Calderón. El fastidio que se carga no puede ser más elocuente. Y del enfado no se puede esperar buen juicio.


No hay alcantarillado que escurra el pertinaz temporal que amenaza a una democracia de adobe, edificación que dio abrigo a la alternancia y que ha sido inhospitalaria para la transición. La rendición ante el orden económico global, expresado en un vertiginoso flujo de capitales y el canto de las sirenas de la industria del entretenimiento, han destruido las fortalezas del México populista: el mercado interno, el mundo del trabajo y el microcosmos familiar. Rota la solidaridad, el capitalismo salvaje y el crimen organizado depredan al país.


Y ése no es el México que soñamos.


martes, 28 de febrero de 2012

¡Ay, pinza! No te cierres tanto





Como siempre, la sucesión presidencial se está decidiendo por movimientos extraelectorales. Las elecciones sólo van a envolver el resultado predeterminado, como en el denostado pasado. No hay manera de otorgarle credibilidad y seriedad a la contienda pues ésta se desarrolla precedida por una sucesión de simulacros intitulados: “El narco interviene en las elecciones, en buen plan de favorecer al PRI”. Quién diseño el guión, el Departamento de Estado, alguna agencia estadounidense o Los Pinos, es ya lo de menos, el cálculo se centra en reducir los riesgos de un verdadero juego democrático y dejar a los confiables amigos del gobierno norteamericano, el Partido Acción Nacional.


El reciente simulacro ocurrió en Monterrey, Nuevo León, con una manta pendiente de un puente suscrita por el cártel de los zetas. Este simulacro aparece tan burdo que no se le puede otorgar verosimilitud, lo interesante es que encaja muy bien con la propaganda gubernamental de asociar al PRI con el narco, también es coherente con las declaraciones de funcionarios estadounidenses que han venido en este año a México.


Desde el domingo, en los quioscos el semanario Proceso proponía a sus lectores la infiltración de los zetas en todo el aparato de seguridad del gobierno. Para el lunes, en su portal de internet del mencionado semanario ya se desplegaba el contenido de la manta mencionada arriba. Una manta hecha con paciencia, sin prisa ni derrames de pintura. Lista para demoler al gobernador de Nuevo León, al tiempo que amenazaba a dependencias federales y se burlaba de las agencias norteamericanas. Los zetas ufanándose de tener el poder, de imponer su ley. (Lo que hacen se entiende porque hay complicidad, arreglo, de lo contrario se tendría que visualizar la desaparición del Estado)


Con estos elementos, es inevitable referirse ya al poder de los zetas. Así, con toda la fuerza de esta descomunal exhibición mediática y con verdadera consternación lo hace Antonio Navalón en su artículo para El Universal. Como que todo está muy revuelto, sin cocer y no apto para digerirse en un ambiente que se identifica con la democracia. El azar no tiene lugar, es un proceso medido desde hace tiempo, desde que los zetas se gestaron en el seno de las fuerzas armadas, desprendiéndose de ellas pero no de sus códigos, dando lugar a una rara amalgama de cártel y grupo paramilitar.


No cabe duda, “las pinzas del Estado” se cierran para detener a Peña Nieto y a la oposición en bloque. Hay una mente criminal que desde el aparato del Estado opera el apretón. Mañana, tal vez ni los enternecedores artículos de Jesús Silva-Herzog Márquez se lleguen a publicar. La oposición y las autoridades electorales tienen que denunciar el simulacro que trae consigo un retroceso real de las libertades políticas.


lunes, 27 de febrero de 2012

Es el momento





No es tarde, ni es demasiado temprano. El momento de exigir una mejor educación, abatir la inseguridad, disminuir la pobreza no puede esperar más. Es el momento de confrontar las desigualdades sociales, de eso debe tratar la discusión de lo que queremos como país, el enjuiciamiento de un orden económico que reproduce sus desequilibrios en el ámbito de la política y en la administración de la justicia. De ahí sugerir la ideación de formar un régimen que haga la diferencia de lo vivido en las últimas décadas.


Por un régimen que no se distraiga por escándalos o filtraciones, donde los asuntos públicos no queden subordinados a las ambiciones de los que tienen ventajas corporativas, de tipo empresarial, gremial, castrense o confesional y que avasallan al átomo ciudadano. Acabar con la voracidad vertiginosamente asumida socialmente, una forma de ser, de actuar, que profundiza las desigualdades y naturaliza el “agandalle”, mexicanismo que se entiende sin el aval de la Real Academia Española.


Lo que antes configuraba el Estado de la revolución mexicana no está en el mapa, subsiste en calidad de fantasmagoría constitucional, ilusión de los sentidos que supone la vigencia plena e irrestricta del derecho a la educación, a la salud, al trabajo, etcétera. Lo que tenemos es la realización de la ilusión  hobbiana del estado de naturaleza. Una realidad nugatoria de los derechos reconocidos constitucionalmente. La ciudadanía se limita, se esfuma en la representación o delegación de su fuerza, los poderes que instituye mediante el voto se vuelven en su contra o, simplemente, la ignoran.


No es necesario estimular el odio hacia los ricos, ni tomar medidas expropiatorias, ni hablar mal de los políticos y de sus partidos, sino formar un orden socialmente justo como para reducir la compulsión por delinquir que se ha extendido en  opción de acceso a la riqueza. Eso es lo que hay detrás o en el fondo de la violencia que asuela a México.


Por cierto, en esta ocasión no tuve que destacar una noticia, citar medios o invocar artículos. El desastre de país se expresa por sí mismo, sólo el que no sale a la calle o al campo no lo ve.


   
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