lunes, 27 de febrero de 2012

Es el momento





No es tarde, ni es demasiado temprano. El momento de exigir una mejor educación, abatir la inseguridad, disminuir la pobreza no puede esperar más. Es el momento de confrontar las desigualdades sociales, de eso debe tratar la discusión de lo que queremos como país, el enjuiciamiento de un orden económico que reproduce sus desequilibrios en el ámbito de la política y en la administración de la justicia. De ahí sugerir la ideación de formar un régimen que haga la diferencia de lo vivido en las últimas décadas.


Por un régimen que no se distraiga por escándalos o filtraciones, donde los asuntos públicos no queden subordinados a las ambiciones de los que tienen ventajas corporativas, de tipo empresarial, gremial, castrense o confesional y que avasallan al átomo ciudadano. Acabar con la voracidad vertiginosamente asumida socialmente, una forma de ser, de actuar, que profundiza las desigualdades y naturaliza el “agandalle”, mexicanismo que se entiende sin el aval de la Real Academia Española.


Lo que antes configuraba el Estado de la revolución mexicana no está en el mapa, subsiste en calidad de fantasmagoría constitucional, ilusión de los sentidos que supone la vigencia plena e irrestricta del derecho a la educación, a la salud, al trabajo, etcétera. Lo que tenemos es la realización de la ilusión  hobbiana del estado de naturaleza. Una realidad nugatoria de los derechos reconocidos constitucionalmente. La ciudadanía se limita, se esfuma en la representación o delegación de su fuerza, los poderes que instituye mediante el voto se vuelven en su contra o, simplemente, la ignoran.


No es necesario estimular el odio hacia los ricos, ni tomar medidas expropiatorias, ni hablar mal de los políticos y de sus partidos, sino formar un orden socialmente justo como para reducir la compulsión por delinquir que se ha extendido en  opción de acceso a la riqueza. Eso es lo que hay detrás o en el fondo de la violencia que asuela a México.


Por cierto, en esta ocasión no tuve que destacar una noticia, citar medios o invocar artículos. El desastre de país se expresa por sí mismo, sólo el que no sale a la calle o al campo no lo ve.


   

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