Las campañas por la presidencia
de la república van en su segunda semana bajo las nuevas reglas que se idearon
en el 2007.
Lo malo es la llamada “spotiza”,
es cuestión de segundos, poniendo oído a la radio o parpadear frente a la
pantalla de televisión para que la propaganda lo alcance a uno (esto último no
sucede con la misma inclemencia si se es cliente de Dish, pues esa empresa de
telecomunicación satelital tiene vedado el uso de la señal de Televisa, igual
de TV Azteca)
Lo bueno, muy bueno, es que el
protagonismo abierto del presidente en turno está negado conforme a los
términos de la ley. Digo abierto porque no creo que Felipe Calderón esté de
brazos cruzados. El ¡Cállate, chachalaca! es parte de la picaresca del pasado
reciente. Al menos por tres meses ya no escucharemos a los locutores de la
propaganda gubernamental uniformados en la expresión “El gobierno del
presidente de la república”. Eso no y es por el imperativo de equidad.
Y qué ha ocurrido en estos días,
nada extraordinario, salvo la sobrada miopía con la que se conduce la candidata
del partido oficial.
Previsible ha sido el desempeño
de Enrique Peña Nieto, que le ha apostado a capitalizar su esmerada preparación
para actuar en radio, televisión y en eventos masivos con efectos visuales. Ya
lo dije aquí, es un Pop Star y
mientras le funcione esa actuación la va explotar. No menos importante es la
invisibilidad del territorio con focos rojos a su campaña, se menciona Morelos,
Tabasco y párele de contar. En términos generales, los priístas han recuperado
esa habilidad para no poner bajo reflectores sus disputas.
Previsible ha sido el desempeño
de Andrés Manuel López Obrador, que por otra parte es el más serio contendiente
de Peña Nieto. Más allá del ajuste discursivo que representa la república
amorosa, hasta ahora ayuna de especificaciones filosóficas, lo cual es extraño
porque el candidato de “las izquierdas” tiene profesionales en la materia. Lo
importante es que AMLO es consistente en su discurso en contra de la pobreza y
la desigualdad, planteamiento que es reforzado por la realidad de la miseria y
las injusticias que padece México.
Lo complicado es sacar adelante a
quien es candidata oficial pues no es ella por sí misma, que en sí misma dice
poco, no hay carisma y una sonrisa tan rígida que parece mueca. Ella ha
proporcionado todos los elementos para que en las redes sociales y en la
caricatura le pongan una tunda bien ganada. Su problema es no percatarse que
los llamados “logros” de su partido a cargo del gobierno federal quedan mal
parados ante la realidad que a diario vivimos los mexicanos. Josefina ya tiene en
su haber dos reforzamientos de su equipo y se perfila una constelación de
especialistas en guerra sucia: A parte de Antonio Solá, se encuentra el
yunquista Juan Manuel Oliva, el incendiario Juan Molinar Horcasitas, el
sarcástico Juan Ignacio Zavala, el troglodita Javier Lozano. A los panistas
habrá que parafrasearles lo dicho por Bill Clinton: Es la gestión ¡Estúpidos!
De no suceder una catástrofe en
la campaña del PRI, será hasta el próximo 6 de mayo que se dé la ocasión para
un nuevo balance, pues ése es el día del debate. Lo mejor será recibir ese
encuentro sin estereotipos acerca de cada candidato.