miércoles, 1 de noviembre de 2023

Una colección de floreros

Si la situación política del país ha estado en un equilibrio catastrófico a resultas de la sucesión presidencial. El huracán Otis, al ensañarse sobre el puerto de Acapulco, en el estado de Guerrero, durante la noche madrugada del 23 al 24 de octubre recién, puede romper con ese equilibrio. Esto es así porque el meteoro ha calentado los ánimos entre sociedad y gobierno a partir de información contradictoria y juicios anticipados

Los vacíos de información se llenan por no ir a lo básico, a las fuentes calificadas que están en manos del gobierno. La mediatización se impone. Porqué no se empieza por abrevar en las fuentes obligadas a surtir la información sobre la gestación y evolución del fenómeno meteorológico, antes de lanzar culpas. Por diseño gubernamental son dependencias federales las encargadas de procesar y divulgar la información de las alertas climáticas. La Comisión Nacional del Agua encargada del Servicio Meteorológico Nacional y el Centro Nacional de Prevención de Desastres, ambas formalmente coordinadas. Una sectorizada en Medio Ambiente, la otra en Seguridad y Protección Ciudadana (antes se le ubicaba en Gobernación) De rigor, las voces cantantes sobre el tema quedaron afónicas frente al ruido formado por el huracán. En qué estaban las cabezas de sector, qué flujo de datos intercambiaron en seguimiento a la evolución del fenómeno. Traían las pilas puestas o cuál era su agenda, no se sabe. Es esa la información a disponer antes de enjuiciar, pero parece que a Otis lo tenían fuera de foco. No se puede conformar la desazón popular hablando de tragedia, desgracia o desastre, tampoco desde la ciencia, encogerse de hombros y declarar lo sucedido como inesperado. Escuece la desatención previa, aunque se esté consciente de afrontar lo inevitable.



Mientras SEMARNAT y SSPC mantengan ese vacío de información y dejen al presidente patinar en la mañanera, los ánimos seguirán enardecidos y que sea el correr del tiempo el apaciguador. Pero así lo ha querido AMLO, al convertirse en la fuente privilegiada del gobierno, opacando a la mayoría de sus colaboradores de primer nivel, quienes sólo informan si se les convoca a la mañanera. El esquema de comunicación innovador en un principio se ha deteriorada al sustituir la información por la propaganda y para responder a las noticias falsas.

Un presidente que se afana por estar en todas con un gabinete gris. Está por analizarse qué ha sido del gabinete de López Obrador. De una alineación que representaba cierta pluralidad de intereses, ésta comenzó a desincorporar algunos intereses. Destaca Carlos Ursúa no sólo por ser el primero en salir del equipo, su nombramiento fue un guiño a los empresarios. En la medida que el presidente se hizo interlocutor directo con los magnates de ese sector, el economista se hizo prescindible; otra separación fue la de Eréndira Sandoval, la especie no confirmada de su caso fue ponerse en la avanzada como sucesora de AMLO. Se puso en camisa de once varas y la mandaron de regreso al Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM; más adelante, Olga Sánchez Cordero, como puente hacia la clase política tradicional (¿Hay de otra?) solicitó su regreso al Senado después de las elecciones intermedias. Entre enroques y sustituciones, la alineación original se modificó, sólo quedan cuatro encargados que siguen acompañando al presidente desde su nombramiento original. El catalizador de los cambios en la segunda parte del sexenio fueron procesos sucesorios. Contra los dichos de Andrés Manuel, el gabinete es ahora una colección de floreros.

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