En el arco temporal abierto en 1977 con la reforma política de Jesús Reyes Heroles, que llega hasta la reforma realizada en el año 2008, las dudas se reproducen y las certezas se desvanecen. Qué esperabas tu ciudadano de la democracia a la luz del tiradero que va dejando la actual contienda por doce gubernaturas. Te imaginabas el alud de mierda. Tal vez sí, desde el año dos mil ésa ha sido la constante, las campañas negativas han sido el platillo más surtido. A ti te gusta la mierda. No dudo que tu respuesta sea NO. No obstante te la administran a cambio de tu voto y por eso el abstencionismo o el voto nulo te seduce.
En una perspectiva unidimensional, tu ciudadano puedes coincidir con la aspiración de que tu voto cuente y ya ¿Se ha colmado esa aspiración? NO. Seguimos con la misma gata, nada más que revolcada. Por eso el 2000 no fue un hito para la democracia, sólo verificó la alternancia pero no el sufragio efectivo. Se tenían los elementos para anular las elecciones pero el IFE no se fajó, como tampoco lo hizo en el 2006. Chapuza mata legalidad.
Aspirar a que la democracia sólo sea un procedimiento es una tontería, casi como sugerir la elección del amo en la esclavitud o del señor feudal en la Edad Media. La ciudadanía le supone a la democracia atributos. Para qué voy a votar es una cuestión rica en contenidos en un país con deficiencias institucionales y grandes desigualdades. Voto para que no haya corrupción, voto para que no se utilicen los recursos públicos para pervertir el voto. Sin embargo, el voto por sí mismo no erradica esas prácticas, por el contrario, esas prácticas se han fortalecido porque han logrado capturar el voto (y no hay partido que se distinga).
En este país se vota para tener mejor educación, para que haya mejores medios para atender la salud, para que la gente tenga ingresos legítimos y todo esto con el fin de tener una vida material menos pesarosa. La vida espiritual es harina de otro costal, temas de la psiquiatría o de la religión, muy relacionados con la familia y fuera de los alcances de la democracia.
Por qué no hemos alcanzado la democracia, pues porque es más fuerte la ambición de la acumulación sin límites (mercado) y la impunidad como atractivo non del poder político que se inculcan como valores: quiero ser el más rico y que no me alcance el brazo de la justicia. En ese basamento axiológico las élites se igualan, incluyendo a los líderes del crimen organizado.
Esa es la realidad contra la cual no se levantan verdaderas alianzas políticas.