Las campañas electorales en los estados transitaban discretamente, nadie les echaba un lazo como acontecimiento nacional. La nota roja y el futbol no le dejaban espacio a las contiendas por el voto. El giro informativo lo dio Excélsior la semana pasada, al dar a conocer grabaciones privadas del gobernador de Veracruz, conversaciones que abordaban asuntos electorales. Recién este lunes se dio otro trancazo con la filtración de nuevas grabaciones privadas, el medio MVS Noticias, teniendo como blanco al gobernador de Oaxaca, que hablaban de asuntos electorales. Es de imaginarse que Felipe Calderón no habla de asuntos electorales con sus correligionarios, que tampoco lo hacen Amalia García y Marcelo Ebrard, al menos no lo hacen por teléfono o no se tiene a la mano la grabación que así lo indique. El caso es que las campañas sucias se han metido de nuevo a estelarizar la escena nacional. No hay proyectos qué contrastar, es lodo lo que se restriega en la cara de los electores. Y así, en esas condiciones se les exhortará a los ciudadanos a que salgan a votar el cuatro de julio en Aguascalientes, Chihuahua, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Sinaloa, Tlaxcala, Veracruz, Zacatecas.
Mientras el Estado de derecho, que tanto le gusta invocar a los políticos, sigue en calidad de desaparecido frente a las narices de todos. De oficio no se ha iniciado averiguación previa para perseguir el delito de grabar conversaciones privadas hechas sin autorización judicial. Los “beneficiarios” de estas filtraciones no quieren meterse en ese terreno y si quieren que las grabaciones de marras incidan en la contienda electoral, a sabiendas que las intercepciones no tienen validez legal. El Estado se ausenta o se hace presente a conveniencia de su representante en turno (o de turno). Se ausenta para iniciar averiguaciones de las miles de muertes generadas en la lucha por la seguridad pública, se ausenta para rescatar a los mineros que perecieron bajo los escombros de la mina de Pasta de Conchos, se ausenta en su obligada intervención para rescatar a los niños bajo el incendio de la guardería ABC, el Estado se ausenta a pedido para no perseguir a los secuestradores de Diego Fernández de Ceballos. También se ausenta cuando pierde la selección de futbol.
Vivimos en el Estado del Gran Houdini que se aparece y se desaparece, incapaz de construir un diálogo nacional, en el escapismo permanente que prodiga la verborrea de Fernando Gómez Mont. Pero como sugiere Juan Gabriel Valencia, se trata de un mal prestidigitador pues no engaña a nadie. La máxima representación del Estado cree tener aliados por lo favores concedidos a los poderosos. Pero esos poderosos tienen intereses, nunca aliados verdaderos. Felipe Calderón les ha concedido todo lo posible y quisiera darles más, no se ha dado cuenta que esos intereses son insaciables, si no que le pregunte a Carlos Salinas de Gortari. Eso sí, se escandalizan por las prestaciones de los trabajadores o por lo recursos públicos que no se les ve rentabilidad, como es el caso del sistema de seguridad social. Hoyos de las finanzas que el Estado debe evitar. Finanzas públicas sanas a costa de un pueblo empobrecido.
Se procede por decreto, así sea en la instantaneidad del discurso patriotero en contra de los “enemigos” de México. El gobierno ha dejado atrás los días de la “guerra” en contra del crimen organizado y le da la bienvenida a la guerra sucia electoral. Eso sí, no dice cómo va a recoger el tiradero que ha hecho. Por las mañas que ha mostrado el gobierno federal, el tiradero seguramente se esconderá debajo de la alfombra judicial (para eso los magistrados se pintan solos) o de la alfombra publicitaria que se encargará a la mejores agencias del ramo (con licitaciones a modo ¿Hay de otras?)
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