jueves, 26 de abril de 2018

Un ataque que fortalece

Ya se le dio vuelta de hoja al primer debate entre los candidatos a la presidencia. Las preferencias electorales no dieron un vuelco, es una apreciación basada en la reacción “antiamlo” desatada por gobernadores, lideres empresariales y la versión fifí de la sociedad civil. Cuánta animadversión y qué baja civilidad por detener a López Obrador a como dé lugar. Su reacción me refiere a plantear una analogía que, con sus reservas, es inquietante.


En los primeros años del siglo XVI, el papa León X ideo una manera de aumentar el financiamiento de El Vaticano. Transformó la prexistente figura de las indulgencias para convertir a la fe en la primera mercancía global registrada de la era moderna. Limpiar los pecados y llegar al cielo se tazó monetariamente, tuvo un precio. En eso se convirtieron las indulgencias. Un monje agustino, Martín Lutero, muy estudioso y ferviente predicador de la doctrina cristiana, manifestó públicamente su controversia por la venta de indulgencias. La argumentación era sencilla. De qué sirve instruir conductas basadas en la fe si el dinero puede evitarnos sacrificios para acceder a una mejor vida en ultratumba. Roma, sede del papado, se lanzó en contra de Lutero cuando bien pudo considerar la opinión del agustino y corregir. El desproporcionado odio de la iglesia dio lugar a décadas de guerra en Europa. La santa inquisición fue uno de sus productos para convenir a ese propósito de odio, la orden de Ignacio de Loyola también. Cuánto sufrimiento se habría ahorrado Occidente de haber reconocido como aberración a la fe la venta de indulgencias y suspenderlas inmediatamente. A la postre, se fortaleció la figura de Lutero.


Algo similar ocurre actualmente con los dueños del poder y del dinero en México, no captan el sustento real del movimiento de Andrés Manuel. Hay incapacidad, más bien desinterés, por reconocer las consecuencias negativas que se sucedieron como consecuencia de las reformas construidas a lo largo de la era tecnocrática. Su soberbia no repara las consecuencias, al contrario, las agudiza. Una de esas es la explosión delictiva. Los dueños del poder y del dinero cierran los ojos ante crímenes que han exhibido ante el propio país y el mundo, el deterioro que se ensaña de manera especial con los jóvenes. El liderazgo de los tecnócratas y sus aliados como Carlos Slim o Claudio X. González, en su ánima vacía de compasión, han divinizado el mercado por encima de la dignidad humana. Enlisto casos que dejaron huella de la desgracia que seguimos viviendo:

Creel, Chihuahua, 2008.
Villas Salvarcar, Ciudad Juárez, Chihuahua, 2010.
Tec de Monterrey, Nuevo León, 2010.
Hijo de Javier Sicilia y acompañantes, Cuernavaca, Morelos 2011.
Estudiantes de Ayotzinapa, Iguala, Guerrero, 2014.
Tres estudiantes de cine, Guadalajara, Jalisco, 2018.


Son botones de vergüenza para México, entre otros casos como los feminicidios, el asesinato de periodistas, familias acribilladas, policías y soldados muertos en el cumplimiento de su deber. Eso sí, quieren producir un horror sobre el futuro, por todos los medios, si AMLO gana la presidencia. Peor no podemos estar y los jóvenes lo están sufriendo de múltiples maneras. Por eso corregir el rumbo es un deseo que no sólo inunda a la juventud, sino que, como no me había tocado ver, es un clamor intergeneracional. Es una inconformidad real por la que se explica la fuerza que ha adquirido López Obrador y su movimiento.

lunes, 23 de abril de 2018

Para el hastío

“Es agotador tener que estar siempre interpretando las medias palabras de los personajes públicos, presumir que es falso lo que dicen y tener que construir en terreno desconocido.”
Adela Cortina

Dos horas perdidas. Los candidatos comunicaron lo de sus spots y lo que ya ha reportado la prensa. Datos novedosos y alarmantes los de Jaime Rodríguez Calderón: cortar las manos a los delincuentes y militarizar las preparatorias. Caray señor Bronco, no haga honor a su apodo, México no es un Califato, ni una dictadura. Pese a sus terribles defectos, los partidos son parte de la democracia.

Andrés Manuel López Obrador salió al debate en plan de administrador de su popularidad. Todos lo atacaron. Ódienme más, que más me conviene, diría para sus adentros. Asumiendo alto riesgo, no llevó un plan de contrataque, pudiendo hacer pedazos a sus adversarios, representantes de la corrupción sistémica que rehúye cualquier nombre. La saña no es uno de sus defectos. Como el australiano Lionel Rose, estuvo bailando entre las cuerdas.



Pepe Toño perdió la oportunidad de acabar con Ricardo Anaya. Eso, de ser ciertas las filtraciones en contra del queretano que ha prodigado en especial El Universal. Si la estrategia había sido golpear a Anaya para poner a Meade al tú por tú con López Obrador ¿Por qué la abandonaron? Se puso a cuestionar tres propiedades de AMLO. Bien, bravo. Se olvido al Macho que en su paso por la administración pública federal se esmeró en blanquear la corrupción, una de las funciones no escritas de todo secretario de estado que se respete. Y no fueron cacahuates.

Ricardo Anaya repartió cates a sus principales adversarios, pero no los aniquiló. Cartelitos más, cartelitos menos, siguió al pie de la letra a sus asesores y seguramente quedaron satisfechos. Y así brilló ¿Por cuánto tiempo? Si se entra en pendencia hay que ser letal.

Margarita Zavala llegó al evento sin la compañía de su marido, Felipe Calderón. No obstante, Felipillo estuvo presente en todas las deposiciones de Margarita. Señora, cuando menos hubiera tenido la valentía (una de sus palabras favoritas) de señalar una o dos críticas a la gestión de su marido, se hubiera ganado el aplauso.


Y así pasamos un aburrido debate entre presidenciables este 22 de abril, para el olvido. Si ya sabemos cómo son, para qué los vemos.
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