Es terrible lo que hizo el
gobierno de Felipe Calderón al amparo de la guerra en contra del crimen
organizado. La fabricación de expedientes, el inicio de procesos y la
consignación de personas con el propósito de simular y desvirtuar la política
de seguridad. En el fondo, una estrategia de terror para hacer aceptable, tolerable,
a los ojos de los mexicanos, la militarización y la flagrancia en contra del
orden legal en la que incurrió el aparato de seguridad. Peor aún, una actuación
“supervisada” por los Estados Unidos y torcidamente instrumentada por Felipe
Calderón y sus altos funcionarios, en un afán desmedido por quedar bien, hasta
la ignominia de asumir el papel de confidente político del gobierno de los
Estados Unidos. Se entiende entonces la beca en la Universidad de Harvard,
Calderón en condición de informante protegido al servicio de un gobierno
extranjero ¿Cómo se llama eso? Traición a la patria, sí, una de las causales
para interponer un juicio político en su contra.
Jennifer o Roberto López Nájera,
testigo protegido estrella de la administración anterior proporcionado o
sembrado por la agencia antidrogas (DEA, según las siglas de esa entidad del
gobierno norteamericano) De sus dichos el gobierno calderonista hizo “prueba”
para consignar a inocentes y encender los reflectores del escándalo mediático.
Uno a uno los casos han ido cayendo por falta de pruebas. Noé Ramírez Mandujano y
el general Tomás Ángeles Dauahare, entre otros, han sido deshonrados por el
mercenario. Jennifer, que para efectos prácticos, fungió como un servidor
público con un sueldo de cincuenta mil pesos al mes, dio por suyas las
acusaciones que el gobierno elucubraba pero no podía sostener por sí mismo al
carecer de pruebas contundentes. Todo un cúmulo de expedientes que consagraron
la perversión de la justicia de un gobierno que careció de legitimidad
electoral. Apuntalado, por quién creen, sí, por Elba Esther Gordillo.
El que el actual gobierno, a
través de la Procuraduría General de la República, haya iniciado la tarea de
desmontar la fábrica que producía acusaciones infundadas, da visos de que se
acabó la cortesía política hacia Felipe Calderón, quien destruyó con sevicia la
paz entre los mexicanos.
Ante ese hecho no hay respuesta
puntual, pura reacción a su mejor estilo: audios, desinformación y videos. No
lo expongo en defensa de Rosario Robles y Javier Duarte, ellos se defienden
solos, sino para resaltar una forma sucia de operar la disputa política que ha dañado
al país, quebrantando su paz y devaluando su aprecio en el concierto de las
naciones.
Se entiende bien a qué salieron
ayer miércoles 17 de abril, ante los medios, Gustavo Madero, los coordinadores
parlamentarios del PAN en el Congreso y la fina persona de Miguel Ángel Yunes.
No ha defender la limpieza de procesos electorales a efectuarse este año, sino
a tender una cortina de humo para salvar el pellejo.
Parafraseando a Manuel Gómez Morín,
del PAN se puede decir que era un partido de alta consistencia ética, lástima
que se envileció.