Dónde estamos parados y hacia dónde queremos ir, es el par de interrogantes que están en el centro de la conducción política nacional.
La herencia maldita, la violencia endémica que dejó estructurada, en un lamentable juego de pinzas, la estrategia de guerra contra el crimen organizado de Felipe Calderón y la creencia de que los males y dolencias de cualquier comunidad (local, estatal, regional, nacional, global) son atendibles y resueltos por mecanismos del mercado en suma positiva, donde no hay perdedores.
El proceso reformador en curso, que toca intereses y provoca reacciones. Hasta ahora, la reforma constitucional a la educación, más que la reforma a la ley federal del trabajo, ha puesto en pie de guerra a una región del magisterio en los estados de Michoacán, Guerrero y Oaxaca. Ya se ha expuesto la perversión del uso político de la fuerza magisterial y está cobrando facturas. Lo que está por dilucidar en estos días es el cómo mejorar las capacidades de los docentes en el fortalecimiento de la enseñanza aprendizaje y proteger los derechos laborales adquiridos ¿Se puede?
Este proceso reformador toca también los interese de empresarios poderosos que se beneficiaron de la anterior ley de amparo, que quieren mantener privilegios en el ramo de las telecomunicaciones y no quieren pagar lo justo por sus cuotas al IMSS. Empresarios que empezaron aplaudiendo el proceso de reformas y ahora lo abuchean. Hasta aquí íbamos bien, dijo el buey, cuando iba llegando al rastro.
Violencia, reformas y el tercer punto de contacto sobre la desequilibrante realidad: la economía a revisión.
La economía ficción del mercado. En los años setentas del siglo pasado, durante el auge del populismo, las organizaciones empresariales y sus voceros de turno, declaraban que la intervención del Estado en la economía propiciaba la economía ficción. En nuestros tiempos, que en realidad son de los tecnócratas (mío, que tengo mío, tarará-tarará) y de la plenitud del libre comercio, se puede afirmar que el mercado sin regulaciones también es economía ficción. Es decir, la ley de la oferta y la demanda no es tal mientras en ella prive la especulación, los monopolios, la discrecionalidad de los favores gubernamentales o cómo crecen los grandes negocios al amparo de los gobernantes.
Bajo estas condiciones es una burla hablar de libre comercio. Por eso es destacable el crack de las inmobiliarias. Las decisiones en materia de vivienda del actual gobierno han puesto a temblar a los "vivienderos" que disfrutan de la economía ficción, empresarios que han encontrado en el Infonavit y el Fovissste -entre otros organismos públicos de financiamiento de vivienda- un inagotable cuerno de la abundancia. Se han otorgado créditos sin garantías sólidas, que aseguren el cumplimiento del contrato, se otorgan créditos sobre la garantía de salarios precarizados y con alta volatilidad en el empleo. Santo y seña del modelo económico. Ya vemos por qué chillan estos empresarios, ya no tienen a papá Fox, ni a papá Calderón que los consienta.
Y qué decir de las formas de otorgar crédito al consumo. Las instituciones bancarias, un día sí y otro también, hablan a los domicilios particulares ¿Dónde estás Ifai no me fai? dando la buena noticia de que ya tienes crédito preautorizado o que está a tú disposición una tarjeta de crédito. Así nada más, al ahí se va. Una bomba de tiempo que ya nos estalló.
Esta es la complicada realidad que le toca manejar al actual gobierno que ya bastante trabajo tiene para ordenar su administración y transparentarla, tirar algo del lastre de la corrupción acumulada.
Abróchense los cinturones, ha zona de turbulencia hemos entrado, el México en Paz y de educación de calidad es destino que está en la mira de poderosos intereses que no se quieren mover.
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