martes, 19 de septiembre de 2017

Diecinueve de septiembre 1985/Siete de septiembre 2017

“En toda coyuntura importante, volvemos a incurrir en las vicios racionalizaciones, según las cuáles el hombre no es sino un átomo utilitario;”
Karl Polanyi




Pero cuando se insiste en el error coyuntural este se convierte en estructura, la conciencia se estrecha, el horizonte se agota en la epidermis del individuo y la solidaridad no fluye.

Simbólicamente, el diecinueve de septiembre de 1985 y el siete de septiembre de 2017 son un corte histórico, dos fechas, dos terremotos del México que nos ha tocado vivir. Entre las dos fechas han transcurridos treinta y dos años. Del primero se presume la solidaridad como una forma de relacionarnos y de fortalecernos como sociedad. Del segundo hemos constatado el egotismo como la tipología social extendida, asumida y creída, de la metáfora del átomo mencionada en el epígrafe.

Se ha restringido el principio de solidaridad y en ello han contribuido las reformas estructurales que pusieron al margen ese principio. Toda la palabrería economicista lo ignora. Desde su inicio, las reformas económicas sólo tuvieron un objetivo no escrito, no publicitado: la CODICIA. 

Cómo batalla la solidaridad para expresarse en el México de hoy. El año electoral, la sucesión presidencial, la corrupción, los homicidios, confluyen para invisibilizar la magnitud de la desgracia provocada por el terremoto en los estados de Chiapas y Oaxaca. Más de noventa muertos, 300 mil casas destruidas según las estimaciones oficiales.

La solidaridad quedó arrinconada porque la sociedad dejó de ser una constelación de influencias mutuas, se convirtió en polvo de átomos en busca de su valencia distintiva. En treinta y dos años esos átomos se destruyen entre sí. La renovación moral de la sociedad claudicó ante la corrupción. El reconocimiento de las iglesias por parte del Estado nada significó para fortalecer el mandamiento “no matarás”, por el contrario, el homicidio se ha naturalizado, provenga del crimen organizado, del fuero común o de la operación del mismo Estado.

Esos átomos programados para colisionarse por efecto de la machacona publicidad que ya no procura vender utilidad, su afán es endiosar a cada persona. Por las series violentas de la pantalla y el ocaso de las telenovelas sensibleras. Por los videojuegos que borraron del mapa las rondas infantiles y el llamado humorismo blanco.

En treinta y dos años ha sucedido demasiado. Se reformó para liberalizar, pero sin dar forma a una sociedad liberal. La justicia no es universal, totalmente diferenciada, según se tenga acceso al poder o al dinero. La igualdad ante la ley palidece ante la reinserción de privilegios. La libertad, entendida como la ley del más fuerte, para institucionalizar el atropello ¿Es esto una sociedad liberal?

Para completar, se han generado resistencias a toda acción que signifique hacer por los demás: colaborar, cooperar, solidarizarse, pues existe la sospecha fundada de un aprovechamiento indebido del resultado de esas acciones, ya sea político electoral o económico material.

El espacio para la solidaridad se ha reducido. Lamentable retroceso.


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