martes, 3 de mayo de 2016

La narración que falta

Por si no se enteraron. Ya está en marcha el acuerdo transpacífico. Ya se legisló el Estado de Excepción, sin considerar lo prioritario, fortalecer el Estado de Derecho. Para completar, la legislación anticorrupción resultó el parto de los montes. Pero sí se enteraron y no se le dio el mayor relieve.

El espacio de la opinión lo ocupó la desavenencia entre el Grupo Interdisciplinario de Expertos Internacionales y el gobierno de Peña Nieto. Historia de una colaboración solicitada a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para esclarecer la ubicación física de los 43 estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos, los cuales se encuentran en calidad de desaparecidos (Lo de 43 es ya un emblema, sólo si es cierto de toda verdad la identificación de uno de los jóvenes, cuyos magros restos fueron encontrados en el Río San Juan de Cocula, Guerrero)

Los del GIEI ya se fueron y el Gobierno se quedó en el pozo de la incredulidad. De ese pozo no lo sacaran casuales testaferros (Oxímoron que retumba) Falta una narración de la mano y voluntad del Gobierno: narración cuyo origen está en las dependencias competentes para proveer seguridad a la población.

El relato inicia en Tixtla, la tarde del 26 de septiembre de 2014. Supongo que al menos alguna agencia federal, por no decir todas, tuvo en su radar ése día la movilización de los normalistas. Considerando tal suposición en el entendido de que la Normal ha sido un foco permanente de confrontación con el Estado, al menos desde la épica  del profesor Lucio Cabañas.

El recorrido pasa por Chilpancingo y continúa hacia Iguala, donde ocurre el despliegue represivo sobre los estudiantes. Se da la dispersión de los jóvenes hasta el momento en que desaparecieron de la noche a la madrugada, del radar de las agencias federales (si es que eso ocurrió) Identificar el punto de deslinde de responsabilidad o de crasa omisión, según se le quiera ver, es lo que falta como la narración de los responsables de la seguridad.

La construcción de una verdad histórica como la de la PGR, la cual se relata como un crimen perpetrado por narcotraficantes asistidos por policías municipales, no puede encallar en una versión serrana del triángulo de Las Bermudas, pues dicha derivación nunca responderá a la pregunta ¿Dónde están?





Caprichos de la historia, de los anales de un sexenio, de un Gobierno destructor de mitos para construir su epopeya transformadora y encaprichada, resuelta como inadvertida tragedia.
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