Se hacen pronósticos de una posible
mala relación entre el presidente Biden y Andrés Manuel López Obrador. Se trata
de deseos insanos de corresponsales, editorialistas y, por supuesto, de
políticos opositores a la cuarta transformación. Así dijeron de la relación que
se tendría con Donald Trump.
Una exposición de contexto puede
servir para reducir el pesimismo sin tener que aventurar pronósticos. Al final
del día uno nunca sabe, por ejemplo, quién vislumbró a la presidencia de Trump
como la interrupción del papel de los Estados Unidos como gendarme del mundo.
Pongo interrupción precavidamente, pues hablar del fin precisa de mayores
certezas.
El internacionalista -el
académico o práctico de las relaciones internacionales- sabe que la diplomacia
no es una ciencia exacta, pero sí un conjunto de formalidades rigurosas y toda
diferencia que se produzca entre países tiene que negociarse (Un ejemplo
extraterritorial es el Brexit, la separación de Gran Bretaña de la Unión
Europea) La relación México-Estados Unidos tiene un marco de entendimiento
expresado en leyes y reglamentos, acuerdos y tratados que idealmente postula
las conveniencias y compromisos entre los dos países y sus respectivos pueblos.
Es el contexto básico de la relación aludida.
La globalización es por sí otro
contexto, se acabó la absoluta dominancia de los productos estadounidenses. Los
países de Extremo Oriente dictan tendencias y China se ha convertido en su
vanguardia. Una razón para el buen entendimiento entre México y Estados Unidos.
La pandemia del coronavirus es un
contexto coyuntural que, hasta ahora, no se ha prestado para confrontar la
relación y ha sido factor de entendimiento.
Lo novedoso del contexto, digno de destacar, es la legitimidad del gobernante en México. Breve recuento. Salinas de Gortari arribó al poder por medio del fraude, se habló de la legitimidad a través del ejercicio del gobierno; Ernesto Zedillo reconoció que ganó la elección de 1994 sobre el cimiento de la inequidad electoral; la alternancia con la llegada de Fox cargó con la ilegitimidad de un presidente manipulable por sus cercanos y algunos poderes fácticos; Felipe Calderón es otro caso de fraude electoral, en su debilidad militarizó la relación con Estados Unidos; Peña Nieto llegó al gobierno por un abuso de recursos que no vio el INE. El PRI habría regresado para hundirse. Por eso López Obrador hace la diferencia. Su legitimidad se funda en lo electoral y en el avance de un proyecto de cambio que mantiene en lo alto su aceptación. Él es un presidente que contando con ese respaldo tiene otras condiciones para entenderse con Estados Unidos y el Mundo.