lunes, 25 de marzo de 2019

Adónde íbamos con la sociedad civil

De qué hablamos cuando hablamos de la sociedad civil. Compartimos la misma noción o esta ha evolucionado hacia una distorsión que ha erosionado su significado. Al menos en México, me parece que la “sociedad civil” se ha convertido en una especie de plataforma desde la cual una persona, un grupo de personas demanda al Estado (gobierno) la ampliación de derechos y/o el respeto a los ya existentes, denuncia las fallas del Estado y exige reparación de derechos dañados. El detalle en esta consideración es presentarse como apartidista o apolítica, en la que no cabe o se oculta el interés de clase.


Cuando Adam Ferguson enunció la sociedad civil (1767), con ello articuló una idea para referirse a la identidad de individuos según su actividad económica: artes mecánicas (labriegos y artesanos) artes liberales (profesionistas) y artes comerciales (comerciantes e industriales). Allí se encontraba contenida la sociedad civil, en la red de intercambios comerciales. A ella no pertenecían los clérigos, los nobles, los cortesanos, los militares, los magistrados. La sociedad civil era de connotación económica.

Dos hechos contribuyeron para que el enunciado sociedad civil no tuviera una mayor relevancia en su origen. Primero, Adam Smith, con su Investigación de la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones (1776) aportó un enunciado mejor aceptado, el de la economía política, un conjunto de ideas más robusto para entender las actividades conectadas al comercio; segundo, con la revolución francesa de 1789, a través de sus escritores políticos (Sieyès, Talleyrand, Fouché, Guizot) se hizo énfasis en los conflictos de clase, arrebatándole oportunidad de difusión al orden armónico implícito en el enunciado de la sociedad civil según Ferguson.

La lucha de clases, durante todo el siglo XIX y parte del XX se constituyó en el eje interpretativo de la dinámica social, asociado a la crítica de economía política propuesta por Marx. La sociedad civil quedó en el limbo durante décadas. Fue gracias a un prisionero político del fascismo, Antonio Gransci, quien planteó en sus Cuadernos de la cárcel, una reformulación del enunciado de la sociedad civil en fusión con el conflicto de clases. Las clases sociales, soportadas por su posición dentro de la economía son la base de los partidos políticos para defender intereses específicos de clase. Es desde la sociedad civil donde se confrontan las ideas políticas, definiendo la correlación entre la clase hegemónica y las clases subalternas. En la sociedad civil se confrontan proyectos, se imponen o se consensan. Para abreviar, con Gramsci la sociedad civil deja de ser una referencia exclusivamente económica para poner de relieve su contenido político que da soporte a la forma del Estado o de gobierno.

Ni Ferguson, ni Gramsci, entenderían bien a bien el conjunto de ideas que incorpora el enunciado de la sociedad civil en nuestros días. El enunciado sociedad civil no ofrece una delimitación objetiva, es un saco donde todo puede caber. Es un coloquialismo para hablar de minúsculas organizaciones que dicen representar a la sociedad civil, o para referirse a movimientos sociales de cualquier tipo: ambientalistas, de damnificados, por reivindicaciones de género, por ejemplo, ahí se ve la sociedad civil. El contenido económico y político de clase queda invisibilizado hasta en los mismo ¡partidos! Pues todos se reclaman ciudadanos.


Por eso la pregunta ¿Adónde íbamos con la sociedad civil?

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