viernes, 8 de noviembre de 2013

Matteotti, Reichstag, de linchamientos


El 10 de junio de 1924 en Roma, el diputado socialista Giacomo Matteotti fue secuestrado. Semanas después, el 16 de agosto, se encontraron los restos del político italiano.

El 27 de febrero de 1934 en Berlín, fue incendiada la sede del parlamento alemán.

Estos hechos de violencia política nunca fueron suficientemente investigados y, en consecuencia, justamente sancionados. Se dirigieron en contra de un poder formalmente establecido, en la persona de un diputado y en la sede de un edificio legislativo. En un ambiente de confusión y provocación, aprovechado por seguidores de Benito Mussolini y de Adolfo Hitler, estos actos terroristas han quedado identificados para la posteridad como los acontecimientos que allanaron el camino hacia el control total del Estado de los fascistas italianos y de los nazis en Alemania.

Es en el hilo de estas historias de brutalidad que encuentro significación a lo expresado por el diputado Manlio Fabio Beltrones, cuando define como actitud fascista a la convocatoria de linchamiento en contra de los legisladores que aprobaron la reforma fiscal. Linchamiento promovido con mayor virulencia en la frontera y tienen entre sus principales difusores a la Coparmex, el PAN y Morena. Todos ellos actores institucionales, convocantes a la ruptura de las instituciones. Si están en posición de gestar un movimiento revolucionario deberían decirlo, eso es más consecuente que simular alinearse a las instituciones de gobierno al tiempo que se plantea su socavamiento.

Así quiero entender las declaraciones del diputado Beltrones acerca de la actitud fascista.

Claro, no se puede ocultar el fondo de la crispación social. La ciudadanía está harta, me incluyo, de que los legisladores, en sus deliberaciones, repetidamente nos vendan el futuro. La gente está ávida de un presente digno y justo, aquí y en muchas partes del mundo. A los ojos de la ciudadanía los legisladores están al margen de la rendición de cuentas. Además, nunca se hacen cargo de las consecuencias de las leyes que aprueban.

Cuando se modificó el régimen agrario para dar paso a la liberalización de la propiedad rural no se anticipó el efecto ambiental de dicha reforma con el desempeño de las compañías mineras, de las inmobiliarias: contaminación del agua, destrucción de humedales, etcétera.

Cuando en 1995 se hizo la “gran” reforma al Poder Judicial los legisladores no advirtieron que el sistema de impartición de justicia continuaría en su pendiente de deterioro.

Tampoco sacaron a cuenta la endemia delincuencial que traería consigo la codicia del proceso de liberalización económica.

Es por eso entendible la desesperación e inconformidad de la gente. Se legisla sin garantizar los rendimientos benéficos que obtiene la población. Por ejemplo, se hace legislación que mantiene un bajo perfil, es el caso de la ley de contabilidad pública gubernamental expedida hace cinco años. Es la hora que no se nos informa de su servicio real al mejor funcionamiento de la Administración Pública, menos se sabe si el ciudadano recurre a dicha legislación para ensayar un escrutinio a los gastos del gobierno.

Es tiempo de exigirles a los legisladores que se hagan cargo de sus decisiones y nos demuestren que la reforma hacendaria viene acompañada una vigilancia estricta sobre los dineros públicos y hagan evidente la efectiva oportunidad de la modificación fiscal.
Y de acuerdo, es obligado desechar actitudes fascistas.
 

martes, 5 de noviembre de 2013

Las parcialidades


Para Rousseau, la gran dificultad en el alcance de la convivencia política dentro del Contrato Social son las parcialidades, el interés de grupo o estanco que entorpecen la voluntad general. En la imaginación política del Ginebrino, situada más allá de la descripción de realidades concretas, el acto de legislar está bajo las acechanzas de intereses de facto (estamentales para su época) que hoy encuadra perfectamente con los llamados poderes fácticos. Por eso se imaginaba al  hacedor de la ley como un personaje venido de otro mundo, tan desinteresado que bien podría despedirse después de cumplir su misión legislativa pues no le atribulaban las pasiones de lo legislado.

La realidad es muy otra, nada que llame al interés segmentado les es ajeno a los legisladores, se reconocen representantes de su distrito o de su Estado, según sea el caso de su elección directa, pero qué gran dificultad para vestirse con la gala de la representación nacional agrupados en el cuerpo legislativo, en el Congreso.

Hemos presenciado dos periodos legislativos, uno sigue en curso, es decir, sigue a la vista. Dos deliberaciones legislativas han enardecido la parcialidad de intereses cuya satisfacción se aviene por encima de la república: los profesores del sistema de educación pública y los empresarios, los grandes empresarios por delante. Con la reforma educativa y con la hacendaria sus privilegios han sido exhibidos como tales, no como obsequio gracioso de la divinidad o la naturaleza, sino como vergonzosa herida de la desigualdad social tolerada.

En el camino está la ley secundaria en telecomunicaciones, una verdadera prueba para someter toda una colección de otro poder fáctico.

La reforma energética, por su carril, está en el trance de una fallida decisión, como la que ocurrió en el sexenio anterior. O puede suceder que no se alcance la mayoría para concluir cualquier traza de reforma. En esas y la ocasión nace para ensayar un ejercicio de consulta ciudadana.

¡Ah! Sigue en proceso la reforma relacionada con la transparencia y la rendición de cuentas (la política no le veo otro destino que garantizar el hábitat y el confort de la clase política) En todo caso, el jaloneo no ha concluido y el teatro da para toma de tribuna, abandono de sesiones,  hacer pipí y hasta para ponerse un disfraz.

El actual gobierno, el de Enrique Peña Nieto, estará en condiciones de operar bajo reglas sensiblemente modificadas. Tiene cinco largos años para demostrar que la transformación impulsada tiene la orientación hacia una vida republicana más amigable, con el sello de la inclusión, el indulto al profesor Alberto Patishtán es un gesto nada despreciable. Ya veremos al esfuerzo reformador como fundamento de una ciudadanía plena a partir de la alimentación, la educación y la salud, como vectores en la mejoría de la mayoría.

Los poderes fácticos no cejarán en sus intentos por imponer sus intereses, incluyo a su representación más degradada, el crimen organizado. El déficit local en la administración de justicia y las fuerzas destructivas de la globalidad, se suman a enarbolar la cruzada antipeñanieto, por el camino fácil y vacío, el antipriísmo.

Años trepidantes nos esperan, símil de los que sucedieron al de 1913. Pensar la posible solución en la formulación de un nuevo contrato social, porque El Hombre Rebelde, sobre el que reflexionó Albert Camus, sigue ahí donde prevalece la injusticia de la indiferencia.

 
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