Para Rousseau, la gran dificultad
en el alcance de la convivencia política dentro del Contrato Social son las
parcialidades, el interés de grupo o estanco que entorpecen la voluntad
general. En la imaginación política del Ginebrino, situada más allá de la
descripción de realidades concretas, el acto de legislar está bajo las
acechanzas de intereses de facto (estamentales para su época) que hoy encuadra
perfectamente con los llamados poderes fácticos. Por eso se imaginaba al hacedor de la ley como un personaje venido de
otro mundo, tan desinteresado que bien podría despedirse después de cumplir su
misión legislativa pues no le atribulaban las pasiones de lo legislado.
La realidad es muy otra, nada que
llame al interés segmentado les es ajeno a los legisladores, se reconocen
representantes de su distrito o de su Estado, según sea el caso de su elección
directa, pero qué gran dificultad para vestirse con la gala de la representación
nacional agrupados en el cuerpo legislativo, en el Congreso.
Hemos presenciado dos periodos
legislativos, uno sigue en curso, es decir, sigue a la vista. Dos
deliberaciones legislativas han enardecido la parcialidad de intereses cuya
satisfacción se aviene por encima de la república: los profesores del sistema
de educación pública y los empresarios, los grandes empresarios por delante.
Con la reforma educativa y con la hacendaria sus privilegios han sido exhibidos
como tales, no como obsequio gracioso de la divinidad o la naturaleza, sino
como vergonzosa herida de la desigualdad social tolerada.
En el camino está la ley
secundaria en telecomunicaciones, una verdadera prueba para someter toda una
colección de otro poder fáctico.
La reforma energética, por su
carril, está en el trance de una fallida decisión, como la que ocurrió en el
sexenio anterior. O puede suceder que no se alcance la mayoría para concluir
cualquier traza de reforma. En esas y la ocasión nace para ensayar un ejercicio
de consulta ciudadana.
¡Ah! Sigue en proceso la reforma
relacionada con la transparencia y la rendición de cuentas (la política no le
veo otro destino que garantizar el hábitat y el confort de la clase política)
En todo caso, el jaloneo no ha concluido y el teatro da para toma de tribuna,
abandono de sesiones, hacer pipí y hasta
para ponerse un disfraz.
El actual gobierno, el de Enrique
Peña Nieto, estará en condiciones de operar bajo reglas sensiblemente
modificadas. Tiene cinco largos años para demostrar que la transformación
impulsada tiene la orientación hacia una vida republicana más amigable, con el
sello de la inclusión, el indulto al profesor Alberto Patishtán es un gesto
nada despreciable. Ya veremos al esfuerzo reformador como fundamento de una
ciudadanía plena a partir de la alimentación, la educación y la salud, como
vectores en la mejoría de la mayoría.
Los poderes fácticos no cejarán
en sus intentos por imponer sus intereses, incluyo a su representación más
degradada, el crimen organizado. El déficit local en la administración de
justicia y las fuerzas destructivas de la globalidad, se suman a enarbolar la
cruzada antipeñanieto, por el camino fácil y vacío, el antipriísmo.
Años trepidantes nos esperan,
símil de los que sucedieron al de 1913. Pensar la posible solución en la
formulación de un nuevo contrato social, porque El Hombre Rebelde, sobre el que
reflexionó Albert Camus, sigue ahí donde prevalece la injusticia de la indiferencia.
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