martes, 5 de noviembre de 2013

Las parcialidades


Para Rousseau, la gran dificultad en el alcance de la convivencia política dentro del Contrato Social son las parcialidades, el interés de grupo o estanco que entorpecen la voluntad general. En la imaginación política del Ginebrino, situada más allá de la descripción de realidades concretas, el acto de legislar está bajo las acechanzas de intereses de facto (estamentales para su época) que hoy encuadra perfectamente con los llamados poderes fácticos. Por eso se imaginaba al  hacedor de la ley como un personaje venido de otro mundo, tan desinteresado que bien podría despedirse después de cumplir su misión legislativa pues no le atribulaban las pasiones de lo legislado.

La realidad es muy otra, nada que llame al interés segmentado les es ajeno a los legisladores, se reconocen representantes de su distrito o de su Estado, según sea el caso de su elección directa, pero qué gran dificultad para vestirse con la gala de la representación nacional agrupados en el cuerpo legislativo, en el Congreso.

Hemos presenciado dos periodos legislativos, uno sigue en curso, es decir, sigue a la vista. Dos deliberaciones legislativas han enardecido la parcialidad de intereses cuya satisfacción se aviene por encima de la república: los profesores del sistema de educación pública y los empresarios, los grandes empresarios por delante. Con la reforma educativa y con la hacendaria sus privilegios han sido exhibidos como tales, no como obsequio gracioso de la divinidad o la naturaleza, sino como vergonzosa herida de la desigualdad social tolerada.

En el camino está la ley secundaria en telecomunicaciones, una verdadera prueba para someter toda una colección de otro poder fáctico.

La reforma energética, por su carril, está en el trance de una fallida decisión, como la que ocurrió en el sexenio anterior. O puede suceder que no se alcance la mayoría para concluir cualquier traza de reforma. En esas y la ocasión nace para ensayar un ejercicio de consulta ciudadana.

¡Ah! Sigue en proceso la reforma relacionada con la transparencia y la rendición de cuentas (la política no le veo otro destino que garantizar el hábitat y el confort de la clase política) En todo caso, el jaloneo no ha concluido y el teatro da para toma de tribuna, abandono de sesiones,  hacer pipí y hasta para ponerse un disfraz.

El actual gobierno, el de Enrique Peña Nieto, estará en condiciones de operar bajo reglas sensiblemente modificadas. Tiene cinco largos años para demostrar que la transformación impulsada tiene la orientación hacia una vida republicana más amigable, con el sello de la inclusión, el indulto al profesor Alberto Patishtán es un gesto nada despreciable. Ya veremos al esfuerzo reformador como fundamento de una ciudadanía plena a partir de la alimentación, la educación y la salud, como vectores en la mejoría de la mayoría.

Los poderes fácticos no cejarán en sus intentos por imponer sus intereses, incluyo a su representación más degradada, el crimen organizado. El déficit local en la administración de justicia y las fuerzas destructivas de la globalidad, se suman a enarbolar la cruzada antipeñanieto, por el camino fácil y vacío, el antipriísmo.

Años trepidantes nos esperan, símil de los que sucedieron al de 1913. Pensar la posible solución en la formulación de un nuevo contrato social, porque El Hombre Rebelde, sobre el que reflexionó Albert Camus, sigue ahí donde prevalece la injusticia de la indiferencia.

 

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