El mes de noviembre* cumple su
ciclo. El simbolismo revolucionario que durante años vistió al México del siglo
XX tampoco tiene retorno. Que así sea no es casualidad, es resultado de un
proceso que ha llevado décadas. De manera marcada, Ernesto Zedillo se
desprendió de la Revolución Mexicana con dogma de reemplazo: la estabilidad
macroeconómica. La gesta alrededor del 20 de noviembre de 1910 quedó para el
archivo. Más “visionario”, Vicente Fox desfiguró la fecha en puente vacacional.
Felipe Calderón fue más allá, sepultó la efeméride en el festival consumista
del Buen Fin. A Enrique Peña Nieto le ha correspondido descalificarla bajo el
argumento de que se trata sólo de mitologías. Lo que queda es una ceremonia de concesión
de ascensos para integrantes de las Fuerzas Armadas en el Campo Marte. Hay que
cortejar a los militares, nada tiene que ver con paradigmas y mitos, es
cuestión pragmática.
No obstante el viraje hacia una
postura contrarrevolucionaria, éste no ha significado una superación, un
desarraigo de los actos de corrupción, por el contrario, éstos se han
fortalecido y concentrado pese a la pulverización del simbolismo revolucionario
y la erradicación sin miramientos del llamado estatismo, considerados la fuente
de nuestros vicios institucionales. Esto es a tal punto que ahora el PRI ha
tomado, de manera que resulta hilarante más que creíble, la bandera del combate
a la corrupción. El domingo 27 de noviembre, en la reunión de su Consejo
Político Nacional, Enrique Ochoa Reza volvió a ondear dicha bandera y su jefe
le dio visto bueno. Después del evento, hasta ahora no se tiene noticia de
indiciado alguno producto de la reunión mencionada. Lo que se mantiene es el
escándalo respecto algunos exgobernadores y sólo uno está tras las rejas y eso
porque se entregó: el sonorense Guillermo Padrés.
Realmente es difícil combatir la
corrupción de los que jocosamente se llegó a llamar “peces gordos”, es así
porque la estructura legal en vigencia los pone a salvo. El 22 de noviembre Milenio Diario consignaba: “La
Auditoría Superior de la Federación (ASF) ha interpuesto ante la PGR 270
denuncias penales por irregularidades en el ejercicio de los recursos federales
por parte de los gobiernos de los estados…pero ninguna de ellas ha concluido
hasta hoy en sanciones a los responsables.”
La explicación al respecto ya la
había dado Juan Manuel Portal, cabeza de la ASF: “las denuncias no van contra
una persona, van contra los hechos”(La
Jornada 15-11-2016) Si las denuncias no incluyen nombre y apellidos es complicado
consignar a persona alguna. Por eso no se abren expedientes conducentes a
obtener condenas firmes.
Y así como la contrarrevolución
triunfante no ha logrado ni siquiera mitigar la corrupción, también ha
resultado infructuosa para contener la inseguridad y ésta se ha extendido.
Recientemente el Presidente ha reconocido el flagelo como una prioridad. Al
principio de su gestión se trataba de un problema fundado en percepciones y de
responsabilidad directa de las autoridades civiles, por ello se creó el cuerpo
de la Gendarmería, la cual ha seguido el sendero de ineficacia tomado por la
Policía Federal y la Agencia Federal de Investigación. Ahora sí, el Presidente
urge la aprobación legislativa para autorizar la intervención de los militares
en contra de la inseguridad pública. Veladamente las autoridades civiles
reconocen su insuficiencia y da por admitida la competencia de los militares,
antes que propiciar la corrección de sus fallas. Se retoma el camino señalado
por Felipe Calderón: la militarización.
Así, durante este noviembre se ha
fijado la tarea personal de la cabeza de la actual administración: asegurar un
relevo presidencial con garantías plenas a la inevitable condición privilegiada
de expresidente.
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*Al concluir su cuarto año de
mandato, el presidente Peña Nieto ha caído en la cuenta de que el edificio de
reformas erigido carece de puertas y ventanas, de salidas y ventilación. Él se
encuentra confinado en dicha arquitectura y da palos de ciego en los combates a
la corrupción y a la inseguridad. Ahora, el acercamiento con el entonces
candidato republicano Donald Trump se puede apreciar como la salida de escape
del mexiquense.