Cambiar una propuesta de Constitución
Moral por una Guía ética para la transformación de México no cambia
el propósito, que es: afirmar aquellas prácticas que suponen una mejor convivencia
social. La modificación de la enunciación responde a cuestionamientos sobre el
equívoco de nombrar constitución lo que no tendría obligatoriedad jurídica. O
aquel otro señalamiento de laicistas, para quienes la moral es un asunto que
atañe a la religiosidad del creyente.
Así tenemos una Guía de adopción
voluntaria, que se llama ética para identificarla con el pensamiento filosófico.
Al final del día la corrección hasta cierto punto es irrelevante, si por lo
común ética y moral resultan sinónimos.
La relevancia está en la cuestión
de por qué la Guía, para responder a una situación concreta. Porque el país fue
escalando niveles de degradación cifrados en el número de muertes violentas,
por la acumulación de personas desaparecidas, por la creciente violencia
intrafamiliar que se ensaña con las mujeres, por la normalización del escandaloso
enriquecimiento de altos funcionarios en desproporción a sus salarios, por la
naturalización de desigualdades fundadas en artificios económicos.
En ello ha jugado la pudrición de
un liberalismo mórbido, que se identifica equívocamente en la asociación/exterminio
del predador y su presa, extraída de una malversación de Charles Darwin. Si de
invocar a la biología se trata cabría también argumentar la simbiosis. Ese
liberalismo económico que camina en un solo pie -el de la competencia- cuando
bien podría adoptar una mejor marcha con el principio complementario de la
cooperación. Se esgrime que la moral es un asunto personal, del ámbito privado,
como si se tratara lo que en lingüística es un idiolecto (una lengua que
corresponde en exclusiva a un hablante)
Aunque no se proclame, el
trasfondo moral tiene raíces en el Antiguo Testamento -patrimonio cultural de
la humanidad en el que abrevan tres religiones sociales: judaísmo, cristianismo
y el islamismo. En él la moral se moldea para agradar a Dios, tener en alta
consideración al prójimo y sellar la pertinencia a una determinada comunidad religiosa.
Es obvio que la Guía en comento es una variante laica, que deja a cada uno
seguir sus predilecciones de credo. Al tiempo de que en esta reformulación el
prójimo y la participación de una comunidad, en este caso nacional y se podría decir
que hasta de especie, son líneas que se reafirman en la Guía, que vinculan y
comprometen.
Porque tenemos que sacudirnos el individualismo que raya en la sicopatología, por eso no está demás una guía ética.