Este verano traerá dos procesos
electorales, en Coahuila y Edomex respectivamente. La disyunción que se abre es
clara: MORENA continua en la tendencia de nuevo partido hegemónico o, en
contrario, la oposición logra contener la marea guinda provisoriamente, en la
antesala de la confrontación electoral mayor del 2024, de elecciones federales
y locales.
Por lo pronto, visualicemos el
estado actual de la oposición partidista a más de cuatro años del ascenso de
Andrés Manuel López Obrador. Esta oposición de los partidos no cuenta con un
cuerpo de ideas común debidamente difundido. Están unidos por la aversión común
hacia el presidente AMLO. Al unísono, están pasmados ante la falta de
renovación de sus propios institutos, lo que los conduce a operar acciones incapaces
de devolverles el aprecio popular que alguna vez llegaron a tener, cuando el
Pueblo estuvo en el radar de sus atenciones. Los tres dirigentes al frente del
PAN, PRD y PRI, hacen poco por resolver el deterioro de sus partidos.
Alejandro Moreno actúa para sí
mismo, la incontinencia por la cirugía estética es un síntoma. Él es un desconocedor
absoluto de su partido, signo del depredador que vive en el momento sin
acunarse en la historia. Esto lo inhabilita para devolverle al antiguo partido
a sus años de esplendor y arrastre que le proporcionaron las corporaciones
gremiales. Ese PRI desmantelado por la tecnocracia, esmerada por desaparecer
todo vestigio “populachero” del partidazo. Lo lograron y así les ha ido; Marko
Cortés pertenece a la horneada de panistas distanciados de los principios
fundadores de su partido. Jóvenes panistas que, aleccionados por la
tecnocracia, aprendieron a cohabitar en el poder con el PRI y en su desorbitada
ambición inmobiliaria. El PAN sobrevive en los enclaves de la derecha, sin
alcanzar lo que en su nombre proclama. El Bajío es su nación; Jesús Zambrano
está al frente de un partido desfondado por el tsunami obradorista, ahora se
limita a fungir como chambelán para la foto de la coalición Va por México, en
calidad de lejanísimo pariente pobre. El PRD alguna vez se quiso constituir en
el sustituto del PRI de la vieja guardia. En verdad desando su propósito.
Con este elenco la oposición
partidista la tiene muy cuesta arriba. Pero mirado con atención se aprecia que
la oposición no sólo se significa en el sistema de partidos. Fuera de este sistema
la oposición se ha recreado en los medios de comunicación. Una situación
ventajosa pues queda casi fuera de las normas electorales, amparada
robustamente por la disposición constitucional que garantiza la libertad de
expresión y con una disponibilidad de recursos de inversionistas a los que
difícilmente, o con trabajos, se les puede imputar delito electoral
(considérense que el mayor delito electoral de los últimos tiempos, el ingreso
de aportaciones del extranjero que atrajo el grupo de los Amigos de Fox no tuvo
las rigurosas sanciones de ley que se merecía ¡Ah, el glorioso INE!)
Es a los medios que los partidos
opositores se encuentran intubados -resabio lexical de la pandemia- y en ellos
cifran sus esperanzas de vida. Nada más para que se calcule. Cinco días a la
semana la mañanera ocupa alrededor de dos horas por día. Los corporativos
mediáticos están en un orden de exposición de ataques al gobierno 7 x 24. Lo
que cierto marxismo descontinuado llamó aparatos ideológicos, lo que en teoría
de la comunicación se denominó Mass media, se han convertido en la
maquinaria de guerra más eficiente en contra de la 4T.
Para dejar claro, clarísimo, el
núcleo de esta argumentación La marcha opositora del 13 de noviembre del 2022 no
fue un logro de los partidos de oposición, fue una demostración de poder de los
medios de comunicación.
La mediocracia es real, una suplantación ominosa de la democracia.