jueves, 25 de junio de 2015

Lo que quiso decir

En el marco de la instalación del Consejo Nacional del Sistema de Transparencia (Ciudad de México, 23-06-2015)  a propósito de la corrupción y la transparencia, el presidente Peña Nieto enunció, “Le decía yo en palabras, quizá, así de directas al Presidente del Senado en corto, lo que hemos o lo que estamos haciendo, y a lo mejor le voy a dar con ello material a más de un caricaturista, pero el Estado mexicano y su sociedad, lo que estamos haciendo es domar* auténticamente la condición humana”. Inevitablemente me acordé de uno de los próceres de la patria atlacomulca, Arturo Montiel, de su frase en campaña, “Los derechos humanos son para los humanos, no para las ratas”.

El presidente Peña estaba provocando pues como se ve, ya advertía la reacción de los caricaturistas. Bien pudo evitar la ambigüedad y enunciar: me propongo someter a los corruptos. También pudo hacer un balance de lo realizado en el combate a la corrupción exhibiendo a los funcionarios sometidos durante su administración por corruptos. Pero no, ya previamente había sostenido que la corrupción “está en el orden mundial, no es privativo de nuestro país, ni de nuestra sociedad, me parece que es un tema de orden global, está en todo el mundo; y a veces más que aparejado a una cultura, lo está a una condición, a la condición humana.” Prefirió habitar en el refrán, mal de muchos.


Y también me acordé de Rubén Aguilar cuando comedido, enmendaba la plana a su jefe Vicente Fox con aquello de “lo que el presidente quiso decir”. Hace falta un vocero con esa característica.

A lo que hay que ir, al aspecto constructivo siempre complejo y de largo plazo cuando se trata de alcanzar trasformaciones culturales que no se agotan en la modificación de las leyes, sino que tienen como mar de fondo la socialización, algunos la llaman politización. Para los sociólogos “consiste en que el individuo quiera hacer lo que debe hacer.” 

El principal obstáculo para enfrentar la corrupción es un sistema económico social que promueve la codicia, de ahí pa’l real, en arca abierta hasta el más justo peca. Cómo enfrentarlo, con la efectividad del Estado de Derecho, dejando la superficie de la sanción administrativa y pasar a la sanción penal. Si el sistema anticorrupción no se conecta subordinadamente al sistema penal seguiremos en las mismas, con esquemas engañabobos y hasta de vendetta.



Problema similar enfrenta la reforma educativa. Mientras no se desmonte la subordinación de los profesores a esquemas de control político y de grupo, que se superponen a los procedimientos, más pronto que tarde se viciará la obligación constitucional de la evaluación docente ¿Acaso no era uno de los propósitos del sistema de la Universidad Pedagógica Nacional, procurar permanentemente la mejora de los docentes? La educación formal básica, centrada en el aula, como institución socializadora tiene que enfrentar, además, la desatención familiar de los niños que ven vulnerados sus derechos desde el seno familiar, donde viven situaciones como la de saltarse comidas o de violencia intrafamiliar. De niños que juegan menos y ven más televisión, sin tener quien les oriente y revise la elaboración de sus tareas, elaboración que las tabletas le evitarán el esfuerzo cognitivo con el recurso de copiar y pegar, un dispositivo posiblemente reusado con fines de entretenimiento y no pedagógicos.

Así planteada la pendiente, domar verticalmente puede resultar más caro e inútil frente a los esfuerzos cooperativos para socializar reticularmente el combate a la corrupción y la mejora de la educación.

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*El sentido posible considerando las dos primeras acepciones de la palabra domar enlistadas por la RAE: “1. tr. Sujetar, amansar y hacer dócil al animal a fuerza de ejercicio y enseñanza. 2. tr. Sujetar, reprimir, especialmente las pasiones y las conductas desordenadas.” Entre el animalismo y el moralismo.

martes, 23 de junio de 2015

Entre indígenas y libaneses


El lenguaje del poder procura la unanimidad, aunque sea sospechosa, e inventa para ello una realidad homogénea, sin fisuras, de un solo trazo. Sin intercambio abierto y franco, pues el diálogo se esteriliza en elogios mutuos. Así son la mayoría de los eventos donde se emite la voz presidencial en México.

De evento en evento, la verdad se asoma, lo heterogéneo emerge involuntariamente, tímido y sin voz, nos muestra desde sus abismos, la cima y la sima. Entre el Centro Libanés de la ciudad de México y el México indígena del Valle del Mezquital, en Hidalgo. El doble discurso. Uno, el de la modernidad reformadora, el otro, populista bajo el mensaje del subsidio.

Sabemos pues, que el hombre más rico de México es de origen libanés, como sabemos que ningún indígena es multimillonario en México. Sabemos de seis secretarios del gobierno federal descendientes de libaneses ¿Cuántos indígenas hay en el gabinete? ¡Ninguno!

No es mi interés bordar sobre el indigenismo, pero sí resaltar lo que desde el poder se quiere minimizar: la persistencia de profunda la desigualdad social. Desigualdad que se combate con promesas supuestamente gestoras de un futuro mejor o, como dice la autoridad en turno, “llevar hasta el final la feliz conclusión y concreción de estas reformas que nos hemos trazado.”

En esos foros, el lenguaje del poder imposta. Las elecciones del 7 de junio son un respaldo de la sociedad al actual gobierno. Cómo entender si los votos a favor del PRI disminuyeron respecto a la elección del 2012 que lo eligió. Además, el padrón electoral creció. La afirmación presidencial merecería matización. De dónde entonces se saca el respaldo, no de la marcha de la economía como se afirmó, sino del voto duro y ya.

Igual se está cuando se exponen cifras, índices económicos. Se afirma que crece el empleo, pero, por qué no lo hace de igual manera la economía. Una interrogante que se repite pues fue exhibida con anterioridad durante el gobierno de Felipe Calderón, para su mofa.

Con qué cara los datos sobre el desempleo del mes de abril, o los referidos al consumo del mes de mayo, dan pie para echar las campanas a vuelo. El Presidente quiere hablar de economía, muy bien, adelante. Tómese en cuenta que los ciudadanos en su abrumadora mayoría no somos economistas y amerita una exposición con peras y manzanas, sin metonimia, esto es, el cuadro completo que hable del tamaño de la economía mexicana, de su crecimiento, de la distribución, la balanza comercial, de las inversiones, de los salarios, además del empleo y el consumo, de la competitividad y la productividad. Todo sin incluir las llamadas “externalidades”.

Me gustaría que esa exposición presidencial en cadena nacional, en un panel de economistas, no sólo de tecnócratas. Sería un interesante ejercicio didáctico y democrático. Son tres años por delante y el discurso de las reformas se desgasta en el presente si la economía no reacciona conforme a lo supuesto. Sería una catástrofe de fin de sexenio salir con la batea de babas de los gobiernos de la era tecnocrática, seguir alardeando el rumbo correcto, con los motores bien ajustados, para que la economía no despegue hacia altos vuelos. Si eso pasa, señor Presidente, no se preocupe, tiene asegurado el exilio en el Líbano ¡Por lo menos!


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