Desde 1977, la discusión sobre
las normas electorales se mantiene viva en la agenda nacional. Hasta el
presente, no se ha dado con la fórmula que asiente instituciones y normas
electorales de larga duración. Según la correlación de fuerzas, se establecen
acuerdos proclamados como definitivos, para luego cambiarlos. Una nueva
propuesta, la del presidente López Obrador, está orientada a cuestionar la
industria electoral del sistema de instituciones que se diseñó para trasladar
ingentes recursos públicos hacia la burocracia y los partidos de manera
directa. Los dineros son articuladores del sistema, para que baile el perro.
Poco interés se muestra por la vinculación de las organizaciones políticas con
los ciudadanos. La cultura cívica, a fin de cuentas, es una clave presupuestal
más en el complejo industrial que parasita la emisión y conteo de votos.
No es casual, los que han vivido
de esta lucrativa industria fueron los promotores de la nutrida marcha del domingo
13 de noviembre. Políticos, publicistas, intelectuales, regenteadores de organizaciones
civiles, hasta consultores y asesores en la materia. Ellos si saben a qué
fueron. Cosa de ver. Roberto Madrazo se
hizo presente, él mismo duramente atacado por Elba Esther Gordillo, ella misma
embestida hasta su defenestración por Claudio X. Los tres presentes para
defender sus intereses dentro de la industria electoral de la que se sirven
para acceder a otros negocios.
A reserva de demostración, además
de los participantes que viven de la industria electoral, la marcha integró a
descontentos por otras causas. Una muy importante el pago de impuestos. Hay
gente molesta porque el fisco hace su trabajo: solicita, revisa y cobra. Esa
gente salió a marchar. Pero otros más salieron a marchar porque están molestos de
que desde el Palacio Nacional se haga escarnio de sus anhelos de consumo
conspicuo (Veblen): automóviles último modelo, ropa de marca, restoranes de
lujo. La búsqueda de la diferenciación, el logro de estatus no es algo malo,
deplorable, a excepción si se realizan sin importar medios, sin ética.
Por diversas causas, tal vez sin
proponérselo, el actual gobierno ha conformado una masa opositora (ajena a los
partidos) que se siente culturalmente lastimada. La cual encontró en la marcha
su mejor desahogo para expresar su odio al presidente. Masa distinta a los negociantes
de la industria electoral, que al grito de “El INE no se toca”, también dicen no
toquen con fiscalización efectiva mis ingresos, no toquen mis preferencias de
consumo. Un apetitoso platillo para los hambrientos e insaciables partidos de
oposición.
Finalmente, la marcha contó con un auspicio inesperado, la disputa dentro de MORENA por la postulación a la candidatura presidencial. El método de la encuesta agriado por las ansias.