“Siempre hay una disparidad entre
metas ideales y logros reales: como mínimo, en el tiempo que divide a ambos.
Ello forma parte de la historia natural de las instituciones humanas y no
debería servir de escusa para alimentar el cinismo.”
Lewis Mumford
A la derrota de los partidos que
han prevalecido en el panorama político durante el presente siglo (PRI, PAN y
PRD) ha seguido el natural afán político de empañar la aplastante victoria de
Andrés Manuel López Obrador. Es el caso del eje intelectual anti-AMLO. Como
bebida energética cayó la resolución del INE que sanciona a MORENA con millonaria
multa. En una dictaminación de presunciones, la mayoría de los consejeros del
INE se la jalaron y en la jalada se vinieron los compungidos cruzados anti-AMLO.
Para abreviar, el caso ya está en el tribunal electoral. A la espera prudente
vale atenerse, actitud ecuánime que evita esparcir cizaña.
Pero me quiero referir a lo que
no es foco de escándalo, ni de interés en los medios, la enigmática propuesta
de la constitución moral sobre la cual se levanta una espiral de silencio.
Después de ausentarme del país y de sus noticias, lo único que he encontrado es
el artículo de Sara Sefchovich (El
Universal 22/07/2018) De el advierto un realismo escéptico, nadie quiere poner
en la conversación lo que remita o aluda a la moral. Como que el tema está
ausente de la modernidad laica, de la motejada de neoliberal, para ser
precisos.
Tampoco se ha hablado mucho desde
el bando triunfador sobre la propuesta de la constitución moral. Como que el
tema parece tangencial y no hay el atrevimiento de dar un paso adelante. Así lo
fue con la consigna de la renovación moral de la sociedad durante la campaña de
Miguel De la Madrid en 1982. Supongo que don Miguel se refería a la moral del
Ogro filantrópico y cumplidamente inició su destrucción a machetazos, hasta
llevarnos a la amoralidad neoliberal: haz tus sueños, chinga a tu prójimo.
El tema de la constitución moral
es complejo, no se resume en una línea, ni se sitúa en los ejes x y. Mal se haría si la constitución moral se
traduce en un código que disponga sanciones del Estado. Supongo, también, que
se trata de un acuerdo social, que pone la felicidad ajena en el centro de la
convivencia. Se le ha llamado altruismo, bondad, caridad, empatía. Lo contrario
del amor propio, del egoísmo y las terapias de la autoestima que el
neoliberalismo ha transformado en agresividad, desprecio y violencia, haciendo
realidad la fantasía hobbesiana de la guerra de todos contra todos.
La constitución moral debe fundarse
desde la actuación de los gobernantes, los servidores públicos de todos lo
niveles y los privilegiados por dones naturales y/o adquiridos. No hay un
camino trazado y bien pueden entrelazarse con los caminos de la paz que
consigna un folleto que recogí en la Basílica de San Martín de Tours: de ellos destaco el del corazón, la memoria, la
comunidad, la palabra, y el diálogo.