Me refiero a México, no sé hasta qué punto se pueda hacer una generalización para el resto de los países del planeta Tierra. La clase política mexicana ha perdido su autonomía, su capacidad para situarse por encima de la sociedad en tanto representante del Estado en disposición de un árbitro reconocido. Eso ya no existe. Contra lo que proclamó la Independencia, ya no dirigimos nuestro destino, es fuera del país que se decide el futuro. Contra el sometimiento de los poderes fácticos proclamados por la Reforma, hoy éstos están más vigentes que nunca. Contra los derechos sociales que reivindicó la Revolución, éstos se encuentran en decadencia incontenible. La legitimidad histórica de la clase política mexicana está arruinada.
La condición actual del país es resultado de un proceso (desmantelamiento) que inició cuando el Partido Revolucionario Institucional no supo o pudo transcender de lo sectorial a lo ciudadano, creyó que sus organizaciones eran suficientes para gobernar y no construyó una alternativa ciudadana. Siguió con la creación del Frankenstein tecnocrático, que surgido de la política terminó entregado a poderosos grupos de la iniciativa privada, lo que implicó un desentendimiento de las causas sociales. El pluralismo y la alternancia dividieron a la clase política priísta antes que fortalecerla. Así como el Partido Acción Nacional no encuentra el modo de ser un partido en el gobierno y no sabe gobernar, el PRI no se entiende a sí mismo fuera del esquema de partido hegemónico.
El proceso mencionado tiene su culminación precisamente en el año del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución, después el Estado mexicano será simplemente folclore. Esta culminación requiere un sepulturero que no se distingue por sus atributos intelectuales o físicos extraordinarios y envidiables, simplemente está al servicio de los barones del dinero y el gobierno norteamericano. Felipe Calderón es el enterrador de Carlos Salinas de Gortari con todo y sus orejotas, de Beltrones Rivera con todo y su bigote, de Peña Nieto con todo y su copete, de Beatriz Paredes con todo y su huipil, de López Obrador con todo y su gallo emplumado, de Cuauhtémoc Cárdenas con todo y su linaje.
En esta historia la izquierda ha jugado un papel marginal, más bien ha sido utilizada en alguna de sus fracciones o representaciones, pues no pudo hacer un proyecto hegemónico. Estamos ante el dominio y las reglas del capitalismo salvaje que coexiste con el crimen organizado, el delito como siamés de la acumulación sin restricciones. Paradoja de un régimen que al declararle la guerra a la delincuencia alimenta su extensión en el ámbito de la sociedad. Lo que no mata fortalece.
Escrito está en la víspera del aniversario de la primera revolución social del siglo XX, la Mexicana.