jueves, 28 de diciembre de 2006

El show debe continuar

La esquiva modernidad trasporta al país del inminente choque de trenes a los abrazos surgidos de la convicción de que más vale un mal arreglo que un buen pleito. Qué tanto México sigue pautas de una sociedad tradicional, de una modernidad que hizo tradiciones, la Presidencia por encima del Estado de Derecho, de las ideologías. Por eso quien ha estudiado las sociedades tradicionales nos puede ofrecer mejores claves para entender un estado en transición permanente, mejor que los teóricos del estado Moderno.

En la Isla de Bali, en Indonesia, el antropólogo Clifford Gertz, observó “que los principales instrumentos de gobierno son menos las técnicas de administración que las artes del teatro” “Gobernar no era tanto tomar decisiones como actuar. La ceremonia no era forma, sino que era sustancia. El poder estaba al servicio de la pompa y no la pompa al servicio del poder”*.

De la ceremonia del informe a la ceremonia de toma de posesión en este año que concluye, el país, sus élites, han debatido la pertinencia de las ceremonias mencionadas. Todo el mes de diciembre se ha consumido en la iniciación de Felipe Calderón como Presidente de la República en otros ceremoniales menos trascendentes, más bien rutinarios, coloreados de verde olivo como si estuviera en curso el mes de febrero, siguiendo y recreando el manual establecido por el régimen de la revolución, absteniéndose de ostentar su conexión con los símbolos religiosos, asumiendo una dramaturgia política que le es extraña a sus valores y frente a la cual no está dispuesto a rebelarse como lo hizo su antecesor, aportándole una tensión adicional: el conflicto de valores entre el ejercicio de una institución presidencial y el talante de político opositor.

Felipe Calderón como un presidente priísta, que explota las posibilidades de su actuación sobre experiencias del pasado, evita la improvisación, se amolda a lo heredado. Como crear una policía nacional por decreto antes de hacer las modificaciones de ley, como obstaculizar la actividad empresarial de quien no le simpatiza -Gutiérrez Vivó. Como operar una acción contra la delincuencia organizada sobre la experiencia del México Seguro o de la Operación Cóndor, como atiborrar de publicidad los medios electrónicos, como filtrar información sobre sus actividades privadas o de sus familiares para exhibirse en el parámetro de un ciudadano más (lo que realmente ya no podrá ser). Como tener a la mano un libro negro de su antecesor por lo que se pueda ofrecer, ya que descomposturas sobrarán.

Seguir el manual tiene dividendos inmediatos. El Congreso de conflictos se transforma en el espacio de negociación que saca adelante la ley de ingresos y egresos antes de finalizar el año. Su adversario, López Obrador, ha desaparecido de la mayoría de los medios. De Vicente Fox ni quien se quiera acordar. Todo se concentra en vender al presidente en turno como el centro de la atención pública, pese a la falta de carisma y al enmudecimiento de esa caja de resonancia que ha sido para todos los presidentes la capital de la república. Así el teatro irá consumiendo las energías del gobierno. Porque las cosas así han sido y así tienen que ser, a menos de que se realice un acuerdo macro que le dé una nueva presencia a la república. No negociaciones menores de intercambio de favores.

Sin cambios profundos en el bagaje simbólico del sistema, la administración que comienza se desempeñará bajo los límites institucionales que el régimen de la revolución asignaba al Presidente, seguir el ceremonial. De la calidad de la teatralización de Calderón Hinojosa dependerá su evaluación postrera, pero poco tendrá que ver con la eficacia de gobierno deseada. Una cosa no siempre se lleva con la otra, aunque se alcancen grados de correspondencia creíbles.

* Mientras no se demuestre lo contrario, la referencia bibliográfica da pie a una extrapolación. El ensayo abrevado se titula Política del pasado, política actual: algunas notas sobre la utilidad de la antropología para comprender los nuevos estados, incluido en La interpretación de las culturas de Clifford Geertz. Editorial Gedisa. México, 1987.

viernes, 15 de diciembre de 2006

La ardua legitimación

Concluida de manera irreversible la etapa postelectoral, el presidente Calderón consume sus trabajos y sus días en la aplicación de un esquema que legitime su autoridad cuestionada. No hay descanso, ni resulta divertida la tarea, máxime cuando se pasa el umbral de los principios y se toman decisiones que apenas hace algunos ayeres producían asco, como ensayarse en la simbolización y el ritual de la Presidencia priísta que no han desaparecido. Sentimientos contradictorios, claroscuro que en su apreciación Jorge Fernández Menéndez capta así: “Si algo estamos viendo con Calderón es como se restituyen (o se construyen nuevas) reglas del juego que se habían perdido...” “...la dirigencia de ese partido –se refiere al PRI- ha comenzado a alinearse con esas reglas que se habían perdido y que el priismo conoce bien”

Dos vías se han tomado para construir la legitimidad: la eficacia y la publicidad. La eficacia no es algo que se pueda demostrar de inmediato en las primeras decisiones tomadas. La eficacia es el resultado acumulativo de decisiones acertadas o plausibles a lo largo de un año y de los que le seguirán. Es una legitimidad que se cocina a fuego lento. La publicidad, por su parte, apuesta a producir reconocimiento y admiración desde la instantaneidad de la propaganda gubernamental. Calderón tiene ante sí una vía que es sólida en la medida que se construya sobre acuerdos con otros actores para lograr una legitimidad consistente. La otra ruta, en sus componentes electrónicos y de papel, que el tiempo y el clima desbaratan con facilidad.

Las dos rutas coinciden en la formación de un mismo significado: la existencia de un presidente fuerte, omnipotente, con cualidades que rebasan las inherentes a cualquier simple mortal. No estaría mal que, al respecto, el presidente en funciones averiguara con todos los supervivientes del ejercicio presidencial qué tanto corresponde ese significado con la realidad, y en qué medida esa desproporción fue la base de aciertos y de qué errores.

Y no es cualquier cosa construir símbolos nuevos para ese propósito, ya se vio con el presidente de las botas y del águila mocha, todo quedó para el anecdotario de lo risible. Echar mano del repertorio de legitimación eclesiástica o acudir a las formas juaristas y de la revolución mexicana es lo inmediato ¿Por cuál se decidirá la nueva administración?.

Un presidente fuerte no requiere de mensajes decodificados por una columna o un artículo de opinión cuyo alcance es muy restringido. Como por ejemplo, afirmaciones que se atribuyen al círculo cercano al Presidente y dan cuenta de supuesto estilo de gobernar. Que el Presidente impondrá a los oficiales mayores de las dependencias federales para seguir de cerca el uso de los recursos públicos, como si no existiera una estructura que dispone los recursos y otra que los vigila en su aplicación. Que Calderón nombrará subsecretarios cercanos a él para tener marcaje estrecho sobre los encargados de despecho. Dicho lo cual para hacer la diferencia de su antecesor. Pero lo cierto es que el Presidente está en su resorte hacer nombramientos de los altos funcionarios, que lo son porque le merecen confianza o responden a compromisos, pero de ahí a forjar la imagen de un presidente controlador para significar el cambio de estilo es lo de menos en los resultados prácticos, se trata sí, de abonar la creencia de que el presidente en turno es fuerte. No vaya a ser que devorado por la angustia de controlar, propia de una personalidad autoritaria, Calderón encarezca la confianza hacia sus colaboradores, interlocutores y el conjunto de la sociedad.


No es en el ámbito de ese tipo de mensajes donde se encuentra el talante de un presidente, sino en acciones como la Operación Michoacán desplegada contra el crimen organizado en ese estado de la república. Acciones que por su alto riesgo tienen que enfatizar la fortaleza de las instituciones y no derivar en la mediatización ramplona que magnifique a la persona que hoy ostenta la investidura presidencial. El operativo no se hizo a la orden de hágase la luz, responde a diseño no a improvisaciones, aunque se den en su ejecución. El acopio de información y el esquema del operativo estaban ahí antes de que se diera el cambio de gobierno, faltaba la decisión y la orden escrita para lanzarlo hasta en su modo de comunicarlo, poniendo por delante al responsable de la política interior y no a quienes hicieron el trabajo de inteligencia. No son detalles para efectos mediáticos, es una declaración de guerra contra delincuencia organizada, es el comienzo de una serie de operativos que se supone han de seguir. Atendiendo primero a la eficacia, no a la publicidad.

lunes, 11 de diciembre de 2006

Los primeros días

En cuatro pinceladas se trazan las rutinas del presidencialismo, la institución moldea al detentador del Ejecutivo, con más fuerza mientras no se tenga un proyecto claro, diferenciado hacia un nuevo régimen político, explícitamente planteado para su consenso y acuerdo.

Los primeros pasos nos indican el esmero por mantener la estabilidad macroeconómica. El secretario de Hacienda, Agustín Carstens, tiene la confianza de su jefe para orientar el gasto público. El gabinete social está a su sombra. En la presentación del presupuesto ante el Congreso no se reportan mejoras en las asignación a educación y el malestar se expresa desde las instancias de las universidades públicas. Sólo hasta entonces interviene la secretaria de Educación Josefina Vázquez Mota, por instrucciones del Presidente, para revisar ese segmento del presupuesto. Empieza una de las actuaciones más repetidas del presidencialismo mexicano, poner a competir a los secretarios.

Más allá de los taches y las palomas, el nuevo gobierno anuncia la nueva imagen, restituye el escudo nacional que fue ilegalmente suplantado por el águila mocha. Esa es la cuestión de fondo, existe una ley de por medio, no sujeta al capricho del diseño gráfico, que obliga al gobierno a utilizar el escudo bajo ciertas especificaciones, pero en el sexenio pasado se vivió bajo la ilegalidad absoluta, impune. Obligación del gobernante que no es precisamente la del artista plástico, el creador individual puede estilizar águilas como se le pegue la gana.

La detención del dirigente más visible de la Asamblea de Pueblos de Oaxaca, Flavio Sosa, exige distinguir el plano político del judicial para no enredar el queso, y menos para construir el sensacionalismo de la justicia mediatizada a la que son afectos los panistas. Por qué si los delitos de los que se le acusa a este dirigente se cometieron en el gobierno anterior, tuvo que darse el cambio de gobierno para cumplir orden de aprehensión. No son los mismos funcionarios Daniel Cabeza de Vaca, Eduardo Medina Mora y Genaro García Luna -involucrados en el mismo asunto- empleados del actual Presidente. Ayer omisos, hoy cumplidores ¿Se trata de la inveterada aplicación selectiva de la ley?

José Gutiérrez Vivó, peregrino anual al santuario del neoliberalismo en Davós, Suiza, intimidado por gobiernos panistas. Así lo hizo público el famoso comunicador radiofónico. Suena discordante que uno de los empresarios de la comunicación con más identificación con la ideología panista haya encontrado su inquisidor en el gobierno del PAN. Intereses matan afinidades ideológicas.


Empezar un nuevo gobierno no ha sido fácil, por la razón de que el proceso electoral no contiene un esquema de acuerdos y validación de intereses, como era el caso de aquellos tiempos en los que la Constitución, la Presidencia de la República y el partido oficial se sincronizaban para quitarle presión al gobierno entrante, dejarle la casa en orden.

Esa ductibilidad de los acuerdos desde la política se perdió de manera irremediable en 1982. Miguel de la Madrid recibió la Presidencia en medio de un gran malestar empresarial que se daba en respuesta a la nacionalización de la banca que hizo su antecesor, José López Portillo. De la Madrid gobernó bajo el predicamento de que el país no se le deshiciera de entre las manos. En 1985 el terremoto de la ciudad de México exhibió el anquilosamiento de los reflejos gubernamentales para atender una catástrofe natural. En 1987 se le dividió su partido (PRI) y entregó el poder en medio de un gran escándalo postelectoral.

Carlos Salinas de Gortari, inició bajo interpelaciones el primero de diciembre de 1988 y en ese mismo mes estableció interlocuciones efectivas que le durarían hasta el primero de enero de 1994. En el relevo perdió a su candidato, Luis Donaldo Colosio y no concretó los mejores acuerdos con quien sería su sucesor. La falta de compromisos impacto la asunción del poder por parte de Ernesto Zedillo. No cumplió ni un mes cuando la fuga de capitales erosionó la situación económica del país y 1995 fue un año dedicado a reconstruir la confianza de los inversionistas. Pero no fue suficiente, las fuerzas políticas demandaban una mayor ampliación de los cauces democráticos, los acuerdos hicieron posible una nueva reforma política que terminó por estabilizar la conducción del gobierno a fines de 1996.

Vicente Fox recibió al país en condiciones envidiables si se le compara con sus antecesores. Los relojes de la liberalización económica y la democracia tenían el mismo tiempo. Sus prioridades sentimentales y su genética ideológica le impidieron a Fox construir acuerdos, hacer reformas y en tres años se acabó el bono democrático. Los otros tres años se dedicó a socavar el avance democrático, en mal momento el gobierno regresó a ser factotum del proceso electoral. Como resultado de sus frivolidades e indecisiones, México se polarizó y Fox entregó un país dividido a Felipe Calderón.

¿Cuanto tiempo se tardará el actual Presidente en concretar acuerdos? Son los acuerdos los que a final de cuentas harán creíbles los anuncios publicitarios de la administración que inicia. Los acuerdos que de alguna manera se expresaran en la definición de reformas y de las políticas públicas.

miércoles, 6 de diciembre de 2006

De protesta a protestas

Toma de protesta en medio de protesta. Protesta en San Lázaro y en el centro histórico. Protesta como compromiso, protesta como demanda. Desde la voz gubernamental y desde la oposición al gobierno. Primero de diciembre de múltiples escenas.

Desde los primeros minutos, inusual ceremonia en Los Pinos para los medios electrónicos y los desvelados. Vicente Fox y Felipe Calderón, adelantan una entrega de la banda presidencial a medias. Fox se despoja de la banda y la entrega a un cadete del Colegio Militar, no al Presidente constitucional. Éste, a su vez, recibe una bandera de parte de otro cadete. Pero lo más relevante, la toma de protesta de los nuevos mandos militares del país. Una parte fue la simulación del relevo, anticipando obstáculos en la sede del Congreso. Lo de los militares fue el anuncio de que las fuerzas armadas son el sostén más firme del gobierno que empieza. El Ejército como una isla de institucionalidad bordeada por el mar del desencuentro político.

Ya por la mañana, en San Lázaro se amotinaron a las ocho horas los diputados del PRD, obstruyendo casi todas las entradas al recinto, peleando cuerpo a cuerpo, manotazo a manotazo contra los legisladores del PAN. A las nueve, en el zócalo, López Obrador presidía una más de sus asambleas populares. Pero el movimiento más efectivo era el de los militares actuando en su formación de Estado Mayor Presidencial, encargado de mantener una entrada para el acceso del Presidente Calderón y del ex presidente Fox. Media hora después llegaron los personajes principales de la transmisión de la banda presidencial, así abrió paso la rigurosa toma de protesta y entonación del himno nacional, no más de cinco minutos, y se acabó la ceremonia, ni un saludo entre Poderes, la comunicación ahogada entre aullidos y chiflidos. Ante la representación nacional se cumplió la obligación constitucional, pero se falló en la cortesía, en la disposición a la concordia. Mal mensaje este que exhibió una Presidencia arropada excesivamente por el EMP, porque no hubo condiciones de parte de un sector del Congreso para hacerlo de otra forma. El peso de las fuerzas armadas saca a flote la toma de protesta atípica.

Así es en el inicio, pero no puede seguir así. La política y los políticos no pueden dejar espacios que les son propios, tampoco se puede obligar recurrentemente a tomar esos espacios a miembros del Ejército. Los militares no pueden ser el remedio y el trapito. Es una dinámica de inicio que, de seguir, traerá más tensión y deterioro institucional. Un factor real de poder que ha sabido ponerse al margen del conflicto a lo largo de seis años, por más que la displicencia y la imprudencia de Vicente Fox puso a prueba de manera negativa la institucionalidad de las fuerzas armadas. El dato duro es que los militares aparecen destacadamente el primero de diciembre, apuntalan un poder que no quedó indiscutiblemente fortalecido con el voto popular.

No fue en el Congreso, pero el aplausómetro se difirió para el encuentro con los afines, que no son la representación nacional, pero sí son el bloque social calderonista: los empresarios y la clase media. En el Auditorio Nacional y al medio día, el Presidente en funciones emitió su mensaje: el país está dividido. A dialogar con quien quiera dialogar. A construir con quien quiera construir. Después de todo, nadie va detener la marcha del gobierno. Echado para delante Calderón comienza peculiar rebase por la izquierda, se adelanta el seguro médico para todos los niños, la pensión para los adultos mayores, se propone un plan de austeridad del gobierno federal con la rebaja del diez por ciento en los salarios de los funcionarios y otros gastos accesorios (se dice que es un ahorro de 25 mil millones de pesos)

¿Es un rebase por la izquierda? No parece que sea así, pues el verdadero rebase por la izquierda sería tomar la ultraizquierda, cosa que no se tiene pensado en el gobierno ni por ocurrencia. Se trata más bien de la clonación de partes de la plataforma opositora. Un nuevo gobierno recibido con júbilo por los consorcios de la radio y la televisión. Es la adulación de siempre, los intereses de siempre que quieren quedar bien. Abyectos y orgullosos, los medios creen que quedar bien es zarandear al candidato derrotado y satanizar a su partido, igualmente consideran propio condenar toda movilización. En este uno dos, el rebase se desvanece, se hace humo y enceguece. Son esos mismos medios, con sus comentaristas y locutores, los que sobredimensionaron a Vicente Fox, de los que se tendrá que cuidar el titular de Ejecutivo.

No es López Obrador, ni el PRD, sino la oposición en su conjunto (sin el PANAL, que es en realidad un partido paraestatal como los de antaño) la que puede trazar un acotamiento hacia la izquierda que modere y centre la acción del gobierno entrante.
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