En cuatro pinceladas se trazan las rutinas del presidencialismo, la institución moldea al detentador del Ejecutivo, con más fuerza mientras no se tenga un proyecto claro, diferenciado hacia un nuevo régimen político, explícitamente planteado para su consenso y acuerdo.
Los primeros pasos nos indican el esmero por mantener la estabilidad macroeconómica. El secretario de Hacienda, Agustín Carstens, tiene la confianza de su jefe para orientar el gasto público. El gabinete social está a su sombra. En la presentación del presupuesto ante el Congreso no se reportan mejoras en las asignación a educación y el malestar se expresa desde las instancias de las universidades públicas. Sólo hasta entonces interviene la secretaria de Educación Josefina Vázquez Mota, por instrucciones del Presidente, para revisar ese segmento del presupuesto. Empieza una de las actuaciones más repetidas del presidencialismo mexicano, poner a competir a los secretarios.
Más allá de los taches y las palomas, el nuevo gobierno anuncia la nueva imagen, restituye el escudo nacional que fue ilegalmente suplantado por el águila mocha. Esa es la cuestión de fondo, existe una ley de por medio, no sujeta al capricho del diseño gráfico, que obliga al gobierno a utilizar el escudo bajo ciertas especificaciones, pero en el sexenio pasado se vivió bajo la ilegalidad absoluta, impune. Obligación del gobernante que no es precisamente la del artista plástico, el creador individual puede estilizar águilas como se le pegue la gana.
La detención del dirigente más visible de la Asamblea de Pueblos de Oaxaca, Flavio Sosa, exige distinguir el plano político del judicial para no enredar el queso, y menos para construir el sensacionalismo de la justicia mediatizada a la que son afectos los panistas. Por qué si los delitos de los que se le acusa a este dirigente se cometieron en el gobierno anterior, tuvo que darse el cambio de gobierno para cumplir orden de aprehensión. No son los mismos funcionarios Daniel Cabeza de Vaca, Eduardo Medina Mora y Genaro García Luna -involucrados en el mismo asunto- empleados del actual Presidente. Ayer omisos, hoy cumplidores ¿Se trata de la inveterada aplicación selectiva de la ley?
José Gutiérrez Vivó, peregrino anual al santuario del neoliberalismo en Davós, Suiza, intimidado por gobiernos panistas. Así lo hizo público el famoso comunicador radiofónico. Suena discordante que uno de los empresarios de la comunicación con más identificación con la ideología panista haya encontrado su inquisidor en el gobierno del PAN. Intereses matan afinidades ideológicas.
Empezar un nuevo gobierno no ha sido fácil, por la razón de que el proceso electoral no contiene un esquema de acuerdos y validación de intereses, como era el caso de aquellos tiempos en los que la Constitución, la Presidencia de la República y el partido oficial se sincronizaban para quitarle presión al gobierno entrante, dejarle la casa en orden.
Esa ductibilidad de los acuerdos desde la política se perdió de manera irremediable en 1982. Miguel de la Madrid recibió la Presidencia en medio de un gran malestar empresarial que se daba en respuesta a la nacionalización de la banca que hizo su antecesor, José López Portillo. De la Madrid gobernó bajo el predicamento de que el país no se le deshiciera de entre las manos. En 1985 el terremoto de la ciudad de México exhibió el anquilosamiento de los reflejos gubernamentales para atender una catástrofe natural. En 1987 se le dividió su partido (PRI) y entregó el poder en medio de un gran escándalo postelectoral.
Carlos Salinas de Gortari, inició bajo interpelaciones el primero de diciembre de 1988 y en ese mismo mes estableció interlocuciones efectivas que le durarían hasta el primero de enero de 1994. En el relevo perdió a su candidato, Luis Donaldo Colosio y no concretó los mejores acuerdos con quien sería su sucesor. La falta de compromisos impacto la asunción del poder por parte de Ernesto Zedillo. No cumplió ni un mes cuando la fuga de capitales erosionó la situación económica del país y 1995 fue un año dedicado a reconstruir la confianza de los inversionistas. Pero no fue suficiente, las fuerzas políticas demandaban una mayor ampliación de los cauces democráticos, los acuerdos hicieron posible una nueva reforma política que terminó por estabilizar la conducción del gobierno a fines de 1996.
Vicente Fox recibió al país en condiciones envidiables si se le compara con sus antecesores. Los relojes de la liberalización económica y la democracia tenían el mismo tiempo. Sus prioridades sentimentales y su genética ideológica le impidieron a Fox construir acuerdos, hacer reformas y en tres años se acabó el bono democrático. Los otros tres años se dedicó a socavar el avance democrático, en mal momento el gobierno regresó a ser factotum del proceso electoral. Como resultado de sus frivolidades e indecisiones, México se polarizó y Fox entregó un país dividido a Felipe Calderón.
¿Cuanto tiempo se tardará el actual Presidente en concretar acuerdos? Son los acuerdos los que a final de cuentas harán creíbles los anuncios publicitarios de la administración que inicia. Los acuerdos que de alguna manera se expresaran en la definición de reformas y de las políticas públicas.
Los primeros pasos nos indican el esmero por mantener la estabilidad macroeconómica. El secretario de Hacienda, Agustín Carstens, tiene la confianza de su jefe para orientar el gasto público. El gabinete social está a su sombra. En la presentación del presupuesto ante el Congreso no se reportan mejoras en las asignación a educación y el malestar se expresa desde las instancias de las universidades públicas. Sólo hasta entonces interviene la secretaria de Educación Josefina Vázquez Mota, por instrucciones del Presidente, para revisar ese segmento del presupuesto. Empieza una de las actuaciones más repetidas del presidencialismo mexicano, poner a competir a los secretarios.
Más allá de los taches y las palomas, el nuevo gobierno anuncia la nueva imagen, restituye el escudo nacional que fue ilegalmente suplantado por el águila mocha. Esa es la cuestión de fondo, existe una ley de por medio, no sujeta al capricho del diseño gráfico, que obliga al gobierno a utilizar el escudo bajo ciertas especificaciones, pero en el sexenio pasado se vivió bajo la ilegalidad absoluta, impune. Obligación del gobernante que no es precisamente la del artista plástico, el creador individual puede estilizar águilas como se le pegue la gana.
La detención del dirigente más visible de la Asamblea de Pueblos de Oaxaca, Flavio Sosa, exige distinguir el plano político del judicial para no enredar el queso, y menos para construir el sensacionalismo de la justicia mediatizada a la que son afectos los panistas. Por qué si los delitos de los que se le acusa a este dirigente se cometieron en el gobierno anterior, tuvo que darse el cambio de gobierno para cumplir orden de aprehensión. No son los mismos funcionarios Daniel Cabeza de Vaca, Eduardo Medina Mora y Genaro García Luna -involucrados en el mismo asunto- empleados del actual Presidente. Ayer omisos, hoy cumplidores ¿Se trata de la inveterada aplicación selectiva de la ley?
José Gutiérrez Vivó, peregrino anual al santuario del neoliberalismo en Davós, Suiza, intimidado por gobiernos panistas. Así lo hizo público el famoso comunicador radiofónico. Suena discordante que uno de los empresarios de la comunicación con más identificación con la ideología panista haya encontrado su inquisidor en el gobierno del PAN. Intereses matan afinidades ideológicas.
Empezar un nuevo gobierno no ha sido fácil, por la razón de que el proceso electoral no contiene un esquema de acuerdos y validación de intereses, como era el caso de aquellos tiempos en los que la Constitución, la Presidencia de la República y el partido oficial se sincronizaban para quitarle presión al gobierno entrante, dejarle la casa en orden.
Esa ductibilidad de los acuerdos desde la política se perdió de manera irremediable en 1982. Miguel de la Madrid recibió la Presidencia en medio de un gran malestar empresarial que se daba en respuesta a la nacionalización de la banca que hizo su antecesor, José López Portillo. De la Madrid gobernó bajo el predicamento de que el país no se le deshiciera de entre las manos. En 1985 el terremoto de la ciudad de México exhibió el anquilosamiento de los reflejos gubernamentales para atender una catástrofe natural. En 1987 se le dividió su partido (PRI) y entregó el poder en medio de un gran escándalo postelectoral.
Carlos Salinas de Gortari, inició bajo interpelaciones el primero de diciembre de 1988 y en ese mismo mes estableció interlocuciones efectivas que le durarían hasta el primero de enero de 1994. En el relevo perdió a su candidato, Luis Donaldo Colosio y no concretó los mejores acuerdos con quien sería su sucesor. La falta de compromisos impacto la asunción del poder por parte de Ernesto Zedillo. No cumplió ni un mes cuando la fuga de capitales erosionó la situación económica del país y 1995 fue un año dedicado a reconstruir la confianza de los inversionistas. Pero no fue suficiente, las fuerzas políticas demandaban una mayor ampliación de los cauces democráticos, los acuerdos hicieron posible una nueva reforma política que terminó por estabilizar la conducción del gobierno a fines de 1996.
Vicente Fox recibió al país en condiciones envidiables si se le compara con sus antecesores. Los relojes de la liberalización económica y la democracia tenían el mismo tiempo. Sus prioridades sentimentales y su genética ideológica le impidieron a Fox construir acuerdos, hacer reformas y en tres años se acabó el bono democrático. Los otros tres años se dedicó a socavar el avance democrático, en mal momento el gobierno regresó a ser factotum del proceso electoral. Como resultado de sus frivolidades e indecisiones, México se polarizó y Fox entregó un país dividido a Felipe Calderón.
¿Cuanto tiempo se tardará el actual Presidente en concretar acuerdos? Son los acuerdos los que a final de cuentas harán creíbles los anuncios publicitarios de la administración que inicia. Los acuerdos que de alguna manera se expresaran en la definición de reformas y de las políticas públicas.
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