Regresaron de Davos, no se sabe el día, el gobernador del Banco de México y el secretario de Hacienda, no hubo medio que los recibiera cuando el tema del efecto global de la desaceleración económica de Estados Unidos llamó la atención todo el mes de enero. Llegó el día treinta y las dependencias a su cargo dieron su posicionamiento: las expectativas de crecimiento se reducen. Una forma de aceptar que la virtual recesión de Estados Unidos incide sobre la economía mexicana. Un señalamiento prudente más que un vaticinio en sentido estricto. De aquí a un año veremos si se trata de expectativa cumplida.
Se realizó la movilización campesina y de organizaciones solidarias. Contra el Tratado de Libre Comercio, por la destitución del titular de Sagarpa. Se ignora cual será le negociación final, más se desconoce el beneficio que tendrán los trabajadores del campo. Nada extraordinario.
Concluyó enero y dejó su error. No se trata de un error fatal o catastrófico, inercia del presidencialismo, nada más. Sus consecuencias adquirirán nitidez en el ocaso del sexenio.
Se hicieron cambios en el gabinete a la antigüita. Salieron los responsables de Gobernación y Desarrollo Social sin explicación contundente, la ciudadanía no mereció un por qué, ni la exposición de un para qué. Las remociones se dieron como desnudo ejercicio de autoridad que deja a la ciudadanía en calidad de súbditos. Cuesta mucho cambiar los modos. Lo fácil es cargar culpas a los responsables de comunicación social de todas les dependencias federales, como si se manejaran solos, menos después de un año en el que la información del Poder Ejecutivo se controló desde Los Pinos y se tuvo a raya a los secretarios.
De Ernesto Cordero, el encargado de Sedesol, no se ha obtenido pronunciamiento mayor. Ha sido Juan Camilo Mouriño quien ha acaparado los reflectores, pero el secretario en Gobernación es un hoyo negro. Se ha reducido a comunicar desde filtraciones y entrevistas a modo. Es el día que no ha dado conferencia de prensa en el que exponga su plan de trabajo. El miércoles mismo se suspendió una conferencia que daría al calor de la plenaria de los diputados del PAN en San Miguel Regla, Hidalgo. La cita se suspendió. Eso sí, trascendió su preocupación por el énfasis en la política social y una cena con mariachis. En su reunión con los senadores panistas tampoco encaró a los medios. Eso sí, llevó la encomienda de Felipe Calderón de pedirle al Congreso un diagnóstico sobre la situación de PEMEX, como si el Congreso fuera una consultoría más. Como si en el gabinete económico, incluido PEMEX, no hubiera diagnósticos.
De qué se trata, de ganar tiempo en lo que Jesús Ortega llega a liderar al PRD como su dirigente máximo. Por qué no se consulta a Jesús Reyes Heroles González Garza, director de la paraestatal. Él ha declarado su disposición a dar información y él debe ser el mejor informado. Y lo de PEMEX no es un asunto de propiedad. Es un problema de reinversión de utilidades y de asignación transparente de sus recursos en los servicios públicos. PEMEX ha sido territorio de ordeña y fraudes. Felipe Calderón y muchos más quieren modificar el arreglo institucional que impera en PEMEX, por qué no empezar trasparentando el ejercicio de la administración foxista en la paraestatal.
Mientras no se demuestre lo contrario, el calderonismo será foxismo de segunda generación.
Se realizó la movilización campesina y de organizaciones solidarias. Contra el Tratado de Libre Comercio, por la destitución del titular de Sagarpa. Se ignora cual será le negociación final, más se desconoce el beneficio que tendrán los trabajadores del campo. Nada extraordinario.
Concluyó enero y dejó su error. No se trata de un error fatal o catastrófico, inercia del presidencialismo, nada más. Sus consecuencias adquirirán nitidez en el ocaso del sexenio.
Se hicieron cambios en el gabinete a la antigüita. Salieron los responsables de Gobernación y Desarrollo Social sin explicación contundente, la ciudadanía no mereció un por qué, ni la exposición de un para qué. Las remociones se dieron como desnudo ejercicio de autoridad que deja a la ciudadanía en calidad de súbditos. Cuesta mucho cambiar los modos. Lo fácil es cargar culpas a los responsables de comunicación social de todas les dependencias federales, como si se manejaran solos, menos después de un año en el que la información del Poder Ejecutivo se controló desde Los Pinos y se tuvo a raya a los secretarios.
De Ernesto Cordero, el encargado de Sedesol, no se ha obtenido pronunciamiento mayor. Ha sido Juan Camilo Mouriño quien ha acaparado los reflectores, pero el secretario en Gobernación es un hoyo negro. Se ha reducido a comunicar desde filtraciones y entrevistas a modo. Es el día que no ha dado conferencia de prensa en el que exponga su plan de trabajo. El miércoles mismo se suspendió una conferencia que daría al calor de la plenaria de los diputados del PAN en San Miguel Regla, Hidalgo. La cita se suspendió. Eso sí, trascendió su preocupación por el énfasis en la política social y una cena con mariachis. En su reunión con los senadores panistas tampoco encaró a los medios. Eso sí, llevó la encomienda de Felipe Calderón de pedirle al Congreso un diagnóstico sobre la situación de PEMEX, como si el Congreso fuera una consultoría más. Como si en el gabinete económico, incluido PEMEX, no hubiera diagnósticos.
De qué se trata, de ganar tiempo en lo que Jesús Ortega llega a liderar al PRD como su dirigente máximo. Por qué no se consulta a Jesús Reyes Heroles González Garza, director de la paraestatal. Él ha declarado su disposición a dar información y él debe ser el mejor informado. Y lo de PEMEX no es un asunto de propiedad. Es un problema de reinversión de utilidades y de asignación transparente de sus recursos en los servicios públicos. PEMEX ha sido territorio de ordeña y fraudes. Felipe Calderón y muchos más quieren modificar el arreglo institucional que impera en PEMEX, por qué no empezar trasparentando el ejercicio de la administración foxista en la paraestatal.
Mientras no se demuestre lo contrario, el calderonismo será foxismo de segunda generación.