jueves, 13 de enero de 2022

La izquierda de AMLO

La izquierda en México ha pasado por condiciones diversas en un arco que va de la clandestinidad hasta su integración formal al juego electoral. Buscó el liderazgo del movimiento de los trabajadores en el campo y la ciudad, se estrelló con la otrora fortaleza del corporativismo priísta En su frustración, la izquierda experimentó la lucha armada, el fracaso le enseño que ésa no era la vía. La participación electoral no ha sido su mejor historia, hasta que surgió MORENA. Anteriormente, la izquierda partidista terminaba al servicio de poderes establecidos, el dinero fue el instrumento para someterla y disuadirla de una vinculación amplia y firme con la sociedad. Esto es, la izquierda desde el PPS al PRD quedó constreñida a la disponibilidad del presupuesto.


La Libertad guiando al pueblo, del pintor Eugène Delacroix.

AMLO ha hecho imaginariamente el recuento de esta historia de sinsabores y ha conformado una izquierda que se quiere en acción permanente sin limitarse a los ciclos electorales, para mantener una base social viva que no dependa solamente de los recursos públicos para movilizarse, sino de una orientación ideológica. Esta izquierda por consolidar tiene dos eventos decisivos: la revocación del mandato en este 2022 y las elecciones presidenciales del 2024.

La radicalidad de la izquierda de AMLO no pasa como expresión de los trabajadores movilizados y organizados, como lo fue en el siglo pasado en la mayor parte del mundo. Ese proyecto de clase no está sobre la mesa. Eso sí, se ha esmerado por mejorar el salario mínimo y suprimir legalmente la subcontratación. Fuera de ahí, la ley y la negociación laboral son el marco de entendimiento de la relación obrero patrón, como ha sido por décadas, con el plus de una autoridad que no promueve sindicatos blancos, ni charros. Ni los encuadra dentro de organización partidista alguna. Los sindicatos son libres. Lo mismo procede para las organizaciones del campo, evitando la connivencia entre los líderes agrarios y la autoridad. Por eso los recursos a los campesinos ya no son distribuidos por las centrales. La izquierda obradorista no es corporativista.

Con respecto al pasado, la izquierda que dirige al actual gobierno es nacionalista y proviene de Lázaro Cárdenas (PRM) y López Mateos (PRI) Nacionalismo que fue expulsado por los tecnócratas del viejo partido. En su horizonte los actos expropiatorios no se vislumbran, nada más se funda en la revitalización de empresas públicas, lo que sobrevivió a las privatizaciones.

Hay una izquierda que no procede del ideario campesino, obrero o nacionalista, a la que por comodidad llamaré “amlovers”. No tienen vinculo con la izquierda del pasado, pero por AMLO se han convertido a la izquierda y hace no pocos años les era difícil imaginarse en ese color del espectro político: clase media, empresarios, hartos de pagar el “impuesto de la corrupción”. Se adhieren al discurso moralizante de López Obrador, que fija su posición radical frente a los gobiernos que le antecedieron.

En esta construcción obradorista de la izquierda, los pueblos originarios -los arqueológicos y los vivientes- constituyen referentes de identidad y solidaridad respectivamente para amalgamar lo heteróclito. Las distintas cepas de la izquierda que gobierna México son ya el blanco preferido de la derecha para romper la unidad del movimiento y “sectarizarlo”. El meollo del momento de definiciones.

 

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