Se ha reactivado el Pacto por
México, con “blindaje” electoral para que no se desvíen los recursos públicos
de la política social a las campañas electorales ¿Será posible? El addendum firmado por el gobierno, su
partido y la oposición, se compromete a realizar una nueva reforma electoral.
Sí, aunque no lo crea, otra reforma electoral.
El Pacto ha resultado una
herramienta de gran utilidad para el gobierno de Enrique Peña Nieto.
Corresponde al gobierno, a través del ejercicio, demostrar que las cosas se están
haciendo bien y mejor. En esta lisa las cuentas no son alegres. El gobierno no
ha podido sacar adelante el establecimiento de la Comisión Nacional
Anticorrupción. El manejo de la burocracia ya no tiene mano visible de control,
originalmente, con la nueva administración las responsabilidades de la función
pública se encuentra subsumida en Hacienda. Algo no ha funcionado bien y la
responsabilidad de arreglar a la burocracia parece tomar el rumbo de Bucareli.
Si de inicio el combate a la
corrupción contara con toda la fuerza del Estado el escándalo veracruzano no
hubiera tenido lugar. Ya se vio que no fue así.
Las ceremonias, los aplausos, no
son la fuerza del Pacto por México. Las acciones del gobierno terminan por
fortalecer o debilitar al Pacto. Si la corrupción nos dice que el enemigo está
adentro, su combate efectivo se dará en la medida en que el “sabio”
funcionamiento del mercado la denuncie, o más directamente, que la corrupción
no se blanquee a través del mercado.
También tendrá que reconocer el
gobierno que el crimen organizado está estructurado, no es una realidad al
margen de la sociedad y del mercado, incluso de algunas autoridades. Y cuando digo
estructurado me refiero a su aceptación
tácita como forma de vida. El asesinato de dos jóvenes la madrugada del sábado
en la ciudad de Chihuahua tiene sus aristas. Una de ellas es la condición de
los hermanos Páramo González, hijos de padres emprendedores realizados en la
profesión del periodismo. Opciones de educación las tuvieron, acunamiento
ideológico en las virtudes del mercado también. Pese a contar con esas ventajas
los muchachos prefirieron incursionar en el negocio de los estupefacientes
ilícitos. Un negocio peligroso que se extiende mientras existan autoridades
ineficientes y un mercado que da curso a dineros mal habidos.
El mercado también es perverso y
el gobierno –Ejecutivo, Legislativo y el Poder Judicial- tiene que regular
para, por lo menos, reducir la corrupción y dificultar la operación del crimen
organizado dentro del mercado formal. En ese entendido, la eficacia del
gobierno no le corresponde al Pacto y a los partidos.
La desregulación que ha incidido
en la inseguridad industrial, en los fatales accidentes del transporte de carga,
ha tenido consecuencias criminales todavía sin castigar.