miércoles, 8 de mayo de 2013

El Pacto llega hasta donde el gobierno actúe


Se ha reactivado el Pacto por México, con “blindaje” electoral para que no se desvíen los recursos públicos de la política social a las campañas electorales ¿Será posible? El addendum firmado por el gobierno, su partido y la oposición, se compromete a realizar una nueva reforma electoral. Sí, aunque no lo crea, otra reforma electoral.

El Pacto ha resultado una herramienta de gran utilidad para el gobierno de Enrique Peña Nieto. Corresponde al gobierno, a través del ejercicio, demostrar que las cosas se están haciendo bien y mejor. En esta lisa las cuentas no son alegres. El gobierno no ha podido sacar adelante el establecimiento de la Comisión Nacional Anticorrupción. El manejo de la burocracia ya no tiene mano visible de control, originalmente, con la nueva administración las responsabilidades de la función pública se encuentra subsumida en Hacienda. Algo no ha funcionado bien y la responsabilidad de arreglar a la burocracia parece tomar el rumbo de Bucareli.

Si de inicio el combate a la corrupción contara con toda la fuerza del Estado el escándalo veracruzano no hubiera tenido lugar. Ya se vio que no fue así.

Las ceremonias, los aplausos, no son la fuerza del Pacto por México. Las acciones del gobierno terminan por fortalecer o debilitar al Pacto. Si la corrupción nos dice que el enemigo está adentro, su combate efectivo se dará en la medida en que el “sabio” funcionamiento del mercado la denuncie, o más directamente, que la corrupción no se blanquee a través del mercado.

También tendrá que reconocer el gobierno que el crimen organizado está estructurado, no es una realidad al margen de la sociedad y del mercado, incluso de algunas autoridades. Y cuando digo estructurado me refiero  a su aceptación tácita como forma de vida. El asesinato de dos jóvenes la madrugada del sábado en la ciudad de Chihuahua tiene sus aristas. Una de ellas es la condición de los hermanos Páramo González, hijos de padres emprendedores realizados en la profesión del periodismo. Opciones de educación las tuvieron, acunamiento ideológico en las virtudes del mercado también. Pese a contar con esas ventajas los muchachos prefirieron incursionar en el negocio de los estupefacientes ilícitos. Un negocio peligroso que se extiende mientras existan autoridades ineficientes y un mercado que da curso a dineros mal habidos.

El mercado también es perverso y el gobierno –Ejecutivo, Legislativo y el Poder Judicial- tiene que regular para, por lo menos, reducir la corrupción y dificultar la operación del crimen organizado dentro del mercado formal. En ese entendido, la eficacia del gobierno no le corresponde al Pacto y a los partidos.

La desregulación que ha incidido en la inseguridad industrial, en los fatales accidentes del transporte de carga, ha tenido consecuencias criminales todavía sin castigar.

 

domingo, 5 de mayo de 2013

Hijos de su tiempo


Constructores de la época en curso: Ronald Reagan, Margaret Tatcher y Karol Woijtila. Los dos primeros se esforzaron por hacer del mercado una religión y lo lograron. El tercero se encargó de la tarea ideológica de acelerar el desprestigio del bloque soviético para acabar con el Pacto de Varsovia.

Reagan y Tatcher tienen a su mejor continuador en la señora Angela Merkel, quien dirige los destinos de Alemania y es primera voz de la Unión Europea. Por su parte, Juan Pablo II, al morir en 2005, dejó una iglesia católica sumida en el escándalo y el descrédito. Su sucesor, Benedicto XIV, erudito y melancólico, prefirió abdicar como jefe de los católicos. Después de ocho años, un nuevo sucesor, Jorge Bergolio, se hace cargo de tan inmenso desastre espiritual. El Papa Francisco, argentino de nacimiento, retoma la bandera de la humildad. Eso parece. Un giro que puede transformarse en dique contra la soberbia del fundamentalismo del mercado.

Es en este dominio cultural donde se forman políticamente Barack Obama y Enrique Peña Nieto, presidentes de Estados Unidos y México, respectivamente. Es lógico que en su encuentro del primero de mayo recién, hicieran química en el tema de la economía y se demostraran dispuestos a fortalecer los vínculos económicos. Sobre esa base de acuerdo el tema de la seguridad no los confrontó, más bien, se dio cauce a modificar el esquema de entendimiento que se dio con los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón, pírricos vengadores de los cristeros.

Obama y Peña Nieto pertenecen a esa etapa de la modernidad despectivamente llamada “neoliberalismo”. Etapa que se considera autocreada, sin antecedentes, fundacional. Para los dos presidentes, la Ilustración es sólo modernidad primitiva, remota y ajena. Esta caracterización sorprende en el caso de Obama, negro, hijo de migrantes africanos, ayer alcalde de una de las ciudades donde se conserva algo del Estado del Bienestar. Quien en la campaña, victoriosa a la postre, de su primera conquista de la presidencia del país más poderoso se presentó como reformador del capitalismo. La crisis financiera del 2008 le despojó de esa bandera. Ahora nos damos cuenta que la diferencia de él con George W. Bush sólo es el color.

Este Obama se presentó el jueves pasado (02-05-2013) ante una audiencia higiénicamente dispuesta en el patio central de Museo Nacional de Antropología e Historia. Con una oratoria, por momentos nerviosa, Obama vendió a los allí reunidos el sueño americano. No le informaron que los allí reunidos hace tiempo lo compraron.

Obama y Peña Nieto se mostraron como hijos de su época, ignorando que la solución de los problemas de nuestro tiempo (farmacodependencia, delincuencia organizada, desigualdad extrema) es la reforma del capitalismo. De no replantear la operación actual del capitalismo, la violencia seguirá campeando por lo que resta de esta década.
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