miércoles, 5 de enero de 2022

Daño y remedio, el enredo ambiental

 “El racionalismo económico, del que somos herederos, postula un tipo de acción ‘económica’ sui generis. Conforme a este punto de vista, el actor -sea el hombre, la familia o la sociedad en su conjunto- se enfrenta a un entorno natural que no proporciona de inmediato los elementos necesarios para la vida. La acción económica -o, más precisamente, la acción de economizar, la esencia de la racionalidad- se considera entonces como una forma de disponer del tiempo y de la energía con miras a lograr el máximo de objetivos en la relación del hombre con la naturaleza. Y la economía es el lugar en el que se lleva a cabo dicha acción. Por cierto, se da por descontado que el funcionamiento de esta economía puede estar influido por otros factores de carácter no económico, sean políticos, militares, artísticos o religiosos. Pero el núcleo esencial de la racionalidad utilitaria continúa siendo el modelo de la economía.”

Karl Polanyi

Uno de los frentes desde donde se ha querido disminuir en proyecto de la 4T es el del medio ambiente. Se parte del falso supuesto de que anteriormente todo estaba bien encaminado. Son en los proyectos de infraestructura (el aeropuerto, el tren, la refinería) sobre los que la oposición ha concentrado su diferendo ambiental con el gobierno. El aeropuerto Felipe Ángeles sobre una antigua base aérea, el Tren Maya aprovecha derechos de vía establecidos con anterioridad, la construcción de la refinería de Dos Bocas es viable ante la carencia de una inmediata alternativa que sustituya el uso de gasolinas. Esgrimiendo lo ambiental están los intereses del fallido aeropuerto en Texcoco, de los beneficiarios de la reforma energética y de intereses regionales. Se trata entonces de una polémica ambiental o de una lucha de poder.

Se manifiesta un ambientalismo interesado, que se dice defensor de la naturaleza y al tiempo es pusilánime a la hora de señalar al régimen capitalista como la fuente más poderosa de devastación ambiental.

Cierto es que las oficinas gubernamentales abocadas al medio ambiente proliferaron y se legitimaron de manera continua y sectorizada de la mano de sucesivos gobiernos neoliberales. Siempre como un sector subordinado a la tecnocracia de Hacienda y sin contraponerse al modelo económico, hasta en la vertiente más proteccionista que son las Áreas Naturales Protegidas.

Para establecer esta cabeza de sector del aparato estatal se requirió del apoyo de varios profesionales para darle lustre técnico a la operación de esta burocracia de cuño reciente. La carrera de biólogo ya no fue sólo un destino académico, tomo plaza en la burocracia. Surgieron especialidades en derecho e ingeniería ambiental, se formaron despachos o consultorías, se fundaron organizaciones no gubernamentales o de la sociedad civil. Todo apuntaba a un beneficio superior en el trato al medio ambiente. En el camino se descompusieron afanes y se procreó la demagogia ambientalista. De sus laureles no florecieron estudios críticos sobre la reforma al artículo 27 Constitucional, ni protestas contra la expedición de concesiones mineras, ni oposición a la autorización del maíz transgénico o a la aprobación del fracking. Eso sí, los laureados ambientalistas desarrollaron con sagacidad una relación quid pro quo con gobernantes neoliberales.



Resulta que en medio de la actual polémica el régimen capitalista queda fuera de foco. Se espera de los gobiernos más de lo que pueden hacer dentro del ciclo económico imperante y en oposición al medio ambiente. Nada más para vislumbrar la devastación sin recurrir a un voluminoso aparato estadístico. Cuánto deterioro ambiental propició la construcción de las Pirámides de Egipto o de la Muralla China, el sistema de ciudades helénico o los caminos del imperio Romano o la edificación de las ciudades medievales (o los sitios de Teotihuacan o Tenochtitlan, Chichen Itza o Calakmul) En ninguno de estos desarrollos se puede apreciar una comparación que iguale a lo que sobrevino desde la revolución industrial. El ciclo Dinero-Mercancía-Dinero está en la base de lo que llamamos desarrollo o progreso. Incluso la derrotada alternativa soviética y la actual China posmaoísta se erigen el espejo de los logros capitalistas. Existe una fe en la que algún día el desarrollo de las fuerzas productivas deriven en un mundo mejor. No importan los daños que genere el capital al medio ambiente mientras le acompañe la esperanza de que consigo trae el remedio. Al menos es lo que se quiere creer.

La verdad es que hubo una vez un ciclo naturaleza-consumición-naturaleza, totalmente arrollado, reducido a muestras insignificantes por la fórmula D-M-D. Fórmula esta
nada amigable con la naturaleza.

¡Feliz Noche de Reyes!

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