jueves, 1 de diciembre de 2011

Remediar





El resumen del sexenio, que ha entrado en su año de desahucio, no tiene los mejores números, ni las mejores frases elogiosas. Un cuadro negro que sólo en los bordes parece admitir matices al contraste de la luz que lo rodea. Felipe Calderón prepara su salida, se apea para abrir paso a sucesor(a), quien no precisamente tendrá las fórmulas exactas para disipar el teatro deprimente que deja el sexenio, la docena panista, la era de la aventura neoliberal que se inició antes de la alternancia y obstruyó la transición democrática. Hay que decirlo con claridad, aunque sean los más, no todos los muertos, ni el desastre actual son manufactura de Calderón.



Son muchos años en los que se ha vendido la panacea del libre mercado y nadie desde la política quiere confrontar. Ideológicamente el mercado está blindado y no tiene amenazas desde el campo de las fuerzas políticas institucionales. Por ahora, no hay movimiento social que conmueva la paz librecambista. No hay "ocupy", tampoco indignados. Resiste a duras penas el Movimiento por la Paz con Dignidad y Justicia que exige reparación de daños por la guerra emprendida por el gobierno en contra del crimen organizado. Los que sobran son los cínicos de la ilegalidad y la impostura. Y hasta ellos tienen derechos. 



Que no haya una oposición social creciente y organizada en contra del orden económico y el sistema de partidos no niega su posibilidad, su realización futura. Hasta ahora la migración a los Estados Unidos y las remesas que genera, así como la expansión de las actividades informales (incluidas las de franca delincuencia) han servido de amortiguamiento del desempleo y la caída del ingreso de las mayorías que ha generado el modelo económico.



Entendámonos, dejar una sociedad, un país, un Estado, al libre juego de las fuerzas del mercado es un crimen. En México estamos rezagados. Brasil hizo ajustes, Argentina también. El PRI puede ser opción, sí y sólo sí, Peña Nieto no quiera hacer el papel de María Estela Martínez de Perón. La desastrosa Isabelita.



Independientemente de los candidatos, de los partidos, la ciudadanía está llamada a establecer los términos generales exigibles al próximo gobierno. Nada tiene que ver la OCDE, ni el gobierno de Estados Unidos. La ciudadanía quiere un ataque frontal a la corrupción, transparencia total del ejercicio de los poderes públicos. Cobertura creciente y de calidad de los servicios públicos de educación. Que grupos económicos –monopolios y similares- no decidan las políticas a seguir. Vigencia extrema de la laicidad del Estado y de la legalidad. Ahí están las bases para un México justo. No más injusticia.


Este es un llamado a remediar en el sentido extenso de la palabra y que debe considerar toda reforma por venir.


martes, 29 de noviembre de 2011

La decisión del PRI




Como inevitable, Enrique Peña Nieto es el precandidato único del Partido Revolucionario Institucional que desea contender formalmente por la presidencia de la república, el todavía lejano 1 de julio del 2012. La declinación de Manlio Fabio Beltrones días antes a participar en la interna del PRI, el martes 22 de noviembre para ser precisos, se acomodó impecablemente a los reflejos del viejo partido. El rito de la aclamación del predestinado se cumplió recién el domingo 27. La unidad se preservó y ahora viene lo bueno: competir. Esa parte decisiva del guión electoral, cuya ejecución en las últimas elecciones presidenciales no ha sido impecable y ha carecido de unidad por parte del PRI. Hay que recordarlo.



Peña Nieto tiene en sus manos la candidatura priísta. Todo lo que haga, diga o gesticule será celosamente seguido por sus correligionarios y sus adversarios. Pero particularmente para el Partido Acción Nacional, el mexiquense representa un reto y ya se sienten urgidos de tener una definición de contraste (Bueno, estos panistas piensan que tienen oportunidad de ganar cargando con el fardo de doce años de mal gobierno. Bueno, su oportunidad tiene descripción: fraude) Es precisamente el contraste la tarea más difícil que tienen los blanquiazules pues Peña Nieto no se distingue mucho del PAN. Él sigue invocando las “reformas estructurales”, al poder salvífico del mercado para abatir los grandes problemas nacionales. Él ha mostrado obsecuencia hacia la inapropiada intervención del clero en la política. Él no ha dicho esta boca es mía frente a la creciente injerencia de Washington en el debate nacional. El contraste, como se ve, va a ser difícil. Para él, la revolución mexicana es un lastre ideológico, cenizas es. No comparte esa nostalgia que todavía algunos, no muchos, alentamos, pero no tienen por qué hacer suya los jóvenes priístas aunque en ello les vaya su definición.



El desafío para Enrique es comparable a la situación del ser ante el abismo. Cómo hacer una propuesta educativa en los brazos de la profesora Elba Esther Gordillo. Cómo una propuesta ambiental del brazo y por la calle con Jorge Emilio González Martínez.



Más complicado será romper con el círculo vicioso que heredará de resultar electo presidente: inseguridad, corrupción, injusticia y fragilidad del Estado de Derecho. Temas que, salvo el primero, no ha osado abordar. Falta audacia para encarar lo que la gente le pide al PRI, hacer un ajuste con el pasado de corrupción para dar inicio a la verdadera rendición de cuentas que no supo construir el PAN.

  

Ante el electorado, el ciudadano de a pie, dos coaliciones electorales están haciendo el verdadero contraste. El PAN es lo de menos, pues hacer campaña y cargar cadáveres no son llevaderos.


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