Como inevitable, Enrique
Peña Nieto es el precandidato único del Partido Revolucionario Institucional
que desea contender formalmente por la presidencia de la república, el todavía
lejano 1 de julio del 2012. La declinación de Manlio Fabio Beltrones días antes
a participar en la interna del PRI, el martes 22 de noviembre para ser
precisos, se acomodó impecablemente a los reflejos del viejo partido. El rito
de la aclamación del predestinado se cumplió recién el domingo 27. La unidad se
preservó y ahora viene lo bueno: competir. Esa parte decisiva del guión
electoral, cuya ejecución en las últimas elecciones presidenciales no ha sido
impecable y ha carecido de unidad por parte del PRI. Hay que recordarlo.
Peña Nieto tiene en sus
manos la candidatura priísta. Todo lo que haga, diga o gesticule será
celosamente seguido por sus correligionarios y sus adversarios. Pero
particularmente para el Partido Acción Nacional, el mexiquense representa un
reto y ya se sienten urgidos de tener una definición de contraste (Bueno, estos
panistas piensan que tienen oportunidad de ganar cargando con el fardo de doce
años de mal gobierno. Bueno, su oportunidad tiene descripción: fraude) Es
precisamente el contraste la tarea más difícil que tienen los blanquiazules
pues Peña Nieto no se distingue mucho del PAN. Él sigue invocando las “reformas
estructurales”, al poder salvífico del mercado para abatir los grandes
problemas nacionales. Él ha mostrado obsecuencia hacia la inapropiada
intervención del clero en la política. Él no ha dicho esta boca es mía frente a
la creciente injerencia de Washington en el debate nacional. El contraste, como
se ve, va a ser difícil. Para él, la revolución mexicana es un lastre
ideológico, cenizas es. No comparte esa nostalgia que todavía algunos, no
muchos, alentamos, pero no tienen por qué hacer suya los jóvenes priístas
aunque en ello les vaya su definición.
El desafío para Enrique es
comparable a la situación del ser ante el abismo. Cómo hacer una propuesta
educativa en los brazos de la profesora Elba Esther Gordillo. Cómo una
propuesta ambiental del brazo y por la calle con Jorge Emilio González
Martínez.
Más complicado será romper
con el círculo vicioso que heredará de resultar electo presidente: inseguridad,
corrupción, injusticia y fragilidad del Estado de Derecho. Temas que, salvo el
primero, no ha osado abordar. Falta audacia para encarar lo que la gente le
pide al PRI, hacer un ajuste con el pasado de corrupción para dar inicio a la
verdadera rendición de cuentas que no supo construir el PAN.
Ante el electorado, el
ciudadano de a pie, dos coaliciones electorales están haciendo el verdadero
contraste. El PAN es lo de menos, pues hacer campaña y cargar cadáveres no son
llevaderos.
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