Desde que la calidad del aire de
la Ciudad de México comenzó a rebasar los índices de los sanamente respirable
el mes de marzo pasado, hasta alcanzar los límites de lo insalubre, algo
grande sacudió a las autoridades, federales y capitalinas. Tuvieron que
apechugar una medida que iba a escandalizar a la clase media vociferante: Poner
en descanso su automóvil por al menos un día a la semana.
En este espacio propuse el
requerimiento cívico de fundar las bases de una discusión racional, integradora
del mayor número de perspectivas para una solución de cara a la contingencia
ambiental (Contingencia ambiental y perversión ciudadana.) Pero no hay civismo y sí hay una racionalidad dogmática,
utilitarista.
Siendo el eje del debate el medio
ambiente, éste ha sido ignorado. Se prescinde de una categoría de análisis
fundamental, el ecosistema, lo mismo se hace con el concepto de lo
antropogénico. Que para algunos son meras externalidades frente a la
abstracción y la ley irrevocable del mercado. Otros insisten en la anulación de
la libertad, como si el Hoy no circula fuera un arresto domiciliario, nada más
falso.
Si las autoridades se vieron
obligadas –no lo hicieron por gusto- a tomar la aplicación de una medida
restrictiva fue por los ingentes deterioros a la salud generados por la contaminación
atmosférica. Ya pasó la curva epidémica estacional y sigue la cauda de
tosigosos y similares. Cierto, puso en evidencia las omisiones de las
autoridades, sus erradas políticas de vialidad promoviendo el uso de auto
particular y sus ridículas acciones para generar una oferta de transporte
público de acuerdo a las dimensiones del problema.
Y lo contradictorio es que siendo
un mexicano, merecedor del premio nobel por sus investigaciones sobre la
química atmosférica, como los es el Dr. Mario Molina, sigamos discutiendo el
deterioro de la calidad del aire en el tenor del golpeteo político, de los
economistas y ultraliberales obsesos,
ignorando olímpicamente el trabajo del Nobel mencionado.
(Parte de la aberración, también,
es la institucionalización de un partido supuestamente ambientalista ausente
totalmente en el debate, movidos exclusivamente sus dirigentes por su acceso a
la nómina pública y a la promoción de sus intereses personales. La contingencia
ha demostrado, una vez más, que el Partido Verde es un fraude a la ley)
Retomando el título de este
artículo, empecemos por preguntarle al ecosistema ¿Cuántos vehículos
automotores es capaz de soportar el Valle de México? De acuerdo a las preguntas
se encontrarán las mejores respuestas efectivas para disminuir la contaminación
que ensucia nuestro aire. Entonces quedará claro y tendremos una mejor calidad de aire. Para ello la
sociedad capitalina tendrá que imponerse sobre ambiciones políticas y la
voracidad empresarial que se han beneficiado del enrarecimiento atmosférico.