“Circulan innumerables leyendas
sobre esta fase de preparación de los Justos, en la que se los encuentra entre
los saltimbanquis ambulantes, los penitentes vagabundos, los fugitivos:
cubiertos con todas las máscaras para esconder, para cubrir su rostro que
resplandece.”
Elie Wiesel
Hay una estructura mental
tradicional a la cual le resulta imposible pensar el dejar los destinos del
país a una mujer que por sus atributos sea indígena y pobre. En el gozo de
nuestra arlequinesca modernidad seguimos siendo una sociedad conservadora y
racista, convencida de que el excluido debe de permanecer de por vida en esa
condición, generación tras generación.
A cuestión de qué viene este
párrafo introductorio.

21 años después, en este mes de
octubre los zapatistas –sin más detalles- proponen armar –sin armas- una
candidatura independiente para la presidencia de la república con la triple
especificación: mujer, indígena y pobre.

En segundo término, pero no menos
importante, el silencio como la respuesta impropia de los representantes
institucionales que tienen algo que abundar extendidamente: el INE, el Congreso
y Gobernación. Saludar el gesto zapatista como demostración de que las
instituciones políticas están preparadas para la eventualidad de una
candidatura independiente con esas características. No lo hicieron.
Parece que el anuncio zapatista
fue recibido en el ecosistema electoral con la compungida exclamación: ¡Éramos
muchos, y parió la abuela!
Llegarán los días en el que
formalmente estén inscritas y aceptadas las candidaturas para la competencia
por la presidencia de la república para el 2018. Me divierte imaginar una
boleta electoral que al lado de los candidatos del PRI, el PAN y Morena,
presente a los candidatos independientes: la candidata zapatista, Jaime
Rodríguez, Jorge G. Castañeda, Margarita Zavala y Manlio Fabio Beltrones.