jueves, 9 de septiembre de 2010

Más allá del presupuesto



El miércoles 8 de septiembre, funcionarios de la Secretaría de Hacienda hicieron llegar a los diputados la propuesta de egresos e ingresos para el 2011. Se perfila un debate intenso, quien sabe si sea de altura. Para empezar, con antelación la fracción parlamentaria del PRI difundió una carta abierta, dirigida al Lic. Felipe Calderón Hinojosa, el pasado martes. En ella asienta su posición a través de la cual piensa reorientar la propuesta del Ejecutivo. Pone sobre la mesa cinco puntos, cinco líneas sobre las cuales deliberar el paquete económico y hacerlo ley.


Hacer un presupuesto para crecer y salir de toda una década perdida por la impericia de los responsables del gasto público. Un presupuesto sin simulaciones, que las asignaciones se dirijan a sus objetivos para los cuales fueron acordados y que se ejerzan efectivamente. Cifras realistas, que no se esconda la realidad de las finanzas públicas y de la economía en artilugios actuariales. No a nuevos impuestos y reducción del IVA y sí a un manejo austero y sin subejercicios, poner orden a la administración del gobierno, diría Manlio Fabio Beltrones.


Es la oportunidad para que la oposición en su conjunto y desde el Legislativo cierre el ciclo del capitalismo salvaje. Tiene los votos para hacerlo, sólo es cuestión que se decidan los diputados. Es cierto que el Ejecutivo tiene a su disposición el llamado veto de bolsillo y puede conformarse con el reciclamiento automático de la ley de ingresos y egresos que rige actualmente. El costo para el Presidente y su partido sería muy alto. No obstante, no se ve interés del grupo en el gobierno.


El ciclo de desplazamiento del derecho público por el derecho privado, que coloquialmente se le llama neoliberalismo, encuentra su fin –eso espero- por el incremento de la pobreza y la desigualdad que ha destruido familias y ha empujado a sus miembros a engrosar las filas del crimen. Ha sido una época en la que se ha puesto en el timón del país el derecho privado, desarticulando el derecho que se guía por el interés público encargado en armonizar la relación entre desiguales. Ridiculizando por la vía de la descalificación los derechos sociales y colectivos. La codicia privatista se ha escarnecido con el derecho humano a tener una vejez decorosa con una pensión suficiente. Los viejos son una carga. Los derechos de los trabajadores son una afrenta a la competitividad, un costo reductible y, aunque no lo dicen, quieren desaparecerlos. También son una carga. Este pensamiento monstruoso por inhumano, es la concepción del grupo gobernante, que al no tener noción del derecho público no sabe usar el presupuesto y termina desprotegiendo y enfrentando a la sociedad.


Es cierto que los privatistas no vinieron con el Partido Acción Nacional, fueron los personeros de las agencias financieras mundiales, los tecnócratas incrustados en el PRI, los que metieron al país en el hoyo desde que se perdió creatividad para sostener el proyecto de la Revolución, acendrado éste por un fuerte sentido del interés público.


Por eso, el presupuesto que es público no puede quedar subordinado y a beneficio del interés privado de unos cuantos, como botín a depredar. Es oportunidad de que los legisladores presupuesten para reconstruir la urdimbre social que ha sido desgarrada hasta deshilacharse. Poner al derecho público en el centro de la deliberación para reconciliarnos y no temernos, pues está visto que el derecho privado sin conducción nos ha llevado a la guerra de todos contra todos.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Abre los ojos



A la información que día a día nos entregan los medios impresos no se le concede reposo, nos inunda con la nota roja del combate a la delincuencia organizada, de manera destacable en este sexenio. De la exaltación del debate entre los actores ya nos hemos acostumbrado como prueba fehaciente del pluralismo político. Y de la publicidad oficial una palabra la califica, es inmisericorde. Por querer encontrar lo relevante de la coyuntura perdemos la ominosa estructuración de un régimen policial y clerical que avanza frente a nuestros ojos. Pocas voces se atreven a denunciar estas amenazas en contra de las libertades conquistadas por la Independencia, la Reforma y La Revolución.


Al Ejecutivo federal se le ha hecho fácil trasgredir el orden jurídico cuando éste mismo orden no responde a las exigencias de su base ideológica generada en el siglo XIX y que se resumen en la consigna de “religión y fueros”. Totalmente distinto al régimen que se ha construido con las luchas que este año se festejan en un alarde emulatorio del Super Bowl o DisneyWorld por parte de la autoridad, sin contenido ni participación popular ¿Cómo le van a hacer para controlar el ingreso de cincuenta mil personas a la plancha del Zócalo la noche del 15 de septiembre sin evitar un proceso de selección/exclusión? El pueblo será espectador del derroche tecnológico de escenificación, luz y sonido. Frente a las pantallas el ciudadano-espectador-súbdito en la versión panista del orwelliano 1984.


Pero el punto es esa disposición del Titular del ejecutivo por gobernar por encima de la ley. Ya lo hizo ver el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación cuando de manera documentada se señala a Felipe Calderón como violador de la Constitución respecto al proceso electoral del verano pasado. No son dimes y diretes, la violación constitucional fue comprobada en el Tribunal. No siempre ha sido así la consignación del proceder presidencial, que ha gozado usando las herramientas de interpretación legal llamadas facultades metaconstitucionales del presidente.


Ha mandado al Ejército a las calles y las carreteras para combatir a los sicarios de los cárteles del narcotráfico (cabría añadir, de la extorsión y el secuestro) sin letra constitucional que así lo dicte tal cual. La PGR y la SIEDO, que tienen esa asignación por ley, son reconocidas de facto como incapaces para cumplir con su obligación de perseguir a la delincuencia. En otra situación violatoria de la Constitución, el Ejecutivo se hace omiso de la trasgresión constitucional que hacen representantes de la iglesia católica. El gobierno no actúa de oficio. Con este proceder inicuo de Calderón hacia el Estado de derecho, con qué cara se puede reclamar él su defensor. Vestir hechos consumados con las formas establecidas, así como lo hizo Victoriano Huerta. Si la más alta línea de defensa cae, que detiene la acción criminal que se siente igualada con el gobernante en el disfrute de la impunidad.


El proceder presidencial señalado aquí es torpe aunque no carente de objetivos. Sabe que la guerra al crimen organizado no acabará en el siguiente sexenio –ni nunca- pero construye las bases de un Estado policiaco en contra de la ciudadanía y de sesgo antilaboral, al tiempo que derruye las bases del Estado laico. No hay ingenuidad, ni buena fe, sino ventajosa malicia para que mañana la libre organización para defender o procurar los derechos sea combatida y la libertad de conciencia sea estigmatizada por contradecir dogmas de fe.


Izquierda mexicana, abre los ojos. No te empanices.

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